Los Rothschild, el mercurio y la Memoria Histórica

En los tiempos que corren, cuando se habla de Memoria Histórica, como consecuencia de la legislación recientemente aprobada y del despliegue de los medios de comunicación, la atención tiende a focalizarse automáticamente en lo ocurrido en el entorno de la Guerra Civil y la Segunda República, guardando un discreto silencio sobre lo que acaeció durante el siglo anterior, especialmente durante la Primera República. Sin embargo, desde el punto de vista conceptual, la memoria histórica no debe restringirse a ningún periodo determinado, ya que puede definirse como el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado, para valorarlo y considerarlo con respeto. Desde este punto de vista, nuestra historia está llena de episodios que merecen ser valorados y respetados, y que sin embargo, duermen olvidados entre las páginas de libros que nadie lee.

Algunos de estos episodios cruciales están relacionados con la Mina de Almadén, provincia de Ciudad Real, un yacimiento de mercurio que fue ya explotado por los romanos. Aparte de su longevidad (más de dos milenios de actividad), Almadén tiene un récord que ninguna otra mina en el mundo ha podido batir hasta la fecha, ya que de ella ha salido un tercio de todo el mercurio consumido por la humanidad a lo largo de toda su historia. No hay ningún otro yacimiento que, ni de lejos, haya producido un porcentaje similar para ningún otro mineral. Pero no es este el único récord, ya que Almadén puede presumir de haber sido el soporte económico de su país, algo que no puede decir ninguna otra mina de todo el mundo. Y, en el caso de Almadén, puede alardear además de haberlo hecho en dos ocasiones.

Almadén tiene un récord que ninguna otra mina en el mundo ha podido batir hasta la fecha, ya que de ella ha salido un tercio de todo el mercurio consumido por la humanidad a lo largo de toda su historia

La primera de ellas, quizás la más conocida, ocurrió entre los siglos XVI y XVII, cuando los banqueros alemanes de la familia Fugger (conocidos en España como Fúcares) obtuvieron durante casi un siglo, el arriendo de la Mina de Almadén para pagar deudas contraídas, primero por Carlos I y luego por su hijo Felipe II. Eran préstamos dedicados esencialmente a financiar las guerras religiosas que mantuvo la corona española con media Europa.

Fachada del inmueble donde tuvieron su oficina y vivienda los administradores de los Fúcares en Almadén.
Este histórico edificio está hoy reconvertido en hotel.

En aquellos momentos, el mercurio, teniendo en cuenta su papel como garantía para los préstamos, su elevado precio en el mercado y su importancia para la obtención del oro y la plata en las explotaciones mineras de América, significaba para la economía española algo así como lo que representa actualmente el petróleo para los Emiratos Árabes.

La segunda ocasión, más reciente, es sin embargo mucho menos conocida. Se produjo en la segunda mitad del siglo XIX, el más turbulento y caótico, desde el principio hasta el final, de toda la historia de España, una verdadera sucesión de despropósitos y calamidades. Durante sus primeros años tuvo lugar la invasión napoleónica, con la abdicación de Fernando VII y la aprobación de la primera Constitución española, la famosa Pepa, mientras el rey estaba en el exilio y el trono era usurpado por José Bonaparte, alias Pepe Botella.

Después de la expulsión de los franceses, el país que encontró a su regreso Fernando VII el deseado (aunque muy pronto iba a desengañar y traicionar esos buenos deseos), estaba sumido en la ruina y en la bancarrota. Nada más volver, no tuvo mejor ocurrencia que levantar la tapa de la caja de los truenos, aboliendo la constitución que con tanto trabajo se había aprobado durante un periodo tan difícil. Así, se abrió la veda para una larga temporada de inestabilidad, revueltas y pronunciamientos, que en nada contribuyeron a sanear las arcas públicas, ya bastante maltrechas. El primer golpe militar llegó en 1820, restaurando inmediatamente a La Pepa,  aunque estuvo tan sólo tres años en vigor, porque en 1823 entró de nuevo en España el ejército francés (130.000 militares, a los que llamaron cien mil hijos de San Luis) para restablecer el absolutismo. Los liberales, se refugiaron en Cádiz, teniendo como rehén al rey, pero no pudieron resistir el sitio al que fueron sometidos por los franceses y se vieron obligados a pactar. Fernando VII fue liberado, con la palabra de honor de que Su Majestad mantendría vigente la Constitución. Pero aquella promesa duró menos que una bandeja de pasteles a la puerta de un colegio, y de inmediato decretó la abolición de todas las normas y leyes aprobadas durante los tres años de gobierno liberal.

