Islas Amenazadas por el Mar

De entre todas las proféticas amenazas con las que nos asustan un día sí y otro también como consecuencia del calentamiento global, son especialmente intimidatorias las relacionadas con el imparable ascenso del nivel del mar. A pesar de que las periódicas profecías sobre la inundación de áreas costeras especialmente sensibles, como son por ejemplo la ciudad de Venecia o el conjunto de los Países Bajos, nunca se han cumplido, nuevas predicciones catastrofistas siguen apareciendo en los medios de comunicación.

Y esas amenazas son todavía más alarmantes para algunas zonas insulares de escaso relieve, que apenas sobresalen por encima del nivel de las aguas. El ejemplo más conocido de todos es, posiblemente, el de las islas Maldivas, un archipiélago situado al suroeste de la India y constituido por más de un millar de islas, totalmente planas, con una altura máxima de apenas dos metros sobre el nivel del mar.

El nivel del mar no está ascendiendo a un ritmo
tan rápido como había sido profetizado

La inminente desaparición bajo las aguas de este archipiélago ha sido profetizada numerosas veces. Así, por ejemplo, en 1988, un periódico estadounidense predijo que en 30 años estarían borradas del mapa. Sin embargo, a pesar del calentamiento global y de la lenta e incesante elevación del nivel del mar, las aguas no han llegado a cubrirlas. ¿Cómo es posible que siga existiendo ese paraíso turístico y no haya sido inundado? Incluso, a pesar de las amenazas del mar, existen proyectos para construir nuevos y enormes complejos hoteleros en sus costas, ¿Cómo se puede entender esta aparente contradicción?

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que, durante los últimos 35 años y hasta el momento presente, el nivel del mar no está ascendiendo a un ritmo tan rápido como había sido profetizado. Y en segundo lugar, como veremos más adelante, la naturaleza tiene mecanismos de compensación que con frecuencia son totalmente ignorados a la hora de realizar esas catastróficas profecías.

Recientemente, ha aparecido en los medios de comunicación, otro de estos paraísos amenazados, el archipiélago de Tuvalu, en medio del Océano Pacífico, un diminuto país integrado por 4 arrecifes de coral y 5 atolones, con un área total de 26 Km2 y una población de unos 12.000 habitantes. Estas islas han salido a la palestra gracias a un artículo, maravillosamente escrito, como todo lo que sale de la pluma de Antonio Muñoz Molina, recientemente publicado en el periódico El País. Pero que un texto esté bien escrito, no implica que necesariamente todo lo que se diga en él sea cierto

En el mencionado artículo se dice (cita textual) que el blanco cegador de la arena está manchado de restos de basura de plástico que arrastran las corrientes marinas, como en muchas otras playas de Oceanía, y las raíces de las palmeras, igual que los tubérculos harinosos que se cultivan como alimentos en la isla, están empezando a pudrirse porque el agua del mar se infiltra en el subsuelo, y va desplazando la capa de agua dulce que antes las nutría. Mareas altas cada vez más poderosas inundan con frecuencia una isla tan plana que no tiene acantilados ni muros rocosos que la defiendan. En Tuvalu, el ascenso del nivel del mar a causa del calentamiento vaticinado desde hace mucho tiempo por los científicos no es una especulación teórica. La tierra firme ya está reduciéndose bajo los pies de sus habitantes, y es muy posible que hacia finales de este siglo la isla entera haya desaparecido bajo las aguas, borrada como una isla ilusoria dibujada a lápiz por un niño en un mapamundi.

Desde luego, se trata de un panorama nada halagüeño cuya corrección requiere, a juicio del autor del artículo, acciones inmediatas y drásticas, porque el 10% más próspero de la humanidad es responsable de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes de las perturbaciones que están forzando ya la diáspora de los habitantes de la isla de Tuvalu, y de los fugitivos de la desertización y el colapso de la agricultura y la ganadería en los países del Sahel y en el cuerno de África… Aún quedan negacionistas cínicos que aseguran despectivamente que la alarma por el cambio climático es un capricho de privilegiados y elitistas.

Sin dudar ni un ápice de las buenas intenciones de este texto, y sin considerarnos a nosotros mismos ni cínicos ni negacionistas, es imprescindible precisar que el contenido de dicho artículo contiene serias incorrecciones. En primer lugar, los calificativos. Hay muchos científicos que no sólo afirman la existencia del cambio climático, sino que aportan argumentos para demostrar que han existido cientos de cambios climáticos a lo largo de la historia del Planeta y el que estamos observando ahora es uno más en la larga serie de calentamientos globales registrados en la Tierra. Por lo tanto, en sentido estricto, el término negacionista no es aplicable.

