Desertización y reforestación en el Levante ibérico

La concepción mental del desierto, a nivel profano, es una sucesión con tendencia infinita de dunas de arena o rocas desnudas con apenas presencia de plantas y animales, mucho sol y por asociación, calor. Sin embargo, puedo contar que al descubrirlo me quedé tan sorprendido como puedan quedar muchos de ustedes al leerlo.

Montaje con Sierra de Filabres y Subdesierto del Andarax (Almería)

El desierto es consecuencia de la falta de humedad disponible. Y, por ende, se da la circunstancia de que el más grande del mundo es el lugar donde más agua hay almacenada sobre la superficie terrestre. La Antártida, con sus 14,1 millones de km², está considerado ahora como el desierto más grande del mundo. En su caso, es la falta o escasez de humedad libre disponible para los seres vivos la que genera las dificultades para la generación de biomas autónomos. Y es esta dificultad para la vida silvestre la que determina el carácter que encierra el concepto que define el desierto.

Dunas de Merzuga (Marruecos)

En el caso polar, se produce por congelación del vapor de agua y su precipitación en forma de hielo. En los casos más clásicos, la razón es la aridez, falta de lluvia a consecuencia de fenomenología que puede ser diversa.

Tales son circunstancias que, por el momento, no se dan en nuestro país, ni tampoco en el conjunto de la Península Ibérica, salvo en las altas cumbres nevadas de glaciares permanentes (Pirineo) o semipermanentes (Sierra Nevada), que presentan escasa superficie relativa o una interacción con su entorno muy dinámica en base a las fluctuaciones estacionales del clima.

Por eso a los que antes se les ha llamado Desierto de Tabernas, Monegros o Bárdenas Reales, ahora se les conoce más bien como subdesiertos de Almería, sureste semiárido ibérico o estepas de Bárdenas o Monegros.

Otoño, época de cambio, de lluvia en el levante y de lluvias torrenciales. Lo que siempre se llamó gota fría y que ahora recibe el nombre de DANA (Depresión aislada en niveles altos) o lo que es lo mismo una bolsa de aire frío que genera una borrasca localizada. Dicho de otro modo, lo que ha pasado siempre en estas fechas y en esa región. Otra expresión más del famoso Principio del Actualismo, según el cual, los fenómenos geológicos que se manifiestan actualmente sobre la Tierra, son los mismos que siempre han tenido lugar.

Pero la curiosidad por un lado (o lo que vulgarmente se conoce como acordarse de Santa Bárbara cuando truena) y la presión mediática sobre la fenomenología meteorológica, por otro, llevan a las mentes inquietas a preguntarse por qué ocurren estas cosas y si hubiese modo de solucionarlo.


La desertización y la desertificación

Unos decenios atrás, fue obsesión la desertización o desertificación, esos procesos según los cuales el gran desierto del Sáhara ascendería como una horda imparable y abordaría Europa al otro lado del mar Mediterráneo emulando un episodio más de los corsarios berberiscos.

La Administración ambiental española, a cargo del I.C.O.N.A. por aquel entonces, empleó enormes cantidades de dinero en ponerle freno a través del prestigioso proyecto LUCDEME (Lucha contra la desertificación del Mediterráneo).

Ni el Sáhara ha avanzado mucho más allá de sus límites tradicionales (conocidos como Sahel) ni el clima ha cambiado un ápice en los últimos cuarenta años, pese a que ya se hablara del calentamiento global y deshielo glaciar a causa del CO2 durante los años 70 (Asimov, 1973).

Frente a esto último, conviene aclarar que en los actuales discursos sobre el tema, se confunde siempre climatología con meteorología, sin prestar la más mínima atención a la diferencia conceptual y obviando totalmente a los testigos del asunto que marcan de forma enmudecida el patrón ambiental en curso.

Pueden encontrarse al respecto numerosos artículos relativos al tema a cargo de nuestros compañeros Ortega Gironés, Sáenz de Santamaría Benedet y Stefan Uhlig en esta misma revista.