Por otra parte, desde América, continuaron las declaraciones de independencia que ya se habían iniciado durante la invasión Napoleónica, con las consiguientes pérdidas económicas, ya que dejaron de recaudarse los sustanciosos impuestos derivados de la explotación de la plata y el oro en aquellos territorios, además de los beneficios que reportaba el monopolio de la venta del mercurio. El Estado español no tuvo otra opción que modificar la estrategia que había mantenido durante siglos, y en lugar de monopolizar el uso del azogue, para el consumo interno en la producción del oro y de la plata, pasó a venderlo al mejor postor en el mercado internacional.

La muerte de Fernando VII y el ascenso al trono de su hija, Isabel II, aún empeoró la situación. Su tío, el infante Carlos, no reconoció que fuese entronizada y aquella disputa trajo consigo la primera guerra carlista. Los dos bandos contendientes intentaron pactar una solución concertada, aunque un tanto celestinesca, ofreciendo a Isabel II en matrimonio al pretendiente carlista. Era una solución infalible, metiendo en la misma cama a los dos herederos contrincantes, se terminaban de una vez todos los problemas sucesorios. Pero el Gobierno rechazó la propuesta y concertó las nupcias con Francisco de Asís, primo de la reina por otra rama, aunque venía precedido de cierta mala fama por sospechas sobre su dudosa sexualidad. Sin embargo, a decir de la opinión popular, no existía ninguna duda. De hecho, la propia reina refrendó los rumores al comentar que nada podía esperarse de un hombre que, en la noche de bodas, llevaba más encajes y puntillas que ella misma.

La falta de acometividad nupcial no tuvo paralelismo en la turbulenta política de la época y en 1846 volvieron los enfrentamientos armados, iniciándose otro largo trienio de batallas, escaramuzas y algaradas. Por aquellos días, aún no se había inventado el turismo y aún no era conocido el famoso eslogan de Spain is different, pero el país ya se había hecho sobradamente merecedor del calificativo. Fue admirable y a la vez incomprensible, cómo en medio de aquel maremágnum, se intentó desesperadamente subir al tren del progreso, que avanzaba ya por Europa desde hacía años. ¡Y todavía hay quien se pregunta por qué el desarrollo industrial nos llegó con tanto retraso!

En plena guerra civil, como la cosa más natural, se empezó a preparar la cartografía geológica del país y se inició el establecimiento de la red de telégrafos y la de ferrocarriles, desplazando las vetustas diligencias. Pero hay cosas que no cambian, a pesar del paso de los años. Si todavía hoy, las comunicaciones por vía férrea con Extremadura son motivo de críticas, ese descontento apareció ya en los albores de esa línea ferroviaria. Cuando la compañía de los Ferrocarriles de Ciudad Real a Badajoz concluyó el trazado de su línea, conectando con la red nacional a través del nudo ferroviario de Alcázar de San Juan, los habitantes de Almadén estallaron de indignación. Porque, a pesar de la importancia estratégica de sus minas, el ferrocarril no pasaría por allí. Y, sin embargo, sí que lo haría (incluso con un apeadero exprofeso), por una finca cercana, que para mayor agravio, era propiedad del prócer Segismundo Moret, electo a Diputado en Cortes precisamente por la villa de Almadén, y que posteriormente llegaría a ser Presidente del Gobierno.

Aspecto actual del Palacio Moret, en las inmediaciones del Apeadero de Guadalmez – Los Pedroches, en la línea férrea de Puertollano a Badajoz.

El autor de estas líneas puede acreditar que, siglo y medio después, el enfado derivado de aquella arbitrariedad no ha remitido ni un ápice entre la población de Almadén y todavía continua vigente. O incluso, ha aumentado significativamente, como consecuencia de las recientes decisiones relativas a la red nacional de autovías, que ha relegado de nuevo a los habitantes de aquella comarca.