Y en segundo lugar, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, un cínico es una persona procaz, impúdica, que muestra desvergüenza en el mentir. Sinceramente, tampoco parece adecuado aplicar esta denominación descalificadora a los investigadores que, sin negar el cambio climático, simplemente se esfuerzan en aportar evidencias sobre origen natural y no antrópico del calentamiento global.

Dejando aparte las cuestiones semánticas, desde el punto de vista científico, el mencionado artículo contiene serios errores conceptuales que es necesario puntualizar. En primer lugar debe aclararse que el nivel del mar nunca ha sido estable, ha sufrido una incesante alternancia de subidas y bajadas con un ritmo intermitente que se ha prolongado a lo largo de millones de años. En la actualidad, se está registrando el último de estos ciclos ascendentes, que lleva activo unos 20.000 años, aunque durante los últimos milenios (en contra de las habituales informaciones que aparecen en los medios de comunicación) el ritmo de elevación se ha ralentizado. En efecto, hace unos 12.000 – 9.000 años, el ritmo de elevación era de unos 10 mm/año, incluso hace unos 15.000 años llegó a ser de unos 30 mm/año, mientras que desde hace unos 4.000 años ha disminuido a valores del orden de 2-3 mm/año.

El nivel del mar nunca ha sido estable, ha sufrido una incesante alternancia de subidas y bajadas con un ritmo intermitente que se ha prolongado a lo largo de millones de años

Y estos datos no son especulativos, sino rigurosamente ciertos y demostrados. Nuestros antepasados cromañones fueron testigos de esta evolución cuando se vieron obligados a abandonar los territorios de Doggerland (hoy cubiertos bajo las aguas del Mar del Norte) o la Gruta de Cosquer, cerca de Marsella (Francia), actualmente inundada por las aguas del mediterráneo. Lo mismo presenciaron los antiguos habitantes del lugar donde apareció la agricultura, en Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris, en una zona actualmente cubiertas bajo las aguas del Golfo Pérsico, al mismo tiempo que se iniciaba la desertización del Sáhara.

Sobre la base de estos datos, muchos científicos consideran que la elevación del nivel del agua que están experimentado hoy los mares y océanos del mundo no pueden considerarse como un hecho anómalo y excepcional, sino como algo que forma parte de la más absoluta normalidad dentro de los ciclos naturales de la Tierra. En la misma línea, existen también múltiples evidencias de que los cambios en la iluminación que nos llega del Sol son los responsables principales de las variaciones en la temperatura media del Planeta, causando del calentamiento que produce la fusión de los hielos y la elevación de las aguas. Es decir, que estos ciclos estarían regidos por procesos naturales e independientes de las emisiones antrópicas de CO2 a la atmósfera. Por lo tanto, no está en las manos del hombre frenar o revertir dichos procesos naturales. Los lectores interesados pueden comprobar las informaciones y datos disponibles al respecto en los múltiples artículos publicados por nosotros en Entrevisttas.com.

Pero sean cuales sean las causas que lo motivan, es innegable que el nivel del mar se está elevando, y afectando a las islas del archipiélago de Tuvalu. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que Tuvalu no es un caso único, es simplemente uno más de los miles de islas y atolones formados por arrecifes de coral en los océanos Pacífico e Índico. Y, como es bien conocido desde hace mucho tiempo, el crecimiento de los corales se adapta a las variaciones del nivel del mar, de acuerdo con la insolación que reciben. Cuando el nivel del mar asciende, los corales crecen hacia arriba, buscando la luz. Por el contrario, cuando desciende, los corales que quedan situados por encima del nivel del agua, se mueren al secarse y la erosión se encarga de devolverlos al fondo marino. Además, la mayoría de los corales vive en simbiosis con algas que colonizan la superficie de los pólipos de coral, que necesitan de la fotosíntesis para crecer. En otras palabras: la isla se va elevando por sus propios medios a medida que el nivel del mar va ascendiendo.

Estas variaciones, ascendentes y descendentes, han podido ser bien estudiadas en las regiones donde existen volcanes oceánicos (que sirven de apoyo a los atolones), donde además de las variaciones del nivel del mar, los arrecifes de coral suben y bajan frecuentemente, como consecuencia de los movimientos verticales asociados a las actividades volcánicas.

