El joven político

A mediados de la última década del siglo pasado, uno de sus frecuentes viajes de trabajo le llevó hasta Mendoza, esa maravillosa provincia argentina donde se pueden encontrar los más excelsos paisajes andinos, presididos por el impresionante Aconcagua, además de inacabables llanuras semidesérticas y extensos viñedos que abastecen a sus prestigiosas bodegas.

Allí residía un colega y buen amigo suyo, a quien había conocido meses antes en Buenos Aires. Sabedor de que se encontraba en su ciudad y del hotel en que se alojaba, tuvo la amabilidad de invitarle a cenar en su casa y presentarle a su familia. Por supuesto, ¡cómo no!, la cena consistiría en un tradicional asado. La vinculación de los argentinos con el asado es similar a la de los valencianos con la paella. Para las comidas familiares o con amigos a celebrar en domingo, sobre todo si se organizan en plan casero, no hace falta preguntar el menú. Al recibir la invitación, a él le vino a la cabeza el recuerdo de una ocasión en que llegó, el mediodía de un domingo, al pequeño aeropuerto de Salta, otra provincia argentina, limítrofe con Chile y con Bolivia. Después del aterrizaje, cuando se abrió la puerta del avión y salió al exterior, se vio envuelto inmediatamente por un penetrante aroma a carne asada, procedente de los efluvios desprendidos desde miles de hogares, donde la carne se estaba dorando sobre las brasas, que saturaban el aire en muchos kilómetros a la redonda.

Como habían acordado, puntualmente, su amigo fue a buscarle y le llevó hasta su casa. Allí conoció a su mujer, a sus tres hijos y a un joven que le fue presentado como senador, el prometido de su hija mayor. Entre todos formaban un entrañable grupo familiar, acogedor, espontáneo y simpático, con quienes se encontró de inmediato como en casa, como si los conociese de toda la vida. Su amigo, como cabeza de familia, era el responsable de ejercer de maestro de maniobras en el ritual del asado, y él, curioso, salió al jardín para escudriñar y aprender algo sobre el método ortodoxo de cómo gestionar la parrilla.

La carne se iba dorando lentamente, y charlando de todo un poco, mientras degustaban un delicioso tinto mendocino, le comentó: Estoy sorprendido por la juventud de vuestros políticos. Me parece admirable que un chico tan joven como el prometido de tu hija sea ya senador.

Estoy sorprendido por la juventud de vuestros políticos. Me parece admirable que un chico tan joven como el prometido de tu hija sea ya senador.

Su amigo le miró con sarcasmo, sonrió de oreja a oreja y estalló en una sonora carcajada.

– ¡Ni es político ni es senador! Le llamamos así porque casi todos los días se queda a senar

Esa no sería la única vez que, al otro lado del charco, quedaría confundido por esa forma de hablar, tan cantarina y agradable al oído que tienen en América, pero que hace imposible diferenciar las ces de las eses. Y a veces, incluso de la zetas. ¿Quién no ha tenido alguna experiencia similar en la otra orilla del Atlántico?

Basado en La vuelta al mundo de un geólogo


Por Enrique Ortega Gironés


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

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