¿Negacionismo o realismo climático?

Simplificando el complejo problema del calentamiento global

Hace unos años, se acuñó el término negacionista para calificar a aquellos que negaban la existencia del calentamiento global y del cambio climático. Hoy en día, las evidencias del aumento de la temperatura del planeta son tan incontestables que se puede afirmar que ese tipo de negacionismo ha desaparecido prácticamente, aunque el término se sigue utilizando en un sentido diferente.

Desde un punto de vista general, las diferentes posturas que se están adoptando en relación con el calentamiento global pueden dividirse en tres grandes grupos. El primero de ellos, es el que afirma (ignorando tanto la historia geológica del planeta como la naturaleza de los cambios climáticos), que el aumento de temperatura está exclusivamente causado por las actividades humanas. El segundo, más respetuoso con el conjunto de datos climáticos disponibles sobre tiempos pasados, reconoce que en la historia de la Tierra y sin intervención humana, ha habido cambios climáticos más importantes que el proceso que vivimos en la actualidad, pero que el planeta está calentándose más rápidamente de lo que debería, y que esa aceleración sí es debida a la acción del hombre. El tercer grupo considera que los cambios climáticos que se están produciendo hoy son absolutamente normales y similares a los registrados en tiempos pasados. Y es este último grupo, al que pertenecen los autores de este artículo, sobre el que recae actualmente el calificativo de negacionistas, no por oponerse a la existencia del cambio climático, sino por negar su origen antrópico.

A pesar de las significativas diferencias conceptuales entre los dos primeros grupos, ambos comparten el mismo punto de vista: la presente evolución climática está condicionada por las actividades humanas y, por lo tanto, es el hombre quien debe frenarla y revertirla. Por el contrario, el grupo negacionista (que se reconoce mejor a sí mismo bajo la denominación de realistas climáticos), considera que la evolución climática está controlada por diferentes procesos naturales (cósmicos, solares, volcánicos, etc.) que no pueden ser modificados por el ser humano y que la influencia antrópica en el calentamiento global es insignificante. Y que, por lo tanto, el hombre no tiene capacidad para frenar, y mucho menos revertir, este proceso de calentamiento.

En el momento actual, los dos primeros grupos, alentados y apoyados por numerosos gobiernos occidentales y entidades internacionales, son numéricamente mayoritarios y tienen una postura claramente dominante, con una presencia constante en los medios de comunicación. Por el contrario, los partidarios del realismo climático, a duras penas se hacen oír en televisiones, periódicos o cadenas de radio de máxima audiencia, cuando no son directamente censurados como ha ocurrido en casos recientes.

Los partidarios del realismo climático, a duras penas se hacen oír en televisiones, periódicos o cadenas de radio de máxima audiencia, cuando no son directamente censurados como ha ocurrido en casos recientes.

Además, los científicos pertenecientes a los dos primeros grupos, numéricamente muy mayoritarios, están transmitiendo continuamente a la opinión pública que existe un infalible consenso científico sobre el origen antrópico de la situación climática actual, descalificando así cualquier postura que se oponga a sus hipótesis. Sin embargo, la realidad es muy diferente. En primer lugar, no debe olvidarse que, de acuerdo con el diccionario de la RAE, el consenso se define como un acuerdo adoptado por consentimiento entre todos los miembros de un grupo. Y este no es el caso, porque existe un grupo de científicos (posiblemente no tan minoritario como se cree, pero en cualquier caso significativo), que desde hace décadas han venido oponiéndose a las tesis oficiales sobre el calentamiento global, y cuyos argumentos han sido y están siendo sistemáticamente ignorados y hurtados a la opinión pública.  Y, en segundo lugar, no debe olvidarse que el mundo de la ciencia nunca se ha regido por criterios democráticos ni por consensos, y la existencia de una mayoría partidaria de una determinada hipótesis, no implica que ésta sea indefectiblemente la interpretación correcta. Si así fuese, sería imposible el progreso del conocimiento y aún estaríamos convencidos de que nuestro planeta es plano y está en el centro del universo. Es decir, que aplicando el mismo criterio, a finales del siglo XV existía un amplio consenso sobre la imposibilidad de llegar a las Indias navegando hacia el Oeste desde España. Como afirmó hace algunos años el prestigioso físico francés Pascal Richet (Institut de Physique du Globe de París) en relación con el cambio climático, la noción de consenso no es pertinente, porque la historia de la ciencia no es más que un largo paseo por el cementerio donde descansan en paz las ideas aceptadas sin discusión durante mucho tiempo. Más bien, sirve de justificación para desterrar del debate cualquier idea heterodoxa que cuestione el dogma.

