Caronte

Capítulo # 17 del libro 101 Relatos del Periodismo
de la Editorial Vinatea
por Carmen Nikol | Relato corto dedicado a la figura de Carmen de Burgos


«¡Muero feliz porque muero dentro del triunfo republicano! ¡Viva la República!». Esta fue la última cita de Carmen de Burgos. Pero su pensamiento se lamentaba –como la mayoría– con un «No, aún no». En sus últimos momentos, miró con cariño a Gregorio Marañón, su gran amigo, así como al resto de médicos que no pudieron hacer nada por ella.

Caronte, por Carmen Nikol
Caronte, el barquero que, en la tradición clásica, recibe dos monedas (colocadas sendas en cada ojo del difunto o difunta) y que acumula grandes cantidades de dinero por trasladar a los muertos en su último destino final hacia la muerte.

Tampoco para Carmen hubo Caronte, pues yo también evoluciono con los tiempos. No necesito de barcos ni monedas. Desde hace mucho, me dedico a dar una buena bienvenida a quienes han merecido el respeto de la gran mesa redonda y a castigar, durante la eternidad, a quienes no lo han recibido. Aquí, en mi adorable morada a la que, a pesar de todo, nadie quiere venir demasiado pronto –como si el tiempo tuviese un mayor valor en vida–, la bienvenida se da a través de una mano amiga. Y Carmen la recibió de la Pardo-Bazán. Fue ella la que se le mostró en la luz del túnel, la que se la extendió para darle a entender que había pasado a mejor vida (ciertamente es así). Carmen la saludó con cariño y con resignación, con la inmensa inteligencia emocional de la que siempre había hecho un buen uso.

Acto seguido, se acercaron su principal editor, Augusto Suárez de Figueroa, el que consiguiera que publicase la mayor parte de su carrera periodística –cerca de 10.000 artículos– junto a Francisco Sempere –quien pondría la editorial valenciana a su entera disposición, tras comprobar su talento como traductora, y con quien publicó muchas de sus novelas–, su suegro, su marido… A éste, como siempre, también le perdonó, así como perdonaría en vida a María, su hija, junto a su amante, el gran Gómez de la Serna, quienes tuvieron un idilio que la martirizó casi fatalmente. Y sí: también a él lo abrazó, como a los demás.

Emilia, tras los primeros abrazos, la condujo a la sala de mesas redondas y, allí, se encontró con sus padres y amigos brindándole el calor que tanto necesitaba. Pero, además, junto a ellos, comenzó a ver a gentes que no acababa de reconocer con claridad, si bien, con su afilada intuición femenina, supuso que serían de la talla que esperaba encontrar al morir.

Caronte, por Carmen Nikol

Lo que verdaderamente no esperaba era que, en mi gran gran villa, todos y todas entraran con la capacidad que ofrece la brillante luz de hablar nuestro esperanto. Se maravilló en cuanto se comenzaron a presentar Hipatia, Olympe de Gouges, Flora Tristán, Emmeline Pankhurst, Dolors Aleu i Riera, Louise Michel, Isabel Barreto de Castro, Jeanne Baret, Rosario Weiss, Fátima Al-Fihri, Rosalía de Castro, Juana (la malinterpretada como la loca) y su madre Isabel la Católica; la recientemente allegada Dña. Julieta Banteri, Malinche, Catalina de Aragón, Lucretia Mott, María Andresa Casamayor, Mary Anning, Rosa Luxemburgo, Mary Shelley, Raymonde de Laroche, María Guerrero, Aspasia, Sophie Germain, la reina Victoria I, Lady Godiva, Nefertiti, Francisca Burdeos… Se sentía abrumada por tanto conocimiento, tanta mujer luchadora.

Tras estas presentaciones, vinieron las de los hombres que Carmen había estudiado y admirado a lo largo de sus largas jornadas de periodismo de investigación, siempre buscando fuentes fidedignas para todo lo que había conseguido publicar.