En medio de aquellos esfuerzos por impulsar el progreso, cuando se estaban apagando los ecos de la Segunda Guerra Carlista, sobrevino una nueva revolución, tan peculiar que ella sola ya permitiría justificar el mencionado slogan de Spain is different. Porque hay que ser muy original para organizar una revuelta cuyo objetivo fue destronar un rey para poner a otro, y encima bautizar la algarada como Revolución Gloriosa. Así, en 1868, se destronó a la reina Isabel II, se formó un gobierno provisional y se convocaron cortes constituyentes para que restablecieran la monarquía constitucional como forma de gobierno. Y para ello, hacía falta un rey, pero nadie quería saber nada de Isabel II, exiliada en París. Después de una laboriosa búsqueda (incluso se ofreció como candidato el sultán de Marruecos), se eligió como solución a Amadeo de Saboya, miembro de la familia real italiana, que daba el pego porque estaba emparentado con la monarquía española y según decían, era un hombre lo suficientemente moderno como para aceptar aquella cosa nueva que era la monarquía constitucional.

El panorama económico que se encontró el nuevo rey era desolador. Isabel II había generado un aumento desmesurado de los gastos militares,  embarcándose en insensatas expediciones, intentando de una forma imprudente y alocada reconquistar antiguos territorios americanos, sin ningún éxito. La cruda y desagradable realidad pronto demostró que aquella gloriosa revolución no era capaz de mejorar las cosas, viéndose obligada a continuar con la política de los gobiernos precedentes. Es decir, firmar un crédito tras otro para acceder, siempre de forma desesperada, a recursos financieros imprescindibles. Los intereses se iban acumulando y llegó un momento en que, con las arcas vacías, era imposible atender a los pagos. Y el Estado recurrió de nuevo a la joya de la corona, dejando las minas de Almadén como garantía de un préstamo exorbitante. Aquel yacimiento, a pesar de todas las limitaciones y dificultades existentes, constituían todavía la única fuente de ingresos estable y solvente.

Esta vez, los voraces banqueros que proporcionaron el crédito, no pertenecían a la saga de los Fúcares, ni tampoco era alemanes, fueron los Rothschild, un clan asentado en Inglaterra y dominante en Europa, que no dejaron nada a la improvisación. Habían estudiado a fondo la historia de España y habían seguido con mucha atención sus finanzas. Desde hacía años, habían intentado ya en varias ocasiones hacerse con el control de las minas de Almadén, pero hasta entonces, los gobiernos de turno habían resistido sus embates. En cambio, en 1869 la situación era muy diferente, el gobierno estaba desesperado y había llegado la oportunidad que los banqueros habían estado esperando. Los Rothschild conocían con todo detalle la difícil situación de la Hacienda Pública en España, estaban al corriente de los apuros y de la urgencia, y apretaron las tuercas todo lo que pudieron, que fue mucho. Se ofrecieron a prestar el dinero que el gobierno necesitaba y con la rapidez que el caso requería, a cambio de un interés del 8 %. Pero además, incluyeron en el contrato una hipoteca de las Minas de Almadén y de todos sus productos, asegurándose la exclusividad de los derechos de venta de todo el mercurio que la mina produjese durante un periodo de 30 años. También, el Estado Español se comprometía a que la mina produciría como mínimo 32.000 frascos al año (equivalentes a 80.000 litros), y por si eso fuese poco, que también correría con los gastos de consignación y transporte del mercurio hasta Londres, donde sería comercializado.

Frascos antiguos de mercurio, con una capacidad aproximada de dos litros y medio, equivalentes a unos 34 kilos. Este recipiente, basado en una antigua medida castellana, se convirtió en la unidad internacional para la cotización y comercialización del mercurio.

Sin duda, era un negocio redondo para los Rothschild, sobre todo teniendo en cuenta que antes de cerrar el acuerdo con el gobierno español, habían logrado también hacerse con la mina de Idrija, en Eslovenia, también productora de mercurio y competidora de Almadén durante siglos. Así, teniendo bajo su dominio los dos yacimientos más importantes del mundo, pudieron ejercer un control en régimen de monopolio sobre el mercado global. Las consecuencias de aquella posición dominante no se hicieron esperar, inmediatamente el precio del azogue inició un rápido y meteórico ascenso en la bolsa de metales. Y todo ello, sin poner nunca los pies en Almadén. Los Rothschild no querían meterse a mineros, no era su oficio y simplemente, de cuando en cuando, enviaban por allí inspectores para verificar que las producciones, las ventas y sus propias ganancias cuadraban. Y ganaron dinero a espuertas sin moverse de casa.

