Marsella, el gran puerto de Francia

Marsella es la segunda ciudad más poblada de Francia. Con cerca de 900.000 habitantes en la propia urbe, que ascienden a 1.600.000 en su área metropolitana, comparte con París y Lyon el podio de las tres ciudades más importantes y populosas del país. Indudablemente, por su compleja historia, enorme población y poder económico gracias a su posición geográfica y puerto estratégico, es la capital de la región histórica de Provenza y, por ende, de todo el Mediodía francés.

Desde su fundación por parte de marinos griegos allá por el 600 a.C., que hace de ella la ciudad más antigua de Francia, esta urbe portuaria fue prosperando en época romana y medieval hasta convertirse en una plaza disputada por todas las potencias mediterráneas del siglo XVI. Bastión de la flota francesa, de ella partieron aquellos voluntarios revolucionarios que entonaban en su marcha hacia París una canción universal e himno de todo un país: la marsellesa.

Vamos a repasar ahora algunos de los lugares más importantes que nos encontramos al visitar esta ciudad tan bizarra y cosmopolita.

Recreación de Massilia en época romana (siglo I a.C.)

Según el historiador griego Tucídides, una expedición procedente de Focea (antigua ciudad ubicada en el golfo de Esmirna, en la actual Turquía) se estableció en este puerto natural alrededor del 600 a.C. con motivo de fundar una base de operaciones para comerciar con los pueblos celtas que poblaban las márgenes del río Ródano. Aquella nueva ciudad de Massalia fue creciendo y convirtiéndose en polo cultural y político de la posteriormente llamada Galia por los romanos, extendiendo su área de influencia comercial hasta la cercana Iberia. Desde este lugar llegaron los fundadores de Emporion (Sant Martí d’Empúries, Girona) y Hemeroskopeion (muy probablemente Dénia, Alacant). Massaliota fue el gran navegante Piteas (cuya escultura le rinde honor en la fachada el Palacio de la Bolsa), el primer geógrafo y explorador de la Antigüedad en llegar a los confines del Mar del Norte y describir un iceberg (siglo IV a.C.)

En época de César (siglo I a.C.) la ciudad era todo un emporio comercial y árbitro local entre las tribus celtas del interior y las potencias mediterráneas del momento. En el Musée d’Historie de la Ville de Marseille y la explanada del Port Antique podemos revivir cómo era aquel puerto greco-romano en su momento de mayor esplendor, con el gran templo de la muy venerada Artemisa Efesia en la cima de la ciudad antigua (hoy el barrio de Le Panier). En el museo se exponen las quillas de algunas corbitae (naves de transporte romanas) encontradas en el lecho del antiguo puerto, cuyas cuadernas se encuentran en un excelente estado de conservación. Estos importantes restos fueron encontrados por fortuna tras los derrumbes provocados por los bombardeos y la posterior remodelación del barrio de Belsunce una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.

Barco Romano (siglo I d.C.)

El casco histórico de la ciudad envuelve el Vieux-Port de Marsella. Desde el final de la gran avenida de Le Canebière hasta el Palais du Pharo o el complejo cultural del Mucem, situados en ambos lados de la boca del puerto, importantes monumentos y rincones pintorescos jalonan esta rada natural con más de dos mil seiscientos años de historia. Destaca el antiguo Ayuntamiento en el Quai du Port, edificio barroco del siglo XVII, punto de salida de los trenes turísticos que recorren el Vieux-Port.

En el muelle sur, a poca distancia de La Criée Theatre (ubicado en un antiguo edificio portuario de 1909) se encuentra un pequeño y curioso museo. Le Musée du Savon de Marseille rinde homenaje al famosísimo Sabon de Marselha (que es como se llamaba tradicionalmente este producto en occitano).

El origen del jabón marsellés se remonta a la Edad Media, pero fue el rey Luis XIV quien estableció una suerte de denominación de origen al jabón provenzal, que por ley de pureza sólo puede elaborarse con aceite de oliva. En el museo podemos ver cómo se elaboraba tradicionalmente antes de la revolución industrial, así como adquirir todo tipo de jabones y artesanía relacionada en Licorne (su tienda anexa).

A poca distancia del museo, colina arriba, destaca por sus almenas el recinto eclesiástico más antiguo de Marsella, la Abbaye Saint-Victor, en honor al mártir cristiano de época de Diocleciano que es patrón de la ciudad. El edificio, muy restaurado posteriormente y fortificado durante el medievo ante la amenaza berberisca, se cimienta en una iglesia paleocristiana del siglo V d.C. Junto a la abadía se encuentra uno de los hornos más antiguos de la ciudad, abierto en 1781 y llamado Le Four des Navettes, que se especializa precisamente en elaborar las famosas navettes (que son unas roscas aromatizadas con agua de azahar, un dulce muy típico de toda Provenza).