Complementariamente a estos procesos, la comparación entre imágenes de satélite de las últimas décadas, han permitido demostrar que las islas o los arrecifes de coral han aumentado de tamaño en los últimos 60 años, ya que la subida del nivel del mar se ha compensado con la sedimentación de depósitos aluviales.

Teniendo en cuenta que los océanos están comunicados entre sí, las oscilaciones del nivel del mar afectarán a todas las islas coralinas por igual y, por consiguiente, todas deberían tener idénticos riesgos relacionados con las tempestades y mareas. Sin embargo, parece que no es así y que Tuvalu esté sometida a unos riesgos excepcionales y un futuro incierto para su población. Cabe preguntarse entonces por qué otras islas, como por ejemplo las Maldivas anteriormente mencionadas, tienen ante sí un floreciente futuro como destino turístico, a pesar de que su perfil terrestre es aún más bajo (tan sólo 2 metros de altura máxima sobre el nivel del mar, respecto de los 7 metros de Tuvalu). Es decir, si otros entornos similares, sometidos a los mismos procesos, son capaces de sustentar no sólo a su población, sino incluso aceptar una considerable población flotante de turistas, ¿por qué Tuvalu se está viendo obligada a pedir ayuda internacional?  

¿Y si además de la elevación del nivel del mar Tuvalu tuviese otros problemas intrínsecos, completamente ajenos al cambio climático?

En efecto, en 2001 el gobierno de Tuvalu, esgrimiendo una de tantas profecías fallidas, anunció que las islas tendrían que ser evacuadas en caso de aumento del nivel del océano. Incluso, un científico originario de Tuvalu, propuso reasentar la población y que los costes asociados fuesen asumidos por los países industrializados, como contaminadores causantes del calentamiento global, dando por hecho el más que dudoso origen antrópico de la elevación del nivel del mar.

Pero ¿y si además de la elevación del nivel del mar Tuvalu tuviese otros problemas intrínsecos, completamente ajenos al cambio climático? Porque el archipiélago tiene tierras muy pobres, escasamente utilizables para la agricultura. Y apenas hay agua potable, que proviene fundamentalmente de las precipitaciones, complementada con plantas desalinizadoras. Pero la capacidad de recogida del agua de lluvia no es eficiente como consecuencia del bajo grado de mantenimiento de tejados, canalones y tuberías. También hay problemas con la red de saneamiento, ya que las fosas sépticas tienen fugas hacia el agua dulce del subsuelo. ¿Acaso podría ser esa la causa de que las raíces de las palmeras están empezando a pudrirse? Y si el agua dulce del subsuelo se está salinizando, ¿no podría ser como consecuencia derivada de las actividades de la población en la isla, por bombeo excesivo, como ocurre en otros muchos lugares del mundo? Si el origen del problema estuviese realmente en la subida del nivel del mar, se tendrían que estar pudriendo las raíces de las palmeras en los atolones e islas coralíferas de todo el Planeta. Y eso es algo que no está ocurriendo…

El cambio climático se ha convertido en un comodín que sirve para atribuir a las emisiones antrópicas responsabilidades que no le competen. No hay ninguna duda de que el hombre ha cometido muchas tropelías medioambientales que deben ser corregidas, como por ejemplo los plásticos que arrastran las corrientes por todos los mares (como menciona en su artículo Antonio Muñoz Molina) o los excesos en el uso de insecticidas y pesticidas. Pero no todo puede ser atribuido al cambio climático, y tampoco se puede asegurar que el calentamiento global esté producido por las actividades antrópicas.

Desde hace miles de años, desde el final de la última glaciación, se inició el aumento de las temperaturas, la elevación del nivel del mar y la desertificación del Sáhara, con velocidades incluso superiores a los ritmos que se están registrando en la actualidad, sin que ninguno de los tres procesos pueda ser achacado a las actividades antrópicas.