La vegetación

Ese indicador ambiental del clima local sobre cada punto de la Tierra no es ni más ni menos que la vegetación del lugar. Pinares, encinares, castañares, hayedos, robledales, sabinares, atochares, praderas, marcan, cuando rigen de forma espontánea, el clima característico de cada territorio.

Inesperado bosque boreal en el Valle del Genal (Málaga)

Es lo que se llama vegetación zonal, aquella que es un reflejo del clima de la zona y está condicionada por las variables climáticas y la latitud. Las vastas superficies cubiertas por las plantas tienen fundamentalmente su razón de ser en dos factores, la humedad y el calor, que han permitido la propagación y desarrollo de las especies vegetales (González Vázquez, 1947).

Frente a ella, se opone la vegetación azonal que no depende del clima sino que muestra restricciones o adaptaciones a las peculiaridades del sustrato sobre el que se asientan (encharcamiento, salinidad, mineralogía).

Así pues es la interacción de clima y suelo la que define la vegetación que cubre un lugar. En el rango posible se encuentra desde el desierto (vegetación inexistente o muy precaria) hasta la selva más exuberante.

En el clima, la integral térmica anual es la cantidad de energía disponible en un lugar con la que la vegetación ha de satisfacer sus procesos fisiológicos y culminar su desarrollo. La precipitación por su parte abastece las necesidades de transporte al diluir los minerales del suelo y formar la solución nutriente junto con el carbono que se fija desde la atmósfera a través de las hojas (fotosíntesis).

Las vastas superficies cubiertas por las plantas tienen fundamentalmente su razón de ser en dos factores, la humedad y el calor, que han permitido la propagación y desarrollo de las especies vegetales

González Vázquez, 1947

Los suelos

En cuanto al suelo, la gran mayoría de vegetales suele ser indiferente. No obstante hay dos grandes facciones particulares, las calcífugas (intolerantes al carbonato de cal) y las calcícolas o calcófilas (tolerantes a la caliza).

Esto, a modo similar a como se divide la España peninsular con respecto a la precipitación (España seca y España húmeda) lleva a una dualización con respecto al sustrato. Así se habla a veces de la España silícea y de la España caliza. A grandes rasgos, ambos tipos de división se superponen en gran medida, dado que los materiales silíceos dominan en la parte occidental (fachada atlántica) mientras que los carbonatados lo hacen en la ribera mediterránea (levante ibérico).

Marismas, saladares, riberas, yeseras, rocas ígneas y zonas magnesícolas (esencialmente dolomías, peridotitas) generan algunas particularidades en el sustrato que alteran las reglas climáticas por las que suele regirse la vegetación natural. Su ubicación es más irregular que la climática, no siendo zonificable al igual que aquella, por lo que se conoce como vegetación azonal.


La Antropización y sus efectos en España

Y como tercer factor, está el humano. La antropización o influencia humana sobre los ecosistemas naturales también interviene en el aspecto final de un territorio. Al menos desde que aprendió a manejar el fuego hace aproximadamente 1,5 millones de años (Sevilla Martínez, 2008) y posteriormente con el regadío y el manejo de las aguas subterráneas (Pulido Bosch, 2000, Parra, 2011).

Bancales de regadío y pastos en Sierra Nevada (Lanjarón)

Su capacidad para alterar el clima fue históricamente muy limitada, pero no así sobre los suelos y sustratos, con tendencia a generar procesos regresivos tendentes a la degradación de estados estables o evolucionados. Es decir, con un gran potencial para conducir hacia la desertificación de los mismos.

La respuesta a la cuestión de si resulta posible recuperar zonas desérticas de uno u otro lado dependerá de la naturaleza y origen del territorio en cuestión. Los desiertos climáticos son menos manejables que los de naturaleza degradada por razones de gestión inadecuada.

