La intrahistoria de Entre la ley y la honestidad

(apuntes de su autor sobre cómo escribir un libro)

Escribir es una actividad que podría definir como creativa y liberadora. Abre la puerta a la posibilidad de que los conocimientos, la imaginación y e incluso la opinión fluyan con libertad, de modo que a través de la literatura el autor puede comunicar al mundo su pensamiento, y hacerlo desde múltiples facetas; algunas de ellas quizá únicamente susceptibles de ser vertidas por medio de la metáfora, pese a las teóricas condiciones que, en principio, rigen nuestros tiempos. Por eso la literatura es el vehículo fundamental para exteriorizar, y hacerlo además con pretensión de permanencia, lo que el autor piensa realmente de esta realidad cotidiana. En especial, cuando el género literario es el del ensayo.

Empecé a escribir hace bastantes años; primero fue un libro de cuentos, titulado Cuentos desde la Oscuridad; a él le siguió La desesperación como origen del Derecho, y al que me quiero referir aquí, de publicación reciente: Entre la ley y la honestidad.

Portada de Entre la ley y la honestidad | De Diego García Paz

Este último libro constituye el segundo volumen de una serie (o saga) que comenzó con La desesperación como origen del Derecho, y con ellos pretendo realizar una auténtica tarea de vida: la construcción de una enciclopedia en la que transiten todo tipo de personajes que ha dado la humanidad y que muestren al lector la importancia de una serie de aspectos que hacen del Derecho el instrumento de la Justicia, con la finalidad de que los lectores, aun cuando sean legos en cuestiones jurídicas, entiendan que la ley no puede cumplir su finalidad (o realiza otra muy distinta) si no descansa en principios que van más allá de la legalidad. Los lectores entenderán perfectamente aquello a lo que me refiero, pues la injusticia es un sentimiento, y si nos movemos en el plano emocional, podrá llegarse a comprender muy bien el trasfondo del libro e incluso a obtener una explicación, una respuesta fundada, al por qué algo como la ley, que se presenta tan objetivo y justo, en el momento de su aplicación, de materializarse en la realidad, nos puede generar un sentimiento muy propio, con perfiles muy definidos.

El primer paso para escribir es la inspiración. En el autor tiene que nacer la idea. Se trata de un momento que verdaderamente poco tiene de reflexivo, pues quizá de la manera más insospechada, por la mera relación de dos conceptos, o incluso de una vivencia personal, surge el primer destello. De una experiencia vital un tanto dura, sorprendente o decepcionante puede también nacer la inspiración. De hecho, muchas grandes obras, y especialmente en poesía, alcanzan cotas de suma belleza teniendo como fuente un desencuentro.

Podría recomendar, para empezar a escribir, la búsqueda de algo que entiendo esencial: la originalidad. El escritor debe ponerse el reto personal de tratar de exponer aquello que desea decir al mundo de una forma propia y exclusiva, separándose de lo que ya esté escrito, en la forma y en el fondo.

Podría recomendar, para empezar a escribir, la búsqueda de algo que entiendo esencial: la originalidad.

En Derecho hay millones de libros. Y sobre la relación entre Ética y Derecho, no digamos. Son cuestiones que se pierden en la noche de los tiempos, y objeto central de la filosofía jurídica. Por lo tanto, busqué la manera de diferenciar mi producción literaria, y de este modo me he planteado vincular la materia filosófica y jurídica con personajes que nada tienen que ver, a priori, con tales disciplinas. Esto es: en Entre la ley y la honestidad no hay un personaje que sea, en puridad, un jurista. Integran el libro desde personajes de ficción protagonistas de películas cinematográficas, hasta reyes, santos, faraones egipcios, músicos, pintores, poetas o científicos. Grandes genios todos ellos, y de todas las épocas, pero no vinculados per se con el Derecho. Y sin embargo, mi tarea es buscar su enlace con la materia jurídica. Y la tienen: a través de la Filosofía. Empecé a escribir un artículo mensual en agosto de 2017, como consecuencia, efectivamente, de cierta experiencia personal, arrancando con Santo Tomás Moro, el autor de Utopía, y su enlace con el Derecho, desde un prisma novedoso, y partir de ahí, se sucedieron, mes a mes, cada día uno, personajes muy variopintos. Los treinta y dos primeros personajes conformaron La desesperación como origen del Derecho, y los treinta siguientes, Entre la ley y la honestidad.

Es por ello que, como escritor, yo recomendaría a quienes se propongan escribir un artículo o un ensayo que, ante todo, busquen ser originales y se pongan metas cada vez más complejas. El mundo necesita frescura, cosas nuevas, aquello que llame la atención de los lectores y que pueda ser aprovechado por el autor para que su mensaje llegue lo más ampliamente posible a la sociedad.