Por el contrario, la otra parte firmante de aquel contrato no tenía motivos para sonreír. España ya no participaba de aquel botín y, ¡encima!, había perdido el control del pastel para los próximos 30 años. A cambio de ceder aquel fabuloso negocio, el estado español recibió un préstamo de 42 millones de pesetas, una cifra astronómica para le época, pero que sirvió de muy poco. Al día siguiente de recibir el dinero, el montante completo fue transferido directamente al Banco de París, para abonar deudas anteriores, sin que las maltrechas arcas públicas vieran un solo céntimo. Un descalabro económico de esa magnitud no favoreció precisamente la estabilidad, y la gloriosa revolución aguantó como pudo, a trancas y barrancas, un par de años. Los republicanos decían que, habiendo constitución sobraba el rey, y los monárquicos de toda la vida añoraban a los borbones de verdad, no al advenedizo rey italiano. Finalmente, despidieron de mala manera a Amadeo, que aliviado y sin dudarlo, se volvió a Italia, a su casa de Turín.

A cambio de ceder aquel fabuloso negocio, el estado español recibió un préstamo de 42 millones de pesetas, una cifra astronómica para le época, pero que sirvió de muy poco. Al día siguiente de recibir el dinero, el montante completo fue transferido directamente al Banco de París, para abonar deudas anteriores, sin que las maltrechas arcas públicas vieran un solo céntimo

Estando de nuevo sin rey, la política nacional volvió al punto de partida y por tercera vez en aquel siglo, se convocaron cortes constituyentes. Y, de buenas a primeras, en cuanto se iniciaron las sesiones, sin comerlo ni beberlo, siete diputados se sacaron de la manga una insospechada propuesta de artículo único, proponiendo que la forma de gobierno de la Nación Española debería ser una república federal. De forma tan sorprendente como inesperada, aquella propuesta fue aprobada por una mayoría abrumadora, con tan sólo dos votos en contra, refrendando de un carpetazo que las regiones eran estados soberanos.

Don Benito Pérez Galdós, por aquellos días, describía el clima parlamentario en las sesiones de las Constituyentes como si fuese un circo, un espectáculo confuso y extravagante, donde los supuestos padres de la Patria, en una oleada interminable de excentricidades sin sentido, gastaban horas y horas con palabrería tan florida como inútil, donde era muy difícil encontrar una opinión sesuda y ponderada. Se gastaban días enteros en debates nimios e inútiles sobre cuestiones inverosímiles, sin llegar a acuerdos, ya que todas las propuestas eran sistemáticamente bloqueadas por uno u otro partido. La prensa de la época, relata que en una de aquellas insufribles reuniones, agotado por las inútiles discusiones, Estanislao Figueras, a la sazón presidente de la flamante nueva república, interrumpió estentóreamente la sesión exclamando a voz en grito:

— ¡Señores, ya no aguanto más, estoy hasta los cojones de todos nosotros!

Al menos, tuvo la honradez de incluirse él mismo en aquel comentario.

Mientras los padres de la Patria seguían con su diálogo de sordos, algunas zonas de España tomaron la palabra al reciente precepto constitucional, decidieron ponerse el mundo por montera y aplicaron a rajatablas el nuevo orden. Hubo levantamientos por todas partes, afectando algunos a provincias enteras, como las de Valencia y Málaga. Otros se redujeron tan sólo a un área municipal, como los de Sevilla, Alcoy, Algeciras, Almansa, Andújar, Bailén, Cádiz, Cartagena, Murcia, Jumilla, Castellón, Granada, Jaén, Motril, Salamanca, Tarifa y Torrevieja. Incluso localidades muy pequeñas, como el pueblo manchego de Camuñas, se proclamó pomposamente como cantón independiente. Pero no paró ahí la cosa, porque de inmediato se iniciaron las hostilidades entre los jóvenes estados neonatos.

