Sin duda, hoy en día, las peores batallas se gestan con deportividad. Sí, con ese concepto que siempre nos empujan a tener en cuenta: «tómatelo con deportividad», suelen decirnos cuando estamos algo alterados o no tenemos la paciencia que algo requiere, cuando algo nos quema y queremos poner algún remedio en ello o cuando, sencillamente, no tiene remedio.
El #fútbol (los deportes, en general) comparte bastante con la guerra. Sobre todo, existen muchas expresiones o palabras que las guerras y los deportes usan de un modo ‘similar’.
Tweet
Por poner ejemplos de palabras:
- Campo (de batalla y de juego).
- Rival.
- Triunfo, victoria… éxito.
- Derrota.
- Peligro.
- Disparo.
- Tiro.
- Puntería.
- Estrategia, táctica…
- Fortalezas/debilidades.
- Ofensiva/defensiva, defensa/ataque.
- Capitán. Líder, etc.
- Equipo (aunque en las guerras se use batallón, éste es un tipo de formación que cuenta con equipos dentro de sí mismo).
- Rematar.
- Pelear.
- Acribillar.
- Matador.
- Quemarropa.
Y de expresiones:
- Perforar o quebrar la defensa.
- Pegar fuerte.
- Muerte súbita.
- Liquidar la contienda.
- Punto débil.
- Como un misil.
Sirve en el deporte y en las guerras lo que Sun Tzu decía en su «El arte de la guerra»:
Si desconoces a tu enemigo y no te conoces,
en cada batalla correrás serio peligro.
Si conoces al enemigo y no te conoces a ti mismo,
tus posibilidades de victoria son iguales
a tus posibilidades de derrota.
Conoce a tu enemigo y a ti mismo, así,
en cien batallas jamás correrás el menor peligro.
Me gusta ponerlo así, centrado y por frases, porque así escribía sus discursos Winston Churchill, una técnica que se enseña para leer correctamente el inglés, con las pausas adecuadas. Y, ¿cómo no?… si menciono a Churchill, he de citarle: «El rugby es un deporte de bárbaros jugado por caballeros». Y, ya puestos, para los césares romanos, los bárbaros eran sus rivales.
En la edad media, las justas eran los deportes más selectos, más privilegiados. Incluso en la era del Humanismo, reyes como Enrique VIII y Francisco I de Francia seguían disfrutando del soberano deporte de las justas (aunque pelearon más bien al estilo boxeador). Y una justa es un deporte guerrero, en el que hace falta tener habilidad con ciertas armas. En ellas, destacaban las figuras de las mujeres que brindaban sus pañuelos a los que iban a batirse en duelo. En el fútbol, la cámara siempre se ocupa de enfocar a las novias de los jugadores…
Las armas formaron parte de otros deportes también. Por ejemplo, los gladiadores se servían de ellas (tanto de armas defensivas como de ataque). Y ni siquiera fueron los primeros en contar con deportes que, entre rivales vitoreados por un gran público, resultaban belicosos.
Sin embargo, si hemos de hablar de deportes de élite, aunque existan otro muchos (sobre todo en el EEUU y otras zonas, principalmente, anglosajonas u orientales) y sin fijarnos en las olimpiadas, hay que destacar el fútbol. Deporte de origen inglés («Football», literalmente piebola), comenzó llamándose «Soccer» para, pasados 18 años, cambiar su nombre al actual. Los hispanohablantes, hemos adaptado la fonética original [ˈfʊtˌbɑɫ] inglesa a la nuestra.

El fútbol tiene una batalla ganada a las guerras, principalmente, en los países que forman parte de la economía global, el sistema económico actual de la mayoría del cómputo de países. Podemos incluir a la negociación como una disciplina ligada a la guerra (a la parte de la diplomacia bélica) y ésta, sin duda, es parte de las economías globales. Sin embargo, no lo es en el fútbol. Es limpio, cuenta con normas no negociables, más regio que las guerras o que los usos económicos. Quizá por ello funciona tan bien (ahora más, si cabe, con el VAR). Existen rivales entre el público que no se portan especialmente bien ni con las ciudades que visitan, ni entre ellos mismos. Pero, sí se puede decir que el fútbol amansa las fieras, amansa al sexo masculino (en una gran mayoría, todavía). Por llevarlo a un extremo expresado recientemente, el magnate chino Peter Lim dijo que había comprado el valencia para codearse con famosos y gente de interés con los que, seguramente, buscará negociar algo referente a sus propios intereses económicos. Pero, de China se viene a España para comprarse un equipo que no parece querer para mucho más. Esta parte proviene de la economía global. Y, aunque destacable, no es el núcleo de la relación que quiero analizar.