Porque el debate entre investigadores sobre el origen del cambio climático sí que existe, aunque desgraciadamente restringido al entorno de la comunidad científica. Durante los últimos años, han sido numerosas las publicaciones que han presentado argumentos en contra de las tesis oficiales sobre el origen del calentamiento global, discutiendo el papel asignado al CO2 como agente magnificador del efecto invernadero, y criticando los modelos estadísticos e informáticos que profetizan un futuro climático catastrófico.  Pero este debate está siendo escamoteado a la opinión pública, al ocultarlo detrás de la cortina de humo de un falso consenso.

Debe reconocerse que es muy difícil contrarrestar la avalancha monolítica de informaciones catastrofistas mediante argumentos válidos que sean asequibles para el gran público. Para un ciudadano medio, sin la formación científica suficiente, es imposible evaluar con sus propios medios los sofisticados razonamientos de los especialistas sobre las herramientas estadísticas introducidas en los modelos, los parámetros termodinámicos y físico-químicos que controlan el comportamiento de la atmósfera y del océano, o los registros climáticos almacenados en la historia geológica representados en complejos gráficos. Por eso, la gran mayoría de la gente no tiene más remedio que formarse una opinión mediante las distorsionadas informaciones que recibe a través de los medios de comunicación.

Sin embargo, aunque el problema sea realmente difícil de abordar, la propia naturaleza se encarga de dar informaciones y claves que permiten simplificar, de forma asequible,  los complejísimos modelos elaborados por los científicos. Es fácil comprender que la consecuencia más directa del calentamiento del planeta es la subida del nivel del mar como resultado de dos factores: la fusión de los hielos glaciares (tanto continentales como oceánicos) y el aumento de volumen del agua, que se dilata ligeramente al calentarse.

Los datos geológicos de muchas áreas del Planeta indican que la Tierra inició su periodo de calentamiento actual hace unos 20.000 años, y que como consecuencia de ese aumento de temperatura, el nivel del mar se ha elevado desde entonces más de 120 metros.  Un sencillo cálculo, dividiendo esos 120 metros (120.000 milímetros) por el número de años transcurridos, nos indica, que el nivel del mar lleva veinte milenios ascendiendo a un ritmo de 6 milímetros al año. Pero debemos tener en cuenta que ese valor es tan sólo un promedio y que el ascenso del nivel del mar, en paralelo con las variaciones de temperatura, aunque la tendencia a largo plazo haya sido las de la elevación, no ha sido continuo y ni lineal. En realidad, el nivel del mar, de forma sincrónica con los aumentos y disminuciones de la temperatura,  ha sufrido oscilaciones, con avances y retrocesos. En la Figura 1, la línea negra, dentada y con bruscos ascensos y descensos, representa la evolución detallada de la temperatura, mientras que la línea roja representa la tendencia oscilatoria del conjunto.

Figura 1. Evolución de la temperatura durante los últimos 3.400 años.

Como consecuencia de estas oscilaciones, el nivel del mar ha llegado a estar incluso por encima del actual en momentos geológicamente muy recientes. Así se ha verificado por ejemplo en la costa del sur de Valencia, en la marjal de Pego – Oliva (Figura 2),  donde los sondeos han permitido comprobar que hace 7300 años (línea roja), el nivel del mar estaba por encima de la línea de costa actual (línea gris fina).