La república independiente de Jumilla declaró oficialmente su deseo de vivir en paz con todas las naciones vecinas, sobre todo con la nación murciana, pero advirtiendo que si alguien se atrevía a violar su territorio, se defenderían contraatacando. Granada y Jaén se declararon la guerra por diferencias en la delimitación de sus fronteras nacionales. El municipio de Utrera se independizó inmediatamente de Sevilla, donde no fue aceptada aquella escisión y se declaró la guerra al nuevo estado, enfrentándose en una batalla que contra todo pronóstico fue ganada por los utreranos. Coria se declaró independiente de Cáceres, del mismo modo que Betanzos lo hizo de La Coruña. En Jerez de la Frontera, aunque deseaban constituir su propio cantón, terminaron rindiéndose al poder central de Madrid, un mal menor, cualquier cosa antes que sufrir la vergüenza de someterse a la República Independiente de Cádiz.

Llama la atención que en aquellos momentos, cuando los movimientos independentistas vasco y catalán aún no habían hecho acto de presencia, la euforia cantonal fue prácticamente inexistente tanto en Cataluña como en el País vasco. En cualquier caso, en la mayor parte de los sitios, aquella locura fue efímera, tan sólo algunos días de euforia y borrachera localista, para volver pocos días después, con el rabo entre las piernas, a la realidad cotidiana. Pero hubo lugares donde el sarampión cantonal fue más largo. El más llamativo fue el cantón de Cartagena, donde no sólo se había declarado la independencia, sino que el gobierno cantonal se apoderó de la escuadra española que estaba fondeada en su puerto. Como el cantón estaba corto de recursos, decidieron solucionar el problema aprovechando aquellos navíos para dedicarse al pirateo, sembrando el pánico en las localidades costeras próximas. Así, asediaron Almería desde el mar y, después de amedrentar a la población con un bombardeo, lograron requisar casi un millón de pesetas.

Fragata Numancia, buque insignia de la escuadra cantonal cartagenera

Los mejores navíos de la flota española habían quedado en manos cantonales, y el gobierno era incapaz de hacer frente a aquella situación por métodos bélicos, por lo que recurrió a la imaginación y declaró a sus propios barcos como piratas y apresables. Los cartageneros intentaron repetir en Alicante la jugada que también les había salido en Almería, y una nueva expedición les permitió requisar 8.000 duros de plata, pero cuando regresaban a su puerto, fueron apresados como piratas por barcos británicos y alemanes. El cantón fue asediado, y para disuadir a las fuerzas republicanas que lo sitiaban, se solicitó formalmente a los Estados Unidos de América, a través de su embajador en Madrid, permiso para utilizar su bandera. Se sabe que el presidente Ulises Grant recibió la carta y prometió estudiar la petición, pero el cantón terminó rindiéndose antes de que llegase la respuesta.

El gobierno y el parlamento, que durante semanas había estado entretenido en debates tan inútiles como y estériles, se vieron totalmente desbordados. Además del desaguisado cantonal, los carlistas habían aprovechado la debilidad gubernamental, actuando a su antojo por el norte de la península. Y por el Caribe, los cubanos estaban otra vez en pie de guerra.

Mis conocimientos de historia son limitados, pero hasta donde alcanzan, no conozco ningún otro caso de un país que estuviese embarcado simultáneamente, de manera polifónica, en varias guerras civiles, la de Cuba al otro lado del charco, la de los carlistas en la península y además, los múltiples conflictos cantonales. Y, todo ello, en medio de una crisis política y económica permanente. Seis meses después de la instauración de la república, ya se había cambiado dos veces de presidente.

El Congreso de los Diputados a mediados del siglo XIX, cuadro de Eugenio Lucas Velázquez

Pero aquella crisis no afectó para nada a los negocios de los Rothschild, sus ganancias no habían parado de crecer y seguían sacando tajada de la situación. Con la actividad comercial totalmente paralizada por los múltiples conflictos, con las arcas del Estado vacías y la urgente necesidad de fondos para atender tantos frentes al mismo tiempo, el lucrativo negocio que los Rothschild tenían asentado en España se perpetuaba. Porque las deudas crecían a mayor velocidad que las ventas, por altas que éstas fuesen, y nunca podían llegar a ser amortizadas. Durante los años siguientes, los gobiernos de turno, y fueron muchos los que desfilaron por Madrid, nunca llegaban a tener fondos suficientes para realizar los pagos y los Rothschild se garantizaban, una vez tras otra, la renovación obligada de aquellos sustanciosos contratos.

