La perforación mediante sondeos es la técnica que permite estudiar en directo la naturaleza y la geometría de las rocas del subsuelo. En el caso particular de la exploración minera, en la búsqueda de nuevas minas, los sondeos son imprescindibles para determinar el volumen y la riqueza del yacimiento, calcular sus reservas y establecer su explotabilidad. La técnica consiste en perforar las rocas mediante un largo tubo metálico, al que se le adosa una corona abrasiva que, al girar a gran velocidad, va cortando la roca.
A medida que la corona va penetrando, va dejando en el interior del tubo un cilindro macizo de la roca que se ha atravesado. A esos cilindros, como portadores de información sobre las rocas que existen en profundidad, se les denominan testigos. A medida que el sondeo va descendiendo, se van añadiendo tubos y mediante un ingenioso mecanismo, cada cierto tiempo, se va extrayendo de su interior el cilindro de roca, izándolo hasta la superficie mediante un cabrestante. Luego, se van colocando en cajas, en filas alineadas, donde se va anotando cuidadosamente la profundidad de cada tramo, para que pueda ser posicionados y estudiados.
Para sondeos de pequeña longitud, se puede mantener el mismo diámetro de tubos desde el inicio hasta el final, pero si se planifica una perforación larga, se suele proceder a una progresiva reducción de diámetro, a medida que va aumentando la profundidad. La maniobra de disminución en la anchura de la perforación es un momento complicado, donde pueden aparecer problemas mecánicos.
La ejecución de un sondeo no es tarea sencilla ni fácil y de hecho, son bastante frecuentes los incidentes que entorpecen y retrasan la perforación. El más grave de todos es el encasquille, cuando el tubo perforante deja de rotar, frenado por las paredes de roca que le rodean. Cuando se produce este percance, desatascar la perforación no es cosa fácil, y puede lograrse tan sólo gracias a la pericia y experiencia del sondista encargado de la maniobra, después de bastantes esfuerzos.
La duración de una campaña de sondeos de exploración suele ser bastante imprevisible, porque depende de los resultados que se vayan obteniendo. Si las primeras perforaciones no cumplen las expectativas y no se encuentra el mineral en cantidad o calidad suficiente, la campaña se suspende. Por el contrario, si los resultados son positivos, se continua el trabajo hasta completar el reconocimiento y evaluación del yacimiento encontrado. En este último caso, puede durar varios años. Por eso, se suele decir que los sondistas, del mismo modo que los marineros, tienen un amor en cada puerto, tienen una novia en cada yacimiento.
Se suele decir que los sondistas, del mismo modo que los marineros, tienen un amor en cada puerto, tienen una novia en cada yacimiento.
Los prolegómenos de esta narración, un tanto prolijos, son imprescindibles para poner en contexto una historia que ocurrió, hace ya algunos años, en un país de la estepa asiática, donde una compañía multinacional realizó una larga campaña de sondeos. Durante el periodo que duró aquel trabajo, el sondista encargado de las perforaciones estableció una relación con una mujer de la población más cercana, noviazgo que se vio abocado al final cuando terminaron las perforaciones.
Años después, aquel sondista y algunos miembros de su equipo de perforación, tuvieron que regresar a aquella misma ciudad, para mantener una reunión de trabajo con técnicos de otra empresa. Finalizada la reunión, fueron invitados a cenar por sus anfitriones, ofrecimiento que les fue imposible declinar. La cena fue transcurriendo bajo una atmósfera cordial y relajada, pero antes de que sirvieran los postres, el sondista se levantó de la mesa, excusándose por un asunto urgente e imprevisto, afirmando que regresaría en unos minutos. Los colegas de la otra empresa quedaron un poco extrañados por aquella brusca estampida, pero, discretamente, no dijeron nada. Por el contrario, sus compañeros, sonrientes, se miraron unos a otros con guiños de complicidad, suponiendo cuál era el verdadero motivo de aquella urgencia. Todo el mundo continuó sentado a la mesa, degustando los postres. Y luego, como suele ser habitual, se entabló una amena charla acompañada por las libaciones de rigor.
Mientras tanto, trascurría el tiempo sin que regresase quien había afirmado que volvía enseguida, y uno de los anfitriones se interesó por él, preocupado, preguntando si le habría ocurrido algo. Los compañeros del sondista, sonrientes, se miraron entre sí, y uno de ellos, con un brillo malicioso en los ojos, preguntó:
— ¿Se habrá quedado encasquillado?
Los anfitriones, sorprendidos y extrañados, carentes de la información necesaria para estar en el ajo de aquella pregunta con doble sentido, pusieron cara de no entender nada. Pero otro de los colegas, rápido de reflejos, respondió de inmediato:
— ¡No, un buen sondista nunca se encasquilla al cambiar de diámetro!
Ese día, yo no estaba allí, pero tal y como me lo contaron, lo cuento…
Sondeos retrospectivos | Por Enrique Ortega Gironés