Como escritor, yo recomendaría a quienes se propongan escribir un artículo o un ensayo que, ante todo, busquen ser originales y se pongan metas cada vez más complejas.

Un segundo consejo que podría dar sería que el escritor trate de ser lo más claro y conciso posible. Hemos de emplear un lenguaje elegante, y a la vez muy claro. Esto no está exento de dificultad, pues si se trata de escribir un artículo o ensayo filosófico hay que explicar cuestiones muy complejas desde lo sencillo. La clave para conseguirlo es pensar en el lector, que no tiene por qué ser conocedor de cuestiones técnicas (máxime cuando la obra es de naturaleza divulgativa, y lo que pretende es llegar a ámbitos ajenos al que le es propio). Es necesario dirigirse a los lectores de una forma atractiva en cuanto a la temática, y con un lenguaje diáfano, para que entiendan el mensaje que queremos transmitir. En literatura y especialmente en Filosofía, la sencillez es la clave para demostrar que realmente nosotros mismos entendemos el planteamiento y que lo sabemos transmitir. Es fundamental tener capacidad de trasladar el conocimiento de forma sencilla. Esto se obtiene con la razón, reflexionando y simplificando interiormente, y a continuación con el recurso a un léxico muy comprensible, evitando composiciones complicadas. Se trata, sobre todo, de simplificar. Para ello, es preciso pensar mucho y leer abundantemente.

Diego García Paz en una de las presentaciones de su último libro

Otro aspecto que considero muy importante es la concisión, la brevedad. Vivimos unos tiempos en los que la forma en la que llega la información y en la que se busca es rápida y concentrada. Lo que se pueda decir en mil palabras, mejor que en dos mil, evitando redundancias. Esto también da lugar a cierta complejidad, desde luego, pues es más fácil extenderse que ser preciso, pero si se consigue, el mensaje considero que llega mejor y más ampliamente.

Desde el fondo, es decir, en cuanto al mensaje que el autor quiere trasladar, mi opinión es que la claridad lingüística no está reñida con el uso de recursos literarios clásicos. El autor debe saber utilizar la metáfora y demás figuras para que el lector pueda leer entre líneas. Lo ideal es que el libro admita varias lecturas; y que, en cada una, el lector descubra algo nuevo, porque el autor, de forma velada, ahí lo haya puesto. No es necesario hacer referencia explícita a ciertos hechos o a ciertos sujetos de la actualidad en un texto para que el lector los pueda ver; aquí cristaliza la calidad literaria de quien escribe. En Entre la ley y la honestidad hay varios mensajes: uno muy directo pero también otros que están y que el lector puede ver si es conocedor de la actualidad. Pensemos además que en este libro el autor habla a través de treinta personajes, y que estos personajes, aunque vivieron cada uno en su época y con sus circunstancias, nos colocan ante el espejo de la actualidad, pues el autor ha escrito sobre ellos hoy, y con un motivo.

Finalmente, creo que es muy importante cuidar la edición de libro. Cuanto más se cuide la estética del volumen, más llama la atención. El detalle de la maquetación, de la portada y de la contraportada, es fundamental. Hasta el punto de que entiendo imprescindible que la estética del libro y su contenido tengan una armonía perfecta, que haga que el lector quiera ver la portada del libro a medida que lo vaya leyendo. Esto ocurre en Entre la ley y la honestidad, cuya edición llevada a cabo por Literatura Abierta, es magnífica.

Entiendo imprescindible que la estética del libro y su contenido tengan una armonía perfecta, que haga que el lector quiera ver la portada del libro a medida que lo vaya leyendo.

En tiempos de internet y redes sociales, entiendo que es imprescindible conciliar la edición impresa del libro (que nunca será equivalente a lo virtual) con el manejo adecuado de aquellas herramientas tecnológicas, pues tienen algo muy bueno: la interconexión planetaria y humana, que permite dar a conocer la obra de una manera que hasta hace no mucho era impensable. Para mí es una manifestación de como internet es medio y no fin, pero un gran medio. De hecho, he de significar que los artículos compilados en los libros fueron objeto de previa difusión a través de la red, y como consecuencia de su éxito por esa vía, surgió su impresión física. Por lo tanto, hay que estar también con los tiempos y no desdeñar en absoluto las posibilidades que se abren por ese camino.

En definitiva, estas son las notas que, desde mi perspectiva, pueden contribuir a que aquella persona que se plantee escribir un libro tenga unas premisas sobre las que construir su obra, y que, a diferencia de lo que se pueda decir a través de la palabra oralmente expresada, hagan de su libro un elemento para la posteridad, pues esta es la vocación de quienes escribimos: dejar un legado y que nos lean, aunque nuestra propia vida sea una hoja movida por el viento.


La intrahistoria de «Entre la ley y la honestidad»
(apuntes de su autor sobre cómo escribir un libro)

por Diego García Paz


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