Debemos hacer constar que, cuando P < 50 mm (precipitación anual media menor de 50 mm), y aún en caso en que las precipitaciones caídas durante el período vegetativo sean mayores, la existencia del monte natural es muy insegura en la mayor parte de nuestras comarcas, por ocurrir, con alguna frecuencia, que algunos años sean extremadamente secos por falta de lluvias o por que se reparten inadecuadamente durante los mismos; lo cual provoca hasta la muerte, en los montes naturales y artificiales, de las especies más xerófilas, y, en más de una ocasión, hemos podido comprobar la muerte por sequía de los pinos carrasco, rodeno y piñonero, aún contando algunos pies de los mismos de 15 a 20 años.

A semejante circunstancia, tan desfavorable para el desarrollo de las especies forestales en nuestro país, viene a sumarse el deplorable estado en que se encuentran lo suelos de gran parte de nuestro territorio, degradados, asurcados, secos y endurecidos para ofrecer un medio apropiado a la germinación de las semillas o reproducción natural de los montes, y se comprende lo aleatoria que ha de ser en muchos casos la existencia del monte natural y la conservación del artificial, tratándose de territorios que reciban P < 50 mm, a menos que un repetido laboreo del suelo contrarreste la pérdida de humedad que experimenta el mismo por evaporación, y se cree de este modo un medio más adecuado a la germinación de las semillas (González Vázquez, 1947).

En este breve fragmento, el profesor da una de las claves que influyen notoriamente en la caracterización climática de un lugar y que, como se indicó al principio, sirven para diferenciar climatología de meteorología.

El reparto de las precipitaciones (N: nº días de lluvia) a lo largo del año es tan decisivo que determina con su número el factor de precipitación (Fp = P*N/365) que sirve para caracterizar una zona en función de su potencialidad forestal en base a la humedad anual.

Sirva como ejemplo claro el contraste entre las ciudades de Almería y Alicante. Ambas en la misma longitud geográfica y posición muy similar en el conjunto de la Península Ibérica, además de climatológicamente muy similares.

El conjunto de valores promedio anual para cada una de ellas es la que se indica en las tablas siguientes (fuente: Agencia Estatal de Meteorología AEMET)

MesTTMTmRHDRDNDTDFDHDDI
Enero12.616.98.324672.90.00.51.00.07.1194
Febrero13.317.69.025672.90.00.51.30.06.1191
Marzo15.119.610.616652.60.00.31.50.05.7232
Abril17.021.412.517622.60.00.60.60.06.1261
Mayo19.724.115.312631.90.00.51.00.06.9297
Junio23.527.918.95610.60.00.60.40.013.1325
Julio26.130.521.71600.30.00.50.40.019.0342
Agosto26.731.022.41630.30.00.60.40.015.0315
Septiembre24.228.420.014651.50.01.10.50.09.3256
Octubre20.424.516.327682.80.01.00.90.05.4218
Noviembre16.420.512.328673.60.00.90.50.05.4183
Diciembre13.817.99.630673.30.00.50.50.06.2178
Año19.123.414.72006525.40.07.48.90.0108.02994
Almería: Aeropuerto
MesTTMTmRHDRDNDTDFDHDDI
Enero11.717.06.323673.60.00.20.20.48.0181
Febrero12.317.67.122663.00.00.40.50.36.1180
Marzo14.219.68.923653.40.00.40.60.06.5227
Abril16.121.310.929634.10.01.60.20.05.5247
Mayo19.124.114.128644.00.02.30.00.05.4277
Junio22.927.818.112631.80.01.50.00.09.9302
Julio25.530.320.74650.60.00.70.10.015.2330
Agosto26.030.821.27671.10.01.10.00.012.7304
Septiembre23.528.518.556693.30.02.70.10.06.5250
Octubre19.724.914.547704.50.02.10.10.05.4217
Noviembre15.420.510.336694.20.00.50.10.05.7173
Diciembre12.617.77.425683.80.00.40.00.17.0164
Año18.323.313.23116637.50.013.81.90.995.22851
Alicante: Observatorio de Alicante
TTemperatura media mensual/anual (°C)
TMMedia mensual/anual de las temperaturas máximas diarias (°C)
TmMedia mensual/anual de las temperaturas mínimas diarias (°C)
RPrecipitación mensual/anual media (mm)
HHumedad relativa media (%)
DRNúmero medio mensual/anual de días de precipitación superior o igual a 1 mm
DNNúmero medio mensual/anual de días de nieve
DTNúmero medio mensual/anual de días de tormenta
DFNúmero medio mensual/anual de días de niebla
DHNúmero medio mensual/anual de días de helada
DDNúmero medio mensual/anual de días despejados
INúmero medio mensual/anual de horas de sol
Leyenda