Durante los años siguientes, los gobiernos de turno, y fueron muchos los que desfilaron por Madrid, nunca llegaban a tener fondos suficientes para realizar los pagos y los Rothschild se garantizaban, una vez tras otra, la renovación obligada de aquellos sustanciosos contratos

Aquellas interminables tempestades políticas, tuvieron breves y aislados periodos de calma, durante los cuales hubo un par de arrebatos de lucidez y el gobierno intentó recuperar el control de las minas y de la comercialización del mercurio. Pero las urgentes necesidades económicas se interponían siempre, sin poder liquidar de una vez aquel maldito contrato de los Rothschild, cuyo abanico de actividades seguía ampliándose. El clan asentado en Inglaterra estableció alianzas con otra rama de la familia establecida en Francia, y se asociaron para participar, también en España, en la minería del carbón, del plomo y de la plata, con la compañía Peñarroya. Además, adquirieron al gobierno español las minas de cobre de Río Tinto, que en aquel momento (otra riqueza que se ponía a la venta a precio de saldo) eran deficitarias.

Fuera de España, los Rothschild se habían convertido en los principales accionistas de una compañía de reciente creación, la joven empresa De Beers (que pasaría a convertirse pocos años después en la mayor productora de diamantes del mundo), y financiaban la apertura de nuevas minas en Sudáfrica. También, participaban en la construcción del canal de Suez. En definitiva, que el dinero que los Rothschild estaban ganando a paletadas con el azogue de Almadén, se escapaba fuera de España y era utilizado para generar riqueza en otras tierras. Y mientras tanto, los políticos hispanos seguían a lo suyo, embarcados en discusiones etéreas, ajenas a la realidad, sin centrar su atención en los verdaderos problemas.

En el prólogo de muchas novelas se puede leer, cuando así lo detalla el escritor para curarse en salud, que los personajes y hechos que allí se narran son producto exclusivamente de la imaginación del autor, de modo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. En este caso, sin embargo, se puede afirmar que cualquier similitud entre los debates parlamentarios del siglo XIX y las sesiones de nuestro actual Congreso de los Diputados, no es fruto de la casualidad: simplemente es memoria histórica.


Los Rothschild, el mercurio y la Memoria Histórica
por Enrique Ortega Gironés


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

14 comentarios sobre “Los Rothschild, el mercurio y la Memoria Histórica

  1. Una verdadera delicia y descripcion de hábitos carpetovetónicos que nos caracterizan
    Viva este país de «charanga y pandereta..».
    como dijo el poeta

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  2. Me ha gustado mucho la narración de los hechos históricos del siglo XIX español. Efectivamente España se deshacía como un azucarillo entre las guerras carlistas, la guerra de Cuba y Filipina y con la mascarada de los cantones independiente. Los politicos de turno delapidaban la riqueza de la nación con discursos absurdos e incoherentes. Lo cual es también MEMORIA HISTORICA. Tomen buena nota señores.

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    1. Muchas gracias y totalmente de acuerdo, hay que tomar nota. No pretendía dar una lección de historia, sino una descripción breve y amena de algunos (no todos) los graves sucesos que ocurrieron en pocos años, y ponerlo en contexto con la minería del mercurio.

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    1. Muchísimas gracias por las correcciones, totalmente pertinentes. Asignar Coria a Badajoz ha sido un estúpido error de trascripción. Y la referencia a la solicitud del cantón de Cartagena a los Estados Unidos estaba extraída de un documento algo antiguo, donde aún persistía esa especie de leyenda urbana. Ambos errores (ventajas del mundo digital) están ya corregidos en la publicación. Gracias de nuevo y un cordial saludo.

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      1. Le agradezco su atención. Supongo que cuando dice: “especialmente durante la Primera República”, no se refiere a los episodios cruciales de la mina de Almadén pues, según nos narra en este artículo tan interesante, comenzaron los Rothschild en 1869 su contrato y la República duró menos de 1 año tras proclamarse en 1873. ¿Cuánto duró ese suculento contrato?