El barrio más ecléctico y animado de la ciudad es, sin duda alguna, Le Canebière. Etimológicamente proviene del occitano canebiera (plantación de cáñamo), pues en estos terrenos a extramuros de la ciudad antigua se cultivaba esta planta para la confección de cordajes, cestos y maromas. Remodelado durante la Belle Époque, es donde más proliferación de bonitos edificios de estilo art noveau vamos a encontrar. Antiguos teatros y hoteles, la iglesia neogótica de Saint-Vicent de Paul, la Opéra de Marseille y el precioso Palais du Bourse et Chambre de Comerce, inaugurado por el propio Napoleón III en 1860, se alternan con negocios centenarios y restaurantes con mucho estilo.

Subiendo por Le Canebière y dejando a la derecha el animado barrio y mercado de Noailles, llegamos a la parte alta de la ciudad. Allí se encuentra una de las joyas arquitectónicas y culturales de la Marsella decimonónica: le Palais Longchamp.

Se inauguró en 1869 como glorioso tramo final del acueducto que garantizaba el suministro de agua corriente a la ciudad, pues hasta ese momento se basaba en pozos y aljibes. Marsella era castigada regularmente por sequías o inundaciones otoñales (cuando los torrentes aledaños se desbordaban), con los problemas que la falta o exceso de agua ocasionaban en la población. El llamado «Castillo del Agua» inició sus obras en 1839 por merced del Duque de Orleans, dispuesto a remediar aquellos problemas derivados de ese abastecimiento irregular, además de la amenaza que suponía el cólera cuando las aguas se estancaban.

El palacio en sí, de estilo neoclásico Segundo Imperio, alberga en sus dos alas sendos museos, el Museo de Historia Natural en la derecha, y el de Bellas Artes en su izquierda. La pinacoteca decimonónica de éste último es de especial mención, así como sus elegantes salas interiores y corredores laterales. La escalinata de acceso está delicadamente decorada con sendas representaciones gloriosas de la ciudad como emporio clásico y posterior puerta colonial. Destaco como ejemplos de la extensa colección romántica este bonito cuadro de Alphonse Moutte que representa el puerto de Marsella en 1876 o la estatua en bronce de Cleopatra.

Otra de las grandes infraestructuras de la ciudad acometidas durante el siglo XIX es la Gare Saint-Charles (1848). Al encontrarse la estación ferroviaria ubicada en una colina, el 24 de abril de 1927 el arquitecto Eugène Génès concluyó esta escalinata monumental de transición entre art noveau y art déco frente al Bulevar de Atenas para conectarla mejor con la ciudad. Sus esculturas son una alegoría a los productos de la Provenza y los pueblos de Oriente y África, pues Marsella era la puerta del imperio colonial francés.

En la entrada sur del Vieux-Port se encuentra otro de los grandes conjuntos culturales de la ciudad, el Cosquer y el Mucem (acrónimo de Musée de les Civilisations et de la Méditerranée). Este último se alza junto al Fort Saint-Jean y le Tour du Roi René, un amplio bastión fortificado de época renacentista que cerraba y defendía el puerto viejo de cualquier incursión enemiga. El museo se inauguró el 7 de junio de 2013 y no exento de polémica por su atrevido revestimiento exterior. En sus salas interiores alberga una exposición permanente sobre los pueblos mediterráneos, con especial foco en la Grecia Clásica (el origen de la ciudad) y la Argelia colonial francesa.

Muy próximo al espectacular Mucem se encuentra la ciudad antigua, que se corresponde con el barrio de La Joliette, elevada sobre el puerto viejo y donde destaca en altura la Cathédrale Sainte-Marie-Majeure de Marseille. Es un espectacular templo de estilo neobizantino, obra del arquitecto Leon Vaudoyer (1852 – 1893), y una de las grandes construcciones de la Belle Époque marsellesa. Se cimienta sobre una iglesia anterior paleocristiana fechada en el siglo V d.C. y una posterior ampliación románica, cuyo mal estado a principios del siglo XIX condujo a la demolición y construcción ex novo de un nuevo edificio que mostrara la bonanza económica de aquellos tiempos.

Entre la zona de la catedral y el Vieux-Port se ubica el barrio más antiguo de la ciudad, Le Panier, todo un crisol multiétnico repleto de rincones bohemios donde disfrutar de su oferta cultural y gastronómica. Es la zona por excelencia del arte urbano marsellés, como se puede apreciar en sus murales. Pasear por sus callejones estrechos y profusamente decorados es evocador para todo artista.