Figura 2. Evolución de la línea de costa en la Marjal de Pego – Oliva durante los últimos 9.000 años.

Fenómenos similares se han detectado en otras zonas del litoral español, como por ejemplo en la Ría de Vigo, donde se ha verificado que el nivel del mar experimentó una elevación aproximadamente simultánea con la detectada en la costa valenciana, tal y como puede apreciarse en la Figura 3.

Figura 3. Evolución del nivel del Atlántico durante los últimos 18.000 años.

Estas oscilaciones y variaciones implican que, durante determinados periodos de los últimos veinte milenios, la velocidad de ascenso del nivel del mar fue superior a la del promedio (6 milímetros al año) para compensar la regresión correspondiente a las etapas de descenso. Así, en algunos periodos se llegaron a registrar velocidades que llegaron a duplicar ese valor promedio. Si atendemos a la situación actual, las medidas registradas en nuestras costas por mareógrafos indican que las variaciones del nivel del mar durante el siglo XX han sido del orden de 1,4 mm/año durante todo el siglo xx, y alrededor de unos 2 mm/año si se considera solo la segunda mitad del siglo xx. Es decir, valores muy bajos en relación con las velocidades registradas en épocas anteriores, indicando que la velocidad de ascenso del nivel del mar es ahora mucho más lenta que en periodos más antiguos.

Recientemente, el IPCC (International Panel on Climatic Change), el organismo promovido por la ONU cuyas predicciones sirven de fundamento para la inmensa mayoría de informaciones sobre cambio climático que se difunden en los medios de comunicación, ha anunciado que el nivel medio mundial del mar, de acuerdo con medidas de satélite, está creciendo a un ritmo de 4 milímetros al año entre 1990–2025 (prácticamente el doble que el registrado por los mareógrafos en España). Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Meteorología, esta información ha sido ampliamente difundida en prensa, radio y televisión, (véase por ejemplo La Vanguardia del 20 de marzo de 2024) publicando la gráfica reproducida en la Figura 4, donde en la línea ascendente se han señalado tres tramos con diferentes velocidades.

Figura 4. Evolución del nivel del mar durante los últimos 34 años

Sin embargo, a pesar de su explícita interpretación, la gráfica deja abiertos dos grandes interrogantes. En primer lugar, una aceleración tan significativa que duplica la velocidad en tres décadas, en una representación a escala geométrica, debiera mostrar un acusado cambio de pendiente, y sin embargo la tendencia observada es prácticamente lineal. Y en segundo lugar, la observación aislada de las tres últimas décadas, sin tener en cuenta lo ocurrido anteriormente, ofrece una visión sesgada e incompleta de la realidad. En efecto, en la gráfica de la Figura 5 elaborada por la NASA, se representa la evolución del nivel del mar durante los últimos 120 años, pudiendo observarse que en décadas anteriores (entre 1920 y 1950), el ritmo de ascenso del nivel del mar era similar al actual. También, se aprecia con claridad que entre los años 1950 y 1980, a pesar del continuado aumento del CO2 atmosférico que se registró durante ese periodo, el ascenso del nivel del mar se ralentizó sensiblemente.

Figura 5. Evolución del nivel del mar durante los últimos 120 años, de acuerdo con los datos publicados por la NASA.

No existe correlación, según la tabla, entre la evolución del dióxido de carbono en la atmósfera y el ascenso del nivel del mar, y las velocidades de elevación registradas actualmente no son anómalas ni excepcionales. A estas interpretaciones sesgadas de la realidad actual, deben añadirse las dificultades que entraña la estimación del nivel medio del mar para todo el conjunto del planeta. En efecto, en un informe de la Agencia Espacial Europea sobre las medidas altimétricas mediante técnicas satelitales, se advierte que la elevación del nivel del mar en los océanos está muy lejos de ser uniforme. De hecho, en algunas zonas se ha observado que se ha elevado hasta 20 milímetros en un solo año, mientras que en otras ha permanecido estable, o incluso ha descendido, poniendo de manifiesto las dificultades que entraña establecer su variación con una precisión milimétrica mediante técnicas satelitales.