Emocionada, se giró hacia mí y me dio las gracias por la oportunidad que le ofrecía. ¡A mí! ¡A su ejecutora! Ella había entrevistado a muchísimas mujeres, y a muchísimos hombres, a lo largo de su vida; había hecho, además, varias encuestas sobre el divorcio y otras materias sociales. En su fin y cabo, podría entrevistar a todos/as los/as que habían fallecido antes que ella. Luego, se dirigió a la sala y expresó su gran gratitud, expresando que tenía intención de seguir con su labor periodística, a través de la eternidad, y que deseaba que quienes quisieran ser entrevistados que levantasen la mano (la mano, sí, porque aquí seguís teniendo la imagen que más os ha gustado de vuestra figura en vida). La sala se inundó de manos: todos y todas querían charlar con Carmen de Burgos, pues la mayoría la conocía bien por referencias o porque la había estado siguiendo mientras se dedicaba a su incesante labor de escritora. Era bien sabido que había sido la primera periodista española, la primera corresponsal de guerra (también); que había conseguido innumerables hitos, todos de la mano de su espíritu libre: defender una ley del divorcio, la abolición de las leyes que menguaban penas por abuso a menores o a las esposas, la defensa de otras formas de disfrute sexual, así como su incansable defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, especialmente a la hora de conseguir el sufragio universal. Tanto se codeó con la realeza como con la clase obrera. Y siempre, siempre, quiso que el profesorado evolucionase hacia una educación más ecuánime.

Caronte | Carmen de Burgos
Imagen creada por Carmen Nikol

Si en la Tierra la llamaban, entre otros motes, la divorciadora, en mi reino la llamábamos la polígrafa. Su pluma rezaba a los versos de otros tantos autores, a los que honraba con otro de sus dones: la pericia en el ejercicio de las traducciones. Por todo lo que había conseguido, merecía el sobrenombre de diosa, pero aquí eso no se estila y, además, sabíamos que a ella no la educaron para ser religiosa pues era laica desde niña (no le hablaron de Dios ni de leyes en el seno de su hogar, por lo que organizó sus propias reglas y no era afín a figuras divinas ni eclesiásticas). Carmen de Burgos, almeriense de nacimiento y madrileña por devoción, era mucha Carmen.

Caronte, con sus riquezas derivadas de las monedas depositadas en los ojos de los muertos
Imágenes por Carmen Nikol Digital Art

Sabía bien que no se podía interpretar lo acontecido en otros momentos de la historia mirándolo con los ojos de su aprendizaje, de su experiencia vital. Aún así, y justamente por eso, tenía un gran interés en entrevistar a las batalladoras y a las que se tuvieron que cambiar el nombre (a uno de varón) o la imagen para poder ejercer oficios u obtener mejores oportunidades. Sin embargo, se entrevistó primeramente con Hipatia. El resto les escuchábamos con gran atención. Por desgracia, aquí no hay lápiz ni papel y la memoria no sirve del mismo modo, aunque podemos siempre regresar a momentos pasados y revisar lo que nos apetezca. Esa es nuestra gran ventaja. Y me incluyo en esta apreciación porque también yo lo disfruto.

Caronte | Carmen de Burgos
Imagen creada por Carmen Nikol

Llegado a un punto, se retiró del tumulto y me dijo:

  • Mi bienvenida desearía dársela, si me lo permites, a María Sabater, por ser la periodista que ha comenzado recientemente a ser locutora de radio (la parte periodística que a mí se me quedó pendiente). Y también, por supuesto, a mi querida Clara Campoamor, pues si no llega a ser por el trabajo que conseguimos conjuntamente (con su partido pudo entrar en el Congreso y culminar la lucha que tanto bregué), no existiría aún el voto femenino en mi querida España.
  • Así sea –contesté.

Ahora, me dirijo a ti, lector, para recordarte que aquí, en mi humilde morada, serás siempre bienvenido si forjas una vida con valores que no me molesten, si no resultas díscolo en cuestiones de moral y, por el contrario, vives con ganas de mejorar tu sociedad o, como infante, te portas bien.

Un saludo cordial,

La muerte (te sigo esperando)

Caronte | Carmen de Burgos
Imagen por Carmen Nikol

Caronte | Por Carmen Nikol
Capítulo # 17 del libro 101 Relatos del Periodismo
de la Editorial Vinatea

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