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    2. El primer párrafo del artículo, donde se menciona “especialmente durante la Primera República”, se refiere a la memoria histórica en general, no a Almadén. Durante los últimos años se han difundido muchos comentarios elogiosos sobre la Segunda República, sin decir nada sobre la primera. El calificativo de “especialmente” se refiere a que dentro del desastre completo que fue el siglo XIX, el escaso año que duró la Primera República fue el periodo más esperpéntico y caótico.
      Por lo que se refiere a la duración del contrato de los Rothschild, este fue rescindido en 1918, cuando el Gobierno, por fin, tomó la decisión de pagar la deuda contraída. Así, se inició un nuevo periodo de esplendor para la Mina ya que el mercado internacional del mercurio estaba boyante, por la creciente demanda para abastecer los nuevos usos industriales del azogue. Las mejoras técnicas (electrificación y compresores de perforación hidráulicos de vapor), lograron un espectacular aumento de la producción. Adicionalmente, los trabajos de exploración permitieron encontrar nuevas reservas en el entorno del yacimiento. En esas condiciones, ninguna otra mina, ni Idria ni las de California, podía competir con Almadén.
      Si le interesa la historia de este yacimiento excepcional y su estrecha relación con la Historia de España (hallazgos arqueológicos recientes indican ya su actividad durante el neolítico), le recomiendo la lectura de Lágrimas de plata (https://www.casadellibro.com/libro-lagrimas-de-plata/9789895119738/2502438).
      Un cordial saludo y muchas gracias por su interés

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      1. Muy agradecido por su respuesta con la información pedida. Sobre la I República, es conocido que fue un periodo de unos meses con muchas convulsiones, 4 presidentes del Consejo de Ministros, pero que también fue muy desprestigiado, cuando ni con el Monarca anterior ni, por supuesto con la dinastía que hubo y que se restauró, la corrupción y las guerras no cesaron.

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  3. Muchas gracias y totalmente de acuerdo, hay que tomar nota. No pretendía dar una lección de historia, sino una descripción breve y amena de algunos (no todos) los graves sucesos que ocurrieron en pocos años, y ponerlo en contexto con la minería del mercurio.

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  4. Vaya plan!!! No hay quién te pueda seguir el ritmo!!! Voy a ver si me jubilo pronto y me da para leer tanto como a ti para escribir, jajajajaja. Enhorabuena por el artículo. Me ha encantado. Soy muy aficionado a estas cosas de la historia y compruebo cómo son de válidas para desentrañar la inexplicada decadencia histórica de nuestro país. Este además, me sirve para apoyar la línea que he descubierto en los libros del prof. Marcelo Gullo o de Peter Frankopan (Oxford Univ.) en los que se aprecia claramente cómo subyace bajo toda la historia universal de los últimos cinco siglos la mano de los oscuros servicios británicos para micronizar el mundo y someterlo en beneficio propio. Si lo de Hispanoamérica nos afecta directamente, esto ya ni te cuento.
    Gracias por ese enorme esfuerzo que estás haciendo. Una vez más, a contracorriente del discurso oficial lo cual me parece, además de honesto, admirable.

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    1. Gracias una vez más por tus comentarios. Veo que aparte de coincidir contigo en muchas opiniones científicas, también tenemos aficiones de lectura similares. Ahora mismo estoy leyendo el último libro de Marcelo Gullo (Lo que América le debe a España) donde me ha llamado la atención una frase de su prólogo: «las naciones que no saben de donde vienen, no saben a donde deben ir». Y creo que estamos los dos de acuerdo también en la cita de Platón que encabeza el prólogo: «un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre». Y teniendo en cuenta el pasado, se entiende mucho mejor lo que está pasando ahora, tanto en lo que se refiere a la política como al calentamiento global, porque en el fondo es el mismo tipo de ignorancia la que provoca decisiones erróneas. Gracias de nuevo y un cordial saludo

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      1. ¡Qué bueno el prof. Gullo! Otro héroe sumado a la ingente tarea del patriotismo enfrentado al discurso impuesto. En su caso refutando la leyenda negra de España que promueven los enemigos del país, los externos por razones obvias, los internos, vendidos a los intereses de aquellos. El vuestro es similar, aunque más amplio porque va dirigido al común general de la sociedad mundial frente a la amenaza que se cierne para someter a la población. Así que, con símil también literario e hispano, se trata de una noble lid de caballeros con lanza y adarga contra molinos de viento. Estoy de acuerdo en que dato mata relato y por eso es admirable y enormemente de agradecer la tarea que lleváis a cabo. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Muchas gracias por la cita del maestro Aristocles, no la conocía.

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  5. De nuevo, muchas gracias por tus comentarios. Seguimos estando de acuerdo. Algún día coincidiremos en directo (no sólo en el ciberespacio) para charlar con calma delante de un buen vino.

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