En base a estos datos. Almería Fp = 13,69 y Alicante Fp = 34,52. Sólo con un tercio de precipitación y 12 días al año más, el factor de precipitación en Alicante duplica al de Almería. Aunque ambos quedan por debajo del umbral 50 que marca el límite del clima muy seco, parece obvio que la favorabilidad de una es muy superior con respecto a la de la otra.

Lomas de calizas margosas en Dalías (Almería)

Para los valores de Fp próximos al valor 50, es posible que se origine el monte claro arbóreo de nuestras especies más xerofíticas. Pinetum halepensis y la tuya de África (Callitris quadrivalvis); el monte artificial de dichas especies se logra mediante el riego, pero es muy difícil su conservación y aún más su regeneración natural.

Para los valores de Fp menores de 25 sólo existe el semidesierto craso (Agave, Cactus, etc.). Para los valores intermedios, entre 25 a 50, son frecuentes el Brachypodietum y el Stipetum, pero menos el matorral de ciertas labiadas (Rosmarinetum). El clima muy seco origina el subtipo de monte que hemos denominado hiperxerofítico (González Vázquez, 1947).

La peculiar distribución de los territorios forestales en la Península Ibérica

La particular geografía forestal de la Península Ibérica no es sino resultado de la aplicación de los principios expuestos. Se debe a la articulación del binomio clima-suelo a lo largo de toda su geografía.

A este respecto, se presentan algunas curiosidades que, siendo las mismas, pero disponiéndose de otro modo, podrían haber dado otra configuración al territorio y sobre todo, haberlo hecho agrícolamente más pobre.

La P.I. se encuentra en la franja mediterránea, un horizonte latitudinal marcado por las altas presiones (H). En este caso concreto, por el anticiclón de las Azores. El régimen de circulación atmosférica que impone un anticiclón es de corrientes descendentes desde las capas altas de la atmósfera, por lo que arrastra aire seco y frío hacia la superficie. Por eso ofrece días despejados de sol radiante, incompatibles con la lluvia.

Su fenómeno complementario es el ciclón o centro de bajas presiones (L), caracterizado por corrientes de aire ascendente capaces de arrastrar el vapor de agua procedente de las grandes masas oceánicas y elevarlo a las capas altas de la atmósfera. Allí se enfría por descompresión adiabática generando condensación y posibilidad de precipitaciones.


El paisaje ibérico

En el caso peninsular, la protagonista es la Borrasca de Islandia, que normalmente rige en el ámbito de latitud 55º N. El sentido de circulación de los vientos que provoca es contrario al de las agujas del reloj. El centro de altas (H) siempre dirige sus vientos hacia el de bajas (L) con un sentido contrario al de la borrasca. Por eso, recibe el nombre de anticiclón (opuesto al ciclón). A lo largo del tránsito de la Tierra en su órbita anual, se producen cambios de inclinación en el eje de la misma que provocan desplazamientos de estos centros motrices de la circulación general de la atmósfera. Así, en primavera y otoño, las bajas presiones pueden alcanzar la frontal atlántica peninsular, situándose frente a las costas de la vecina Portugal y generando vientos que arrastran la humedad oceánica hacia el interior, formando frentes que recorren el territorio con más o menos intensidad y potencia. A medida que penetran en el interior, pierden fuerza y sobre todo humedad. Esta es la explicación básica de por qué en el levante llueve bastante menos que en el poniente. Y en el sur, que en el norte. Somos tributarios de la generosidad pluviométrica de la Borrasca de Islandia, que tiene ubicación atlántica y preferencia norteña.