Sin embargo, apoyándose en las predicciones de sofisticados modelos informáticos (esos mismos modelos que profetizaron que nos íbamos a achicharrar por culpa del agujero de ozono, que el hielo tenía que haber desaparecido desde hace años en el Polo Norte, que ya nunca más tendríamos nieve en Europa, o que Venecia y Ámsterdam tendrían que estar ya bajo las aguas), nos profetizan que la velocidad de ascenso del nivel del mar se acelerará hasta los 5,5 milímetros en el año 2100. Pero este aumento sólo se produciría si se cumplen los acuerdos suscritos en la Cumbre de París de 2015 para la reducción de las emisiones de CO2, ya que en caso contrario las perspectivas serían mucho más desastrosas.

Durante los últimos días, coincidiendo con la celebración del Dia Mundial de la Meteorología, se ha producido una nueva avalancha de informaciones catastrofistas (como el ejemplo de La Vanguardia anteriormente mencionado) indicando que el año 2023 ha sido el más cálido desde que hay observaciones climáticas, que los océanos estan hirvientes, y que van a engullir nuestras zonas costeras. No hay ninguna duda de que el año 2023 ha sido el más cálido de los últimos 174 años, pero no es cierto que sea el más caliente desde que existen observaciones climáticas. En efecto, las técnicas actuales permiten conocer las temperaturas que existieron antes de que hubiese termómetros, y como se puede apreciar en la Figura 1, en épocas pasadas, sin intervenciones de la industria que apareció con la revolución industrial, se alcanzaron temperaturas más elevadas que las actuales. Y también (ver Figuras 2 y 3), que el nivel del mar estuvo recientemente (en términos geológicos) por encima del actual. Es indudable que el planeta se está calentando, pero esto no representa un episodio anómalo ni excepcional. La geología nos enseña que, con oscilaciones, así viene ocurriendo en el actual ciclo interglaciar desde hace 20.000 años. Y además, el presente ciclo de calentamiento, es tan solo uno más de los cientos o miles de ciclos cálidos que ha conocido la Tierra desde su origen, de los cuales nueve se han registrado tan sólo durante los últimos 800.000 años. También está fuera de duda que el nivel del mar está elevándose como consecuencia del calentamiento, pero del mismo modo que ocurre con la evolución de la temperatura, la geología nos enseña que el nivel del mar nunca ha permanecido estable y ha variado incesantemente al ritmo que ha marcado la evolución térmica.

Figura 6

Así, en la fotografía de la Figura 6, se observa como el mar ha invadido las construcciones de una zona costera, pero eso no debería sorprendernos ya que, como se ha comentado anteriormente, el nivel del agua viene ascendiendo desde hace miles de años. En la Figura 7 se ha representado un fotomontaje donde, en las tomas aéreas, se puede apreciar cómo la antigua vía romana de acceso a la Peninsula de Vizula (Noroeste de Croacia) está hoy situada bajo el agua.

Figura 7. Ruinas romanas de la Península de Vizula (Medulin, Istria, Noroeste de Croacia).

En sentido opuesto a las imágenes anteriores, existen también evidencias de los momentos en que el nivel del mar estuvo por encima del actual. Así, la Figura 8 muestra una antigua playa formada durante el anterior periodo interglaciar, hace 126000-115000 años, en la Playa de Lourido. En la foto izquierda se puede apreciar una antigua playas de cantos que constituye actualmente una terraza cubierta de hierba. La fotografía derecha muestra una antigua playa de arena, evidenciando que el mar penetró tierra adentro, hacia la derecha, internándose en el valle.  

Figura 8. Playa de Lourido, al sur de Muxia (Galicia), vista desde el nuevo Parador Nacional de Turismo.

