Reflexiones heterodoxas para el Día Mundial del Medio Ambiente

En la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, parece obligado dedicar unos minutos a reflexionar sobre la situación de nuestra querida Tierra, hacernos algunas preguntas y buscar respuestas en relación con el comportamiento que, nosotros los humanos, estamos teniendo con el Planeta, prestando atención a los cuidados que necesita y a las medidas que deberían aplicarse con mayor urgencia.

Actualmente, los principales esfuerzos medioambientales y las mayores inversiones, que además conllevan importantes sacrificios para la población, se concentran en la lucha contra las emisiones de CO2, el supuesto causante del cambio climático que acecha al Planeta. Sin embargo, cada vez son más numerosas las voces que se levantan advirtiendo que la influencia antrópica no es significativa en el calentamiento global, señalando además que hay indicios suficientes para dudar de la validez y de la eficacia de las medidas que se están aplicando para combatir el cambio climático. No son pocos los científicos e investigadores, cuya opinión difiere diametralmente de las tesis oficiales sobre el calentamiento global, argumentando que están basadas en premisas falsas o no demostradas, y que no apuntan en el camino correcto.

No son pocos los científicos e investigadores, cuya opinión difiere diametralmente de las tesis oficiales sobre el calentamiento global, argumentando que están basadas en premisas falsas o no demostradas, y que no apuntan en el camino correcto.

En esta misma línea, existen numerosas pruebas geológicas demostrando que no es el ser humano quien ha desencadenado el calentamiento global, y que el papel del CO2 en dicho calentamiento no es relevante. Sin embargo, las políticas para paliar la supuesta crisis climática, están centradas y focalizadas en la reducción de emisiones de este gas. Y, hasta la fecha, todos los modelos predictivos basados en este parámetro, han fallado estrepitosamente. De esta concatenación de errores, se deriva ya una primera sugerencia: es necesario dedicar más esfuerzos a profundizar en el conocimiento de las variables y de los procesos atmosféricos que verdaderamente controlan la evolución climática, introduciendo en los análisis y modelos climáticos las abundantes informaciones proporcionadas por la historia geológica.

Es necesario dedicar más esfuerzos a profundizar en el conocimiento de las variables y de los procesos atmosféricos que verdaderamente controlan la evolución climática, introduciendo en los análisis y modelos climáticos las abundantes informaciones proporcionadas por la historia geológica.

Una de las amenazas más palpables e inquietantes asociadas al cambio climático es el ascenso del nivel del mar, que está subiendo actualmente a un ritmo anual de 2-3 mm. Este ascenso está relacionado con el deshielo y la dilatación (aumento de volumen) del agua al elevarse la temperatura. Pero los datos geológicos indican que esa velocidad no es anómala y que además, es muy lenta en comparación con la registrada en periodos anteriores, por lo que deben considerarse como absolutamente normales. En efecto, a lo largo de los últimos 20.000 años, como promedio, el nivel del mar se ha elevado a un ritmo de unos 6 mm anuales, y durante varios miles de años llegó a ser de 10 mm anuales. De esta evidencia, teniendo en cuenta nuestra incapacidad para detener y revertir el ascenso del nivel del mar, se desprende una segunda sugerencia: la conveniencia de abandonar esfuerzos inútiles para modificar procesos que escapan a nuestro control, y centrar nuestras energías en la adecuada adaptación de las zonas costeras, susceptibles de ser invadidas por el mar en un futuro próximo. Aunque, eso sí, sin las urgencias y premuras que auguran modelos predictivos inexactos, porque al ritmo actual, el nivel del mar habrá ascendido unos 30 cm de aquí a 2.100. Y, además del riesgo en las zonas costeras, no debe olvidarse que la evolución climática natural asociada a la variación del nivel del mar, como ha ocurrido repetidas veces a lo largo de la Historia, puede poner en riesgo nuestra economía y nuestras infraestructuras. Aprendiendo del pasado, con una buena planificación, hay tiempo para hacer los cambios necesarios en la ordenación del territorio y en las estructuras productivas.

Aprendiendo del pasado, con una buena planificación, hay tiempo para hacer los cambios necesarios en la ordenación del territorio y en las estructuras productivas.

Los informes que apoyan la calificación de la situación actual como crisis climática y las políticas consiguientes para combatir el calentamiento global afirman que el Planeta está en riesgo, que hay que salvarlo, que está enfermo. Sin embargo, a la luz de la información proporcionada por la historia geológica, no existe justificación para dicho alarmismo, ya que la Tierra ha experimentado muchas veces situaciones mucho más extremas, tanto en lo que se refiere a temperatura, como al nivel de CO2 en la atmósfera y al nivel del mar. Sin embargo, esto no implica que la Tierra esté en una buena situación medioambiental. Aunque nuestro Planeta no esté enfermo, en algunos lugares está muy sucio y contaminado, y somos nosotros quienes lo hemos ensuciado. De esta situación, se deriva una tercera sugerencia: ¿No deberíamos centrar nuestros esfuerzos económicos y técnicos en los problemas cuya solución depende verdaderamente de nosotros?