Somos tributarios de la generosidad pluviométrica de la Borrasca de Islandia, que tiene ubicación atlántica y preferencia norteña.

Y en relación con los sustratos, también una dualidad muy marcada, como ya se hizo alusión. El zócalo o macizo Herciniano es el componente más antiguo (con edades que oscilan entre 600 y 250 millones de años). Está compuesto por materiales predominantemente silíceos, bien sea de naturaleza intrusiva (granito) o metamórfica (esquistos o gneises) y sedimentaria (pizarras, areniscas y cuarcita), sin dejar de mencionar la abundancia de sedimentos carbonatados en la zona cantábrica como por ejemplo, los Picos de Europa.

Montaña de Navas del Marqués (Ávila)

Su ubicación es esencialmente occidental. A grandes rasgos constituyen toda Galicia, Portugal, Cordillera Cantábrica occidental, Castilla-León, Extremadura y Andalucía occidental configurando en algunos tramos grandes relieves aislados entre tramos más modernos como son el Sistema Central (hasta Guadalajara), Pirineos occidentales, Sierra Morena y Sistema Ibérico hasta el río Jalón.

En contraposición, los materiales carbonatados predominan en la mitad oriental, con algunas intercalaciones de sedimentos silíceos. Podría trazarse una línea vertical que dividiese en dos la Península Ibérica desde Picos de Europa hasta la bahía de Marbella (Málaga). Siempre con las salvedades irregulares que marcan las depresiones interiores. Asimismo, podría decirse que, los materiales silíceos, en la fachada atlántica, están mejor regados que los carbonatados, que se encuentran en la mediterránea. Hay que considerar, además, que los materiales silíceos son pobres en minerales catiónicos, nutrientes para los vegetales, mientras que los carbonatados son ricos en ellos. De ese modo dan lugar a lo que se llaman suelos oligotrofos (escaso alimento) y eutrofos (verdadero alimento). Además, los suelos silíceos son poco permeables y tendentes al encharcamiento, mientras que los carbonatados presentan el efecto contrario.

La exposición a la lluvia provoca disolución y arrastre de minerales a las capas profundas (lixiviación), agravando con ello el problema de los suelos poco fértiles. Es por esto que tanto Portugal como las provincias peninsulares de poniente (Galicia, Asturias, Zamora, León, Cáceres, Badajoz, Huelva) fueron históricamente zonas pobres, dadas a la emigración de sus gentes o dedicadas principalmente a la ganadería.

En el caso levantino, hay que señalar además lo errático de las precipitaciones, así como el escaso número de días de lluvia (N). Los registros pluviométricos anuales (P) suelen concentrarse en temporada de otoño, por efecto de lo que se conoce como gota fría, ocurriendo en pocos días con episodios de fenomenología brusca que incrementan el total, pero de forma muy errática.

Esto añade un punto de gravedad debido a la intensidad de precipitación, con gran fuerza erosiva, que actúa perniciosamente sobre los suelos de laderas desnudas. Como se ha visto, además, el escaso repartimiento de los días de lluvia dificulta mucho obtener valores del factor de precipitación (Fp) próximos a 100.

Otro elemento añadido son las montañas. El Plegamiento Alpino, responsable de la elevación de los terrenos más jóvenes y de la reactivación en el relieve de materiales del sustrato herciniano (los grandes relieves anteriormente mencionados), como consecuencia del empuje de la placa africana hacia la placa ibérica y europea, deformando los sedimentos de una antigua cuenca sedimentaria marina, donde predominan los materiales carbonatados de la mitad peninsular oriental . Por eso sus materiales son esencialmente carbonatados (estuvieron cubiertas por el agua del mar) y se ubican preferentemente en el levante peninsular,

Sierra de Segura (Castril, Granada)

Son responsables de que el curso de los principales ríos orienten su boca hacia el Atlántico, recorriendo la mayor parte peninsular en su desarrollo. Si su dirección dominante hubiese sido oriental, las elevaciones principales que ahora mismo conforman el techo peninsular se hubieran ubicado en la actual frontera lusitana. De ese modo, la precipitación de las borrascas atlánticas, origen del principal caudal fluvial que nos riega, hubieran quedado atrapadas allí, siendo nuestros ríos principales de caudal más reducido o más corto (caso del río Miño) y sus posibilidades agrícolas tal vez mucho menores.