Los magnates, soberanos, presidentes, políticos, etc. gentes de economías fuertes y poderes indudables deciden acudir al fútbol, comprar entradas para los que desean embelesar y, sobre todo, mantener al pueblo testosterónico bastante amansado, entretenido, soltando chillidos y bebiendo cerveza para celebrar triunfos o lamentar derrotas. Mientras tanto, aquellos pueden ir haciendo y deshaciendo. Pero, pareciera como si tuviesen presente que el ser humano más masculino necesita la batalla, la identidad en las batallas, el ser gregarios, desdibujarse en la masa mediante los mismos comentarios (una y otra vez). Así que les dan una llegada masiva al fútbol. ¿Podría pasar con otros deportes? No tanto, bien sea porque lo juegan más mujeres (no es tan tan suyo, por muy inclusivos que comiencen a reiterar ser).
La economía global claramente se ha beneficiado de la paz, así como ha beneficiado a la paz en la mayor parte del mundo. Por lo menos, si usamos un método comparativo básico. Ya no hay imperios que busquen colonizar. Se trata de ofrecer y recibir de los demás, sin desgastar más recursos que los necesarios e incrementando el bolsillo tanto como sea posible.
Pero… pensemos en el caso de Cristiano Ronaldo y Coca-Cola. Cristiano, el súper jugador (algo relajado en la #Eurocopa2020), decide apartar dos botellas de Coca-Cola que estaban en la mesa de la rueda de prensa que iba a dar. Y declara que no quiere ese refresco, que solo quiere agua. En parte, normal: es deportista, es padre y no se siente identificado con lo que no debe de beber (probablemente) ni él ni quizá sus hijos. Así que lo hace con cierta rabia y cierta naturalidad. Y, sin más, genera el caos en los mercados bursátiles. Coca-Cola, una de las marcas que antes consiguieron llegar a los mercados globales, pincha (como un balón): pierde en un solo día miles de millones. Siendo patrocinador de la Eurocopa, con ese gesto su cotización se redujo en 4.000 millones de dólares, llegando a los 238.000 millones (tampoco está mal como valor bursátil). Vemos claro, pues, hasta qué punto el valor del fútbol y de sus grandes figuras puede ser un valor a tener en cuenta por los que, dicen, regulan las decisiones de múltiples estado.

El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, la guerra establecerá un final para la humanidad.
John Fitzgerald Kennedy
JFK temía tener que pulsan el botón rojo durante la Guerra Fría, la que pudo llegar a desarrollar la WWIII (Tercera Guerra Mundial en nomenclatura anglosajona). Y lo tenía muy claro: sabía que si el hombre no zanjaba las guerras, éstas acabarían con la humanidad. Putin, por acercarnos a la actualidad, viene a versar lo mismo (aunque haga algunas de las suyas). Lo ha declarado en alguna ocasión y, con Biden, parece que buscan acuerdos (comerciales, de economía global). Ellos no mirarán tanto por el pueblo, pero sí porque el deporte lo tenga entretenido. Lo importante es monetizar, sin explotar hasta el extremo y dando entretenimiento. Como decían los romanos: pan y circo (panem et circenses).
¿Es entonces el fútbol lo que ha conseguido que no se sigan provocando guerras? ¿O es la economía global la que lo ha conseguido? No olvidemos que el deporte ya existía antes y, en cambio, sí había guerras. Por lo tanto, ¿es la globalización la que ha mejorado nuestra situación civil, nuestro ocio y nuestro espíritu menos belicoso?
¿Qué pensáis?
Recuerda revisar más entradas de este blog yendo a la página de Inicio.
También puedes dejar un comentario. Gracias por tu lectura.
¿Quieres proponerme una entrevista? Contáctame
Mi Instagram
Mi Instagram