A este respecto, la lista de objetivos a considerar es extensa: limpiar los mares de plásticos flotantes y productos de desecho (como por ejemplo el lavado de tanques de embarcaciones), corregir el uso indiscriminado de fertilizantes y pesticidas en la agricultura, detener las talas masivas, conseguir un saneamiento integral de poblaciones e industrias para evitar el vertido de residuos a los ríos y al mar, conseguir un sellado adecuado de los vertederos de residuos, evitar la contaminación y la sobreexplotación de acuíferos,remediar la degradación de paisajes y espacios naturales… Y un largo etcétera de cuestiones que, aun siendo independientes del calentamiento global y del cambio climático, y en este sentido independientes de la salud del Planeta, perturban seriamente a la vida que se desarrolla en su superficie, incluyendo la nuestra.

Por otra parte, en relación con la suciedad del Planeta, se hace necesaria una nueva reflexión. ¿Estamos midiendo adecuadamente la evidente e inexcusable contaminación que nosotros mismos provocamos? No debemos olvidar que las sofisticadas técnicas analíticas actuales, permiten determinar con gran fiabilidad y exactitud cantidades ínfimas de cualquier componente químico en el medio natural. Gracias a ellas, hoy se puede comprobar la presencia de elementos contaminantes en partes por billón, tanto en el agua, en el aire y en alimentos, como en suelos o plantas y animales. La experiencia práctica ha demostrado que, en muchas normativas, los límites o umbrales de contaminación (es decir, los valores por encima de los cuales se califica la contaminación), están muy por debajo de los valores que, espontáneamente y sin acción de la mano del hombre, existen en la propia naturaleza, generando situaciones conceptualmente aberrantes calificadas como “contaminación natural”.  Estos defectos normativos, que conducen a la selección de valores muy alejados del riesgo real, está influenciada por un conjunto de factores entre los que pueden mencionarse las posibilidades analíticas modernas, la ignorancia de los valores de fondo naturales en rocas, suelos y aguas, y el exceso de celo que inducen decisiones basadas en criterios más políticos que técnicos.

A todo ello, debe añadirse que muchas normativas medioambientales no especifican la naturaleza química del agente contaminante, lo que es esencial para establecer y calificar su nivel de riesgo. Por ejemplo, no es lo mismo que un metal pesado pueda presentarse en forma de hidróxido que de silicato, ya que su poder contaminante real será totalmente distinto en uno u otro caso, como consecuencia de su diferente solubilidad y capacidad de interactuación con el entorno. Por ello, sería aconsejable que los responsables de la elaboración de las normativas sobre contaminación, revisen cuidadosamente el valor de los umbrales, determinando aquellos que son realmente relevantes para la salud, y evitando situaciones contradictorias como las actualmente existentes, donde valores absolutamente normales en la naturaleza, son considerados como contaminados o contaminantes. Existen casos en los que, desde el punto de vista toxicológico, los valores de los umbrales establecidos son hasta 100 veces menores que el factor de seguridad, creando temores injustificados e introduciendo restricciones innecesarias en rutinas cotidianas o laborales.

Muchas normativas medioambientales no especifican la naturaleza química del agente contaminante, lo que es esencial para establecer y calificar su nivel de riesgo.

En una jornada tan importante, dedicada a la naturaleza y el medio ambiente, sería adecuado y conveniente que, en lugar de acentuar infundados mensajes alarmistas sobre inexistentes crisis climáticas, realizásemos una reflexión seria sobre la idoneidad de las políticas medioambientales que están siendo aplicadas, y la conveniencia de cambiar las prioridades de actuación. En este contexto, todas las sugerencias introducidas en los párrafos anteriores convergen en el mismo principio: es necesario escuchar y comprender el comportamiento del Planeta y de la propia naturaleza, ajustando las políticas medioambientales a sus procesos y a sus ciclos, no al contrario.


A la tarea de preparación de este breve artículo, se ha incorporado otro geólogo suspicaz, Stefan Uhlig, con quien los autores comparten ideas sobre el cambio climático. Estos puntos de vista serán plasmados en un libro, ya en avanzado estado de gestación, donde se recogen los mensajes que, sobre el calentamiento global, nos envía el Planeta.


Reflexiones heterodoxas para el Día Mundial del Medio Ambiente
por Enrique Ortega Gironés,
José Antonio Sánz de Santa María Benedet y Stefan Uhlig


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

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