Volcanes, Geología y Periodismo (epílogo)

Esta entrada es la continuación del artículo que, con el mismo título, fue publicado en entrevisttas.com el pasado septiembre, pocos días después de que el volcán de Cumbre Vieja hubiese iniciado su actividad. Ahora, casi tres meses después y tras varios días de calma, estas Navidades pasadas, las del 2021, se pudieron disfrutar con la noticia de que la erupción se había dado por terminada.

En los medios de comunicación se ha remarcado mucho que esta erupción ha batido el récord de duración de las anteriores, convirtiéndose por unos días en la más larga de la serie histórica. No obstante, esa serie, desde el punto de vista geológico, es insignificante. Los registros indican que durante cinco siglos y medio, se han producido en La Palma siete erupciones, incluyendo esta última (A saber: 1430, 1585, 1646, 1677, 1949, 1971 y 2021). Estos datos indican que, con una cadencia irregular pero cuyo promedio aproximado es de un siglo, el subsuelo incandescente de la isla se empeña en llegar hasta la superficie. Los datos geológicos, sin embargo, a partir de la edad datada en las sucesivas erupciones, indicarían que la cadencia es un poco más larga, de 123 años. Si tenemos en cuenta que las rocas más antiguas de Cumbre Vieja tienen más de 120.000 años, y suponiendo (aunque se trate simplemente de un burdo cálculo a título indicativo) que los pulsos volcánicos han mantenido un ritmo aproximadamente constante, puede estimarse que este edificio volcánico ha necesitado los aportes de más de 900 erupciones para ser construido.

Pero la dilatadísima actividad volcánica que dio lugar al nacimiento de La Palma se remonta a tiempos aún mucho más lejanos. Las rocas que forman la base de la isla desde sus cimientos, que representan las erupciones más antiguas, construyendo el relieve desde el fondo marino hasta sobresalir por encima del agua, tienen edades que sobrepasan los dos millones y medio de años. Una simple extrapolación de los cálculos anteriores, nos lleva a cifras aún más elevadas. ¿Cuántas erupciones no habrán sido necesarias para edificar los 6.500 metros de desnivel que hay desde el fondo del océano hasta la cima del Roque de los Muchachos, el punto culminante de la Isla de La Palma? Aunque sea imposible conocer la cifra exacta, sin duda será un número lo suficientemente elevado para afirmar que los cinco siglos de la serie histórica, no son representativos de la historia volcánica completa de La Palma para evaluar ni la duración ni la intensidad de las erupciones.

Los cinco siglos de la serie histórica, no son representativos de la historia volcánica completa de La Palma para evaluar ni la duración ni la intensidad de las erupciones.

La fotografía panorámica adjunta, tomada desde el Mirador de Time, muestra al fondo el volcán de Cumbre Vieja, oculto por su penacho de vapores. En el centro de la imagen, la aparente planicie de los Llanos de Aridane, que desciende suavemente hacia el mar, salpicada de edificaciones y plantaciones plataneras hasta ser cortada bruscamente por el relieve del Barranco de las Angustias (el desagüe natural de la impresionante Caldera de Taburiente) que aparece en primer plano, y a la derecha, por los acantilados costeros, que no llegan a verse en la fotografía.

Cumbre Vieja

Todo lo que se ve en la imagen, absolutamente todo, exceptuando las edificaciones y las plantaciones, tiene origen volcánico. Esa planicie representa en realidad una acumulación de antiguas coladas, de las cuales sobresalen algunos conos volcánicos, lo suficientemente jóvenes y recientes (tan sólo unos cuantos miles de años), para no haber sido aún desmantelados por la erosión. Por último, al fondo, a la derecha, se vislumbran las manchas negras de las coladas recientes, avanzando hacia el mar. En el acantilado de la costa, a escasa distancia de donde la lava se ha estado precipitando al mar durante las últimas semanas, es perfectamente visible la acumulación de coladas, superponiéndose las unas a las otras.

En la fotografía adjunta se pueden distinguir hasta seis coladas de lava basálticas (capas grises), cuyo tamaño y extensión lateral parecen muy similares a las que se han estado derramando durante las últimas semanas. Cada una de ellas va acompañada en su base por estratos rojizos o anaranjados, correspondientes a antiguos suelos arcillosos que han sido recalentados (se podría decir que cocidos) por el calor que emanaba de la colada cuando se derramó sobre ellos.  A dichos materiales, cuya textura es muy similar a la de los ladrillos, se les suele denominar almagres en referencia a su color.

Ahora que, por fin, la actividad volcánica ya ha cesado, puede ser aconsejable realizar, a toro pasado, un análisis de lo ocurrido; y, con miras al futuro, pensar sobre las lecciones prácticas que se pueden extraer de lo sucedido durante los últimos meses.  

En primer lugar, debe señalarse con satisfacción que las agoreras profecías apocalípticas de algunos oportunistas, profesionales de sembrar el miedo, no se han cumplido. No han hecho acto de presencia grandes explosiones por filtración del agua del mar hasta la cámara magmática, ni se han producido deslizamientos que hundiesen parte de la isla bajo las aguas, ni se ha generado ningún tsunami. Por el contrario, el volcán ha seguido todo el tiempo el guion previsto, comportándose como se esperaba de un volcán de tipo estromboliano. Es cierto que la sismicidad y las explosiones han variado de intensidad, y que la lava ha cambiado en algunos momentos su densidad y su velocidad de descenso. Pero al final, como se esperaba, tan sólo se han producido cambios menores en la topografía por acumulación de lavas y cenizas, además de aumentar la superficie emergida de la isla, cuando las coladas han llegado a la costa.

En segundo lugar, ha de reconocerse que la prensa gráfica y escrita ha realizado un seguimiento exhaustivo y detallado de todo el proceso, con un enorme despliegue de medios. Después de los patinazos iniciales (la verdad es que hubo meteduras de pata sonadas, nadie tenía vulcanólogos entre sus equipos de expertos asesores; véase la primera parte del artículo), han realizado un esfuerzo por utilizar el lenguaje adecuado y las palabras técnicamente correctas, además de difundir imágenes espectaculares de la actividad volcánica. Pude presenciar en directo los ímprobos esfuerzos de una reportera de una cadena de televisión nacional, que desde el Mirador de Time, debía conectarse en directo para dar las últimas noticias sobre la situación del volcán. La mujer, intentando abstraerse del bullicio que la rodeaba, hacía esfuerzos desesperados por memorizar unas frases plagadas de terminología que le resultaba desconocida, mientras su compañero, el cámara, intentaba calmarla diciéndole: ¡Tranquila, están en publicidad, todavía tienes unos minutos!

Mucho han mejorado las cosas desde la erupción anterior, la del Teneguía, acaecida en 1971, cuando en la isla no había ni un solo sismógrafo y la tecnología GPS aún no estaba disponible. Y todavía muchísimo más, si comparamos la situación actual con la del 17 de Noviembre de 1677, cuando entró en erupción el volcán de San Antonio, no muy lejos de Cumbre Vieja. Por aquellos días, la ciencia tenía poco que decir y la naturaleza debía someterse a la voluntad divina. Por ello, fue el Tribunal de la Inquisición quien se encargó de informar del fenómeno. Viendo la figura adjunta, custodiada en el Archivo Histórico Nacional (MPD 429), debe reconocerse que el inquisidor realizó un excelente trabajo descriptivo, reproduciendo con gran realismo el cono volcánico, las coladas de lava, la población afectada y las bombas volcánicas. Incluso, parecen reconocerse en el dibujo los dos conos volcánicos existentes en los alrededores de Todoque, alrededor de los cuales han discurrido las coladas de la presente erupción.

Imagen de volcán del Archivo Histórico Nacional

La tecnología actualmente disponible y el despliegue realizado por los vulcanólogos y geofísicos, especialmente los del Instituto Geológico y Minero de España, el Instituto Geográfico Nacional y el Instituto Volcanológico de Canarias, han permitido un minucioso y detallado seguimiento de todo el proceso eruptivo. Los drones, esos nuevos dispositivos voladores, han obtenido espectaculares imágenes de los focos emisores, permitiendo observar el volcán en actividad desde cerca, como nunca antes se había podido ver. La fotografía siguiente, obtenida por INVOLCAN, muestra el nuevo edificio volcánico de Cumbre Vieja, de unos 200 metros de altura sobre su base, crecido sobre una fisura en cuyo entorno llegan a apreciarse hasta once cráteres.

La sofisticada tecnología actual, a través de los datos sísmicos, ha permitido conocer la presencia de dos cámaras magmáticas (una profunda y otra intermedia, más somera), situadas respectivamente a unos 36 y 11 kilómetros de profundidad, que se han encargado de ir alimentando de lava al volcán. El seguimiento de la sismicidad y el análisis sistemático de los gases emitidos desde el cráter, han permitido identificar los primeros signos de agotamiento y, después de algunas pausas transitorias, certificar el final de la erupción.

Entonces, ha llegado el momento de concentrarse en buscar soluciones para la multitud de personas que han perdido su vivienda, sus plantaciones y su trabajo, además de recuperar las infraestructuras destrozadas, no sólo de comunicaciones, sino también del complejo sistema de transporte de agua que permite la irrigación de las plantaciones de plátanos. No obstante, esa prioridad indiscutible no debe esconder otra necesidad, si bien no tan apremiante pero igualmente imprescindible: el análisis de lo ocurrido para mejorar la gestión de una futura crisis, cuando se produzca la próxima erupción.

Columna volcánica captada por David del Rosario, publicada en El Diario.es

Porque tanto los datos históricos como la información geológica indican que, con muchísimas probabilidades, indefectiblemente, dentro de unos años, hará su aparición una nueva erupción en La Palma. No parece aventurado asegurar que la valiosísima información que geofísicos y vulcanólogos han recopilado durante los últimos meses, contribuirá a una mejor capacidad de predicción y seguimiento. Conviene recordar que, como se mencionó en la primera parte de este artículo, la meteorología puede tener un elevado nivel de acierto en sus pronósticos gracias a que han podido observar miles de veces los mismos procesos en un mismo lugar, repetidos a lo largo de los años. En cambio, las ocasiones en que se puede monitorizar un mismo volcán son escasísimas, y por eso los datos acumulados durante esta erupción son tan valiosos. Por otra parte, el previsible desarrollo tecnológico de las próximas décadas, con nuevos instrumentos y la mejora en el conocimiento de los procesos geológicos, deben contribuir también notablemente a mejorar la capacidad de predicción. Pero estas mejoras científicas servirán de muy poco si no van acompañadas por otras iniciativas que deben ser generadas y apoyadas por los poderes públicos.

El previsible desarrollo tecnológico de las próximas décadas, con nuevos instrumentos y la mejora en el conocimiento de los procesos geológicos, deben contribuir también notablemente a mejorar la capacidad de predicción.

Los conocimientos y la tecnología actuales no permiten pronosticar con exactitud el punto exacto en que, dentro de unas décadas, eclosionará una nueva y previsible erupción, pero sí que pueden aportar valiosas indicaciones. Toda la actividad volcánica acaecida en La Palma durante los últimos 120.000 años, ha estado concentrado en la parte Sur de la isla, mientras que la mitad septentrional, de la Caldera de Taburiente hacia el Norte, ha permanecido inactiva.

Vista de la Dorsal de Cumbre Vieja y el penacho de gases de la erupción, desde el Roque de los Muchachos

Esta diferencia no es fruto de la casualidad, sino de la estructura geológica profunda del subsuelo, que canaliza el ascenso de la lava a lo largo de una serie de fisuras (como la que es apreciable en la fotografía donde se observaban varios cráteres), dispuestas a lo largo de una dorsal topográfica, orientada Norte-Sur,  en la que se diferencian dos sectores, con relieves característicos: Cumbre Nueva al Norte y Cumbre vieja más al Sur. Todas las erupciones históricas se han producido sobre esta última, que además concentra toda la sismicidad actual, y donde existen las máximas posibilidades de que se produzca la próxima erupción.

Una de las aportaciones principales que la Geología está realizando en numerosos países, es contribuir a la planificación territorial, ayudando a optimizar los usos del suelo. Porque, uno de los parámetros esenciales en esa planificación, es la clasificación del nivel de inseguridad asociada a fenómenos naturales, como son por ejemplo la sismicidad, el vulcanismo, los deslizamientos o las inundaciones, ya sean fluviales o costeras como consecuencia de tsunamis. En el caso de La Palma, atendiendo al volcanismo y pesar de que no se pueda predecir con exactitud el lugar de la próxima erupción, sí que sería factible establecer diferentes niveles de riesgo en función de la información existente sobre sismicidad y erupciones anteriores, en combinación con la topografía. Sobre la base de esa información, se podría zonificar el territorio, lo que permitiría orientar sobre dónde pueden construirse con mayor seguridad infraestructuras, viviendas, polígonos industriales o zonas agrícolas.

Se podría zonificar el territorio, lo que permitiría orientar sobre dónde pueden construirse con mayor seguridad infraestructuras, viviendas, polígonos industriales o zonas agrícolas.

Es bien conocido, los agricultores de todas las zonas volcánicas del mundo lo saben bien desde tiempos inmemoriales, que sobre las lavas se generan con relativa rapidez suelos que suelen ser muy fértiles, ya que las rocas volcánicas aportan nutrientes y tienen gran capacidad para retener el agua y materia orgánica. Por eso, es lógico que las coladas recientes, a los pocos años, tiendan a ser colonizadas por nuevas plantaciones agrícolas o por la reposición de las antiguas.  Pero ya no es tan lógico que se proceda de igual manera con construcciones e infraestructuras, cuya destrucción es mucho más grave tanto desde el punto de vista económico como de seguridad y funcionalidad.

Pongamos como ejemplo el delta lávico (fajana en la terminología local) que ha sido objeto de numerosas informaciones durante las últimas semanas y cuya formación, debida a la llegada de las lavas a la línea de costa, ha podido ser seguida prácticamente en directo. Deltas de este tipo existen varios en el archipiélago canario, siendo el de Garachico, en la isla de Tenerife, el más conocido de todos.

La erupción que destruyó Garachico, obra de Ubaldo Bordanova

En 1.706, al Noroeste de la isla de Tenerife, entró en erupción el volcán de Arenas Negras, y sus coladas, descendiendo hacia el mar, destruyeron una buena parte de la entonces floreciente localidad de Garachico, considerada en aquellos momentos como la capital comercial de la isla, cuyo puerto mantenía un intenso tráfico con Europa, África y América. Una de las coladas partió por la mitad la bahía que daba abrigo a los barcos, dejando el muelle inservible y formando un delta lávico muy similar al recientemente constituido al sur del puerto de Tazacorte.

Los habitantes de Garachico, después de la catástrofe, reconstruyeron su ciudad en el mismo lugar. Aunque nunca consiguieron recuperar su anterior esplendor comercial, que fue desplazado hacia el puerto de La Laguna, poco a poco y a pesar de los riesgos evidentes, fueron ocupando la nueva superficie útil del delta. Afortunadamente, desde entonces, el volcán de Arenas Negras se ha mantenido tranquilo. Pero desde el punto de vista geológico, teniendo en cuenta la longevidad y los periodos de hibernación de algunos volcanes, tres siglos no son nada, y la localidad actual de Garachico está ubicada en una posición que puede considerarse de alto riesgo.  El par de fotografías adjuntas permite comparar la similitud de ubicaciones entre el reciente delta de la isla de La Palma, aún humeante, y la situación actual de Garachico. Sobran las palabras.    

La enorme tarea de reconstrucción y rehabilitación de los terrenos afectados por la reciente erupción de Cumbre Vieja, queda ahora en manos de los poderes públicos, quienes además de atender a criterios económicos, debieran escuchar también los consejos técnicos y científicos sobre la planificación del uso del suelo. Por desgracia y como es bien sabido, los políticos, a todos los niveles, recurren de inmediato a la Ciencia ante la urgencia de un imprevisto, pero suelen olvidarla enseguida, sobre todo cuando los consejos de los científicos se refieren a periodos de tiempo que exceden al horizonte de las próximas elecciones.

El nivel de conocimiento actual permite predecir sin mucho riesgo a equivocarse que, dentro de unas décadas, nuestros nietos o biznietos presenciarán una nueva erupción en la isla de La Palma. Debiera ser nuestro objetivo que, llegado ese momento, no aparezcan noticias como la imaginaria información que se detalla a continuación:

La Palma, 18 de Agosto de 2085.- Como venían anunciando los técnicos especialistas en volcanología, basándose en la frecuencia de la sismicidad y el abombamiento del terreno, el volcán de Cumbre Vieja ha entrado de nuevo en erupción, después de más de 60 años de letargo. Tras unos primeros días de actividad predominantemente explosiva y gaseosa, la lava ha empezado a fluir ladera abajo y se aproxima a la costa, hacia los mismos lugares donde se formó el delta lávico durante la anterior erupción de 2021. Afortunadamente, gracias a los servicios de Protección Civil, la evacuación de los residentes en la zona ha podido efectuarse a tiempo y no ha habido que lamentar desgracias personales, aunque los daños materiales en viviendas, infraestructuras e instalaciones industriales son muy cuantiosos.


Volcanes, Geología y Periodismo (epílogo) | Por Enrique Ortega Gironés


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

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