El efecto Foehn, que provoca la condensación del vapor de agua y su precipitación en las laderas por las que asciende, genera en la vertiente contraria ambiente seco y temperatura más elevada (compresión adiabática). Ésa es la razón de ser de muchos de los desiertos climáticos zonales.

Es el caso de los subdesiertos interiores de la Península Ibérica, con especial alusión a los de Almería, generados a consecuencia de la sombra pluviométrica que genera Sierra Nevada.

Subdesierto de Tabernas (Almería)

Y, para rematar, la acción de los asentamientos humanos. El levante carbonatado ha sido históricamente más proclive a la intensificación agrícola. El desplazamiento sistemático del saltus por el ager, mediante roturaciones de suelos ocupados por bosque o matorral, generó paisajes abiertos y asentamientos prósperos cuyo crecimiento exigía provisión para cubrir necesidades.

Así pues, el paisaje ibérico parece destinado a la dicotomía binaria: húmedo-seco, silíceo-carbonatado, ganadero-agrícola, con un resultado general que viene a ser de abundancia de bosques de frondosas en el poniente y dominancia de coníferas en el levante.

Caracterización del levante en general y de Alicante en particular

Como ya se ha comentado, el levante ibérico es una enorme extensión territorial proclive a la escasez de precipitaciones con suelos de naturaleza carbonatada que son bastante permeables y que han sido históricamente usados de forma intensiva por las sociedades humanas.

Lomas cultivables de margas y margocalizas (Piñar, Granada)

No es casual que las principales ciudades históricas en la Península Ibérica (Tarragona Valencia, Córdoba, Zaragoza, Mérida, Murcia,) se encuentren en la proximidad de fértiles suelos agrícolas y de mineralogía carbonatada.

La etimología de Alicante, akra leuké (promontorio blanco, lucentum, leucante, al laqant) llevaa asociada el color claro. Tierras blancas consecuencia de la cal, el carbonato, la caliza. A diferencia de sus vecinas al sur, su mayor latitud la favorece en el recorrido norteño de los frentes atlánticos.

Por otra parte, queda situada en la interferencia tectónica entre los relieves de la Cordillera Bética y el Sistema Ibérico, escapando de la sombra pluviométrica que estas puedan causar frente a los vientos de poniente.

En ese sentido, presenta bastante alivio con respecto a Murcia (a la sombra de la Sierra de Segura) o Almería (Sierra Nevada).

Si se comparan los datos climáticos promedio para Alicante (1947) con los actuales que ofrece la AEMET se puede apreciar que, pasados 76 años, la variación es pequeña (P:331/311; N: 44/37,5; T: 17,7/18,3).

En general, la climatología levantina presenta unos valores de precipitación promedio P ≈ 300 mm anuales, lo que da para la presencia persistente de pino carrasco, araar o ciprés de Cartagena y algarrobo, especialistas suficientes para conformar huestes con las que acometer la forestación de su territorio.

Teniendo en cuenta que este observatorio se encuentra a nivel del mar y que el interior provincial se sitúa a mayor altitud siendo más cercano a la acción de los frentes atlánticos y mas proclive a la condensación en virtud de aquella, hay que pensar que el territorio provincial es bastante más favorable para acoger vegetación forestal.

Los terrenos agrícolas en desuso o que pierden fertilidad siguen siendo un buen solar para adoptar un bosque y recuperar valores de biodiversidad perdida ofreciendo nuevos usos a la sociedad que puede hacerse cargo de ellos.

Los terrenos agrícolas en desuso o que pierden fertilidad siguen siendo un buen solar para adoptar un bosque y recuperar valores de biodiversidad perdida ofreciendo nuevos usos a la sociedad que puede hacerse cargo de ellos