Los ejemplos de las figuras 6, 7 y 8 ilustran cómo el avance y el retroceso de las playas se produce en sincronía con la subida y la bajada del nivel del mar. Es decir, que en contra del temor que a veces se suscita en informaciones de los medios de comunicación, las playas no desaparecen como consecuencia del cambio climático, sino que simplemente se desplazan, tierra adentro o mar adentro, en respuesta a las variaciones del nivel de las aguas. Por ello, si en el momento actual algunas construcciones costeras están amenazadas, no se debe a imprevisibles fenómenos extraordinarios, sino simplemente a una planificación inadecuada del uso del suelo que ha ignorado las reglas de la naturaleza, del mismo modo que ocurre cuando se construye en cauces de barrancos que las aguas vuelven a ocupar cuando la pluviosidad se lo permite.

A pesar de todas estas evidencias, se nos afirma incesantemente que la evolución climática actual es anómala y que como consecuencia de las emisiones humanas de CO2, están sucediendo cambios que nunca antes habían ocurrido. No obstante, si el calentamiento que se está produciendo fuese realmente anómalo, ¿no debería estar subiendo el nivel del mar a velocidades inusualmente rápidas? Y, sin embargo, tanto los rangos de temperatura como las velocidades de variación del nivel del mar están dentro de parámetros totalmente normales respecto de lo ocurrido en el pasado. Incluso, como se ha mencionado anteriormente, la velocidad de aumento del nivel del mar puede considerarse que es lenta en comparación con lo ocurrido en recientes épocas anteriores.

En estas condiciones, las interpretaciones oficiales que se están haciendo sobre las variaciones climáticas que se están observando, inducen a la formulación de muchas preguntas. Los cambios que se observan, ¿no podrían ser simplemente consecuencia de los ciclos naturales que se están produciendo desde el principio de los tiempos, como sugiere la Figura 1? ¿Puede alguien garantizar que la reducción de emisiones de CO2 frenará el calentamiento?  ¿Por qué una pequeña elevación de la temperatura de sólo grado y medio desde el inicio de la época industrial (un pequeño calentamiento comparado con otros anteriores registrados en la historia geológica) debe ser considerado como un punto de no retorno? ¿ Por qué se considera como temperatura ideal del planeta la que existía en 1850 y no la de otros periodos más cálidos cuando se produjo una eclosión de vida sobre la Tierra? ¿Por qué no se está teniendo en cuenta que durante la Época Romana y la Edad media las temperaturas fueron 1-2ºC superiores a las actuales, del mismo modo que durante la Pequeña Edad de Hielo estuvieron 1-2ºC por debajo? ¿Porqué se nos ofrecen sistemáticamente datos parciales y sesgados, que presentan una visión distorsionada de la realidad, ignorando lo ocurrido en tiempos pasado, como demuestra la comparación entre las Figuras 4 y 5? ¿Se pueden calificar como negacionismo las dudas sobre la fiabilidad de las predicciones basadas en modelos climáticos que, hasta la fecha, han fallado más que una escopeta de feria? ¿No sería más realista prestar atención a los datos e informaciones que nos proporciona la historia geológica de nuestro planeta y llamar negacionistas a quienes ignoran los procesos naturales que han causado los cambios climáticos del pasado, que originan los cambios actuales y también generarán los del futuro?

Y, aunque eso es ya harina de otro costal, deberíamos preguntarnos quienes y por qué tienen tanto interés en distorsionar la realidad presentándonos sistemáticamente fenómenos naturales como excepcionales y anómalos. Responder a estas dos últimas preguntas, complicadas y poliédricas, con muchas facetas, ya no forma parte del mundo de la Ciencia. Para ello, como solían decir los escritores decimonónicos, el sagaz lector sabrá deducir sus propias conclusiones y obtener sus respuestas.


¿Negacionismo o realismo climático?
Por Enrique Ortega Gironés,
José Antonio Sáenz de Santa María Benedet
y Stefan Uhlig



Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

Deja un comentario