Es cierto que los países poco desarrollados son más vulnerables al calentamiento global que está experimentando la Tierra. Pero esos países son también más sensibles y endebles ante cualquier proceso catastrófico natural que se presente en su territorio, como los terremotos, las inundaciones o las erupciones volcánicas, cuya aparición somos incapaces de evitar, e incluso de predecir con precisión. El cambio climático debe ser considerado desde la misma óptica, y aunque sea un proceso mucho más lento, no es más que un ciclo natural que forma parte de la naturaleza de nuestro Planeta. Por lo tanto, del mismo modo que hacemos con terremotos, inundaciones y erupciones volcánicas, debemos asumirlo como inexorable, hasta que dentro de unos años o unas décadas, se inicie el enfriamiento que corresponde a la ciclicidad del ritmo planetario. Es muy difícil predecir cuando se iniciará el largo y lento proceso de enfriamiento del Planeta, pero los datos indican que el ascenso de la temperatura media global se ha desacelerado durante las dos últimas décadas. No obstante, teniendo en cuenta las continuas oscilaciones de las tendencias térmicas, es difícil decir si se trata de un dato significativo sobre la futura evolución climática.

El cambio climático debe ser considerado desde la misma óptica, y aunque sea un proceso mucho más lento, no es más que un ciclo natural que forma parte de la naturaleza de nuestro Planeta.

En contra de esta visión dinámica de la evolución climática, Thomas Piketty, el economista francés citado por Antonio Muñoz Molina, afirma que la lucha por la justicia social y la igualdad ha de ser inseparable del activismo ecologista: si quienes más tienen, sea en el país que sea, producen con su despilfarro más contaminación de la tierra, del agua y del aire, son ellos los que han de cargar con el mayor peso de las medidas fiscales y las reglas 3/3 de austeridad que deben imponerse con la máxima urgencia. No habrá otro modo de lograr una movilización mayoritaria y efectiva, ni de desmentir a los demagogos que ahora se fomentan con éxito el resentimiento y el oscurantismo anticientífico.

No cabe ninguna duda de que las diferencias existentes deben ser corregidas mediante la solidaridad internacional y que, lógicamente, deben ser los países más ricos (como en realidad se está haciendo a través de las agencias de cooperación internacional) quienes más deben contribuir. Pero esas aportaciones deben realizarse sobre bases reales, no sobre hipótesis cuya fiabilidad y exactitud, como han puesto de manifiesto miles de científicos, está muy lejos de ser demostrada. Las soluciones para esos problemas deben ser coherentes con las evidencias que ofrece la historia climática del Planeta, sin que la ciencia esté mediatizada por posturas políticas o ideológicas.

Las soluciones para esos problemas deben ser coherentes con las evidencias que ofrece la historia climática del Planeta, sin que la ciencia esté mediatizada por posturas políticas o ideológicas.

El cambio climático y el calentamiento global es un problema científico que arrastra consigo inevitables consecuencias económicas, sociales y políticas. Pero las soluciones para esos problemas deben ser coherentes con las evidencias que ofrece la historia climática del Planeta, sin que la ciencia esté mediatizada por posturas políticas o ideológicas. Como han declarado recientemente más de 1.600 científicos, entre ellos dos premios Nobel, la ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas.

Para terminar, modestamente, creemos que el contenido del artículo que aquí concluye, cuyo único objetivo es poner algunos puntos sobre las jotas (suelen ponerse sobre las íes pero, a los efectos del artículo criticado, las jotas parecen más contundentes), difícilmente puede ser tildado de oscurantista y anticientífico.


Islas Amenazadas por el Mar
por Enrique Ortega Gironés
y José Antonio Sáenz de Santa María Benedet


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

4 comentarios sobre “Islas Amenazadas por el Mar

  1. El Sr. Molina probablemente nunca leyó a Darwin, que hace más de 180 años describió el mecanismo por el que los atolones se adaptan al nivel del mar (http://darwin-online.org.uk/content/frameset?pageseq=1&itemID=F271&viewtype=text).
    tampoco leyó otros estudios más recientes confirman que efectivamente están creciendo:
    https://www.nature.com/articles/s41467-018-02954-1
    https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2213305421000059

    Me gusta

    1. Muchas gracias, estamos de acuerdo, el Sr. Molina nunca leyó a Darwin ni a ninguno de los geólogos que desde hace casi dos siglos han descrito como los atolones y arrecifes se adaptan el nivel el mar. En este tipo de artículos que se publican en Entrevisttas.com, esencialmente de divulgación, no suelen incluirse citas bibliográficas, intentando escribir en un lenguaje asequible a lectores no especializados, y comentando los procesos de forma general, sin detalles que obligarían a utilizar un lenguaje excesivamente especializado. Pero muchas gracias por las referencias que mencionas, muy útiles para demostrar que lo que se afirma en nuestro artículo es rigurosamente cierto. Un cordial saludo.

      Me gusta

Deja un comentario