Uno de los Cafés históricos más longevos del puerto de Marsella es La Samaritaine. En su interior exponen los preciosos carteles que confeccionó para ellos el gran exponente del art noveau checo Alphonse Mucha (hechos entre 1898 y 1910). Historia viva de la ciudad en pleno Vieux-Port.

Las calles adyacentes a Le Canebière tienen un encanto especial. En ellas nos encontramos negocios chulos, fachadas neoclásicas tipo Segundo Imperio, la plaza de La Halle Puguet (antigua lonja y mercado de carnes del siglo XVII), Le Porte d’Aix (un arco de triunfo de corte napoleónico del siglo XIX), Le Opéra Marselleise (edificio reconstruido en estilo art déco en 1924) o la marquesina art noveau del desaparecido Teatro Lírico Alcázar (1889). En el barrio de la ópera se encuentra el Ciel Rooftop, un restaurante muy exclusivo con una terraza panorámica desde la que puedes contemplar todo el lado sur del Vieux-Port de Marsella.

Otro de los grandes atractivos turísticos de la ciudad es la visita a Le Basilique Notre-Dame de La Garde, más conocida aquí como Le Bonne Mère (La Buena Madre). Esta visita sorprende tanto por el edificio en sí como por su espectacular mirador de la ciudad antigua.

El templo es una maravilla neobizantina obra del arquitecto Henry Espérandieu. Se consagró el 5 de junio de 1884 y es otro de los grandes monumentos de la Belle Époque en la ciudad. Se cimienta sobre una fortaleza que levantó el rey Francisco I de Francia en 1536 ante el peligro de que las tropas del Emperador Carlos atacasen Marsella. Sobre la cripta románica se eleva el templo cuyos suelos y paredes están cubiertos de mosaicos.

Los exteriores de Le Bonne Mère están a la altura del monumento. Desde su mirador tenemos una vista espectacular del Archipiélago de Frioul y Le Château d’If. El gran Alejandro Dumas eligió ese castillo roquero que emerge entre la ciudad y el archipiélago para ubicar la prisión de su famosísimo Conde de Montecristo (1844). Aprovecho para recomendar la última versión cinematográfica de esta novela, ya disponible en plataformas y protagonizada por Pierre Niney en el papel principal de Edmundo Dantés. Por cierto, así se llama el ferri que sale desde el Vieux-Port hacia el castillo de If y el parque natural de Calanques.

La gastronomía marsellesa también representa un gran aliciente para visitar la ciudad. Si disfrutas de todo lo que el mar puede traer a tu mesa, cualquiera de los animados restaurantes del Quai du Port servirá para llevarse una grata experiencia. Un par de curiosidades locales son el Café Gourmand (un expreso que se sirve muy bien acompañado de dulces locales) y el famosísimo pastís marsellés. Cuando se prohibió la absenta en 1916, las dos grandes firmas locales, Pernod y Ricard (ambas se fusionaron años después en una sola marca), añadieron anís estrellado a la fórmula, rebajando la graduación alcohólica. El resultado fue el aperitivo de intenso sabor anisado que todos conocemos y que se toma con hielo y agua. Es tan popular que se considera parte de la cultura provenzal.

Marsella es una ciudad amable, bulliciosa y repleta de patrimonio interesante que visitar (sea dicho, en ciertos barrios, mejor de día que de noche). Su oferta cultural y gastronómica es muy completa, siendo un destino cómodo si te alojas en los barrios del centro histórico (como Le Panier, Préfecture, Noailles, Belsunce, etc.). Pasear por los fortines junto a la iglesia de Saint-Laurent o por los jardines d’Emile Duclaux, ir de compras en la bulliciosa Rue Saint-Férreol o al multiétnico mercado de Noailles, comer o cenar en el Vieux-Port o en Le Canebière… La oferta marsellesa es tan amplia como atractiva.

Vista de Marsella desde el mirador de Le Bonne Mère

Transporte: Marsella se encuentra a poco más de hora y media de vuelo desde Valencia, pero ojo: el aeropuerto de Marseille-Provence dista más de 50 kilómetros del centro (está al norte de la ciudad, en la localidad de Marignane), lo que hace complicado el transporte público si el vuelo llega fuera de horario diurno. Aunque es una ciudad para pasearla y disfrutarla de lado a lado del puerto, sin prisas, dentro de la ciudad y su área próxima no es problema moverse con el metro, el autobús o incluso el tren turístico. Au revoir, Marseille !!!!


Marsella, el Puerto de Francia
por Gabriel Castelló Alonso


Publicado por Gabriel Castelló Alonso

Autor de novelas históricas ambientadas en la antigua Roma y ensayos sobre Historia Antigua, de espíritu republicano, laico y amante de las artes y los fogones

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