Rebeca

Rebeca era una mujer rigurosa. Tan rigurosa en sus registros como en esconder cualquier aparato digital en función de la era a la que viajase. Si se daba el caso de quedarse bajo mínimos la carga, debía buscar el modo de regresar a cargarlas, a no ser que los enchufes y los voltajes coincidiesen (por ejemplo, cuando viajaba a los ochentas no tenía problema). Además, no solo era una transtiempo eficiente, también era una periodista excelente y reconocida por sus superiores como la mejor de la plantilla. Sí, era excepcional: una mujer muy organizada y de palabra, exceptuando los casos necesarios como las mentiras que debía acometer al viajar en el tiempo: no se puede ser fiel ni leal con todas las personas que conoces en cada viaje, claro está.

Rebeca, por Carmen Nikol

Cuando juraba, juraba de veras. Y tenía ese hábito: juraba. De hecho, por tal de recordar cada uno de sus juramentos, siempre se llevaba, allá adonde fuere, un diario y dos agendas: una digital y otra escrita a mano. El tiempo que pasaba en cada lugar dependía del nivel de carga de esas baterías portátiles, las cuales debía llevarse siempre para mantener cargada su agenda digital. Consideraba, también, que, para escribir sus memorias, debía ser rigurosa con ello.

La última vez que tuvo un serio problema para poder mantener la calma y el orden, entre todo ese trajín de ires y venires, fue aquella fatídica y lamentable ocasión: el día en que faltaron sus padres. Estaba en Marruecos, en Arcila. Allí era muy querida. En 1988, estaba disfrutando de sus gentes y de las calles de aquel maravilloso lugar, aprovechando para mejorar la casa de su tío, y así alquilarla, cuando la llamaron para decirle que sus padres habían muerto en un accidente de tráfico. La noticia coincidió con la cena de Ramadán que habían organizado sus vecinos para darle la bienvenida. Llorando, tuvo que disculparse y viajar en avión, si bien hubiese deseado teletransportarse, como solía ser habitual (en esta ocasión, le sacaron el billete).

Sufrió muchísimo. Por todo: por cómo tuvo que regresar, por tener que realizar el reconocimiento de sus preciosas caras, que tanto había amado. Vivió con ello hasta el final de sus propios días.

Rebeca de adolescente junto a su padre.
Imagen creada por Carmen Nikol

Rebeca era una mujer íntegra, generalmente. Serena y de apariencia intensa, vivaz. Su mirada estaba, casi siempre, enfocada en algo, escudriñando. Pero con ternura y entrega. Ya de niña era así. Por eso, sus padres decidieron inculcarle una formación académica que velase por mantener su interés vital: ése que le llevaba a buscar información sobre todas las cosas. Además, sabían que las expresaría excepcionalmente bien. Tenía solo año y medio cuando ya hablaba con claridad. Y su vocabulario fue incrementándose de un modo inaudito: cada año que pasaba, les sorprendía más y más. Leía vocabularios especializados, diccionarios de diferentes lenguas… Era una apasionada del lenguaje y de las gentes que lo usaban, fuesen de donde fuesen.


Cuando Rodrigo, su padre, convenció a Helena (su madre) de que ya era el momento de revelarle a Rebeca su nueva habilidad, la propia de su pequeña comunidad, Helena puso el santo en el cielo. La veía demasiado joven. Vivaracha y feliz, sí; pero ingenua aún respecto a ciertos conceptos y sentires. Los transtiempo tenían siempre la necesidad de compartir sus cualidades individuales con los suyos. Y eran muchas y diversas, más allá de su capacidad de viajar a través del tiempo. Pero, Rebeca era su hija, su niñita. No era el momento. Jamás se alteraba: era una joven que emanaba elegancia y saber estar. ¿Perdería su manera exquisita de crecer? ¿Se revelaría por ser demasiado pronto para ello?

Helena no sabía gritar. Pero… Rodrigo se estaba extralimitando y no pudo reaccionar de otro modo. Con todo, y como siempre, zanjó su enojo y le hizo caso. Helena: tienes que hacerle caso a Rodrigo ―le decía él en broma. Y Helena sabía que lo decía para el bien común. Esa carantoña verbal se la venía haciendo desde los albores de su matrimonio, de ese matrimonio que tanto admiraba Rebeca.

Cuando le comunicaron, a su preciosísima hija de 8 años, que podían viajar en el tiempo… ¡ja! Rebeca se quedó muda. ¡Muda Rebeca! Y se asustaron. Claro: no era posible callar a Rebeca la-Rebeca-habla-que-habla (como la solían llamar con todo su cariño). De modo que para descubrir cómo le había afectado efectivamente, decidieron realizar un transviaje con ella: se irían a Atenas. Ni más ni menos. El primero querían que fuese entretenido, cultural y muy ameno; querían que fuese memorable y que desease regresar sola, pasado cierto tiempo prudencial. Y lo hicieron mediante el rito iniciático, uniendo sus cuerpos en un círculo y tocándose, a la vez, su propia boca mientras decían al unisono: andori rietano sumtu Atenas 1979 (una frase de la lengua que les dio la vida).

Fue bien y no pasó mucho tiempo hasta que Rebeca tomo el pulso de viajar sola. Solía ir y venir en una sola tarde y a lugares muy cercanos: pero así practicaba lo que era su sino.

Imagen creada por Carmen Nikol

Con el tiempo, sus carnes iban cambiando. Eran las carnes del tiempo, de ese tiempo tan importante y vital para su desarrollo múltiple personal, su tiempo presente y el tiempo hacia el que viajaba incansablemente, jugando como quien juega con cualquier otro juguete. Así, se convertiría en una mujer de cabellos rizados vaporosos y de tez blanca y fina. Pero, no supo que era su periodo hasta que contaba ya con una figura amable y sus labios crecieron. Siempre muy hidratados. Los mimaba como si fueran la herramienta de su vida…


Rebeca
por Carmen Nikol
(continuación de Las carnes del tiempo)


Publicado por Entrevisttas.com

Entrevisttas.com comienza su andadura sin ánimo de lucro, como el blog personal de Carmen Nikol. Se nutre, principalmente, de entrevistas y artículos realizados por ella misma y por algunos colaboradores. Con el tiempo, desarrolla su sistema de colaboraciones con autores de renombre en diferentes materias como las ciencias, el derecho, la investigación, el deporte... Y busca constituirse como una revista. ¿Quieres colaborar? No dudes en contactar. Todos lo hacemos de forma gratuita.

3 comentarios sobre “Rebeca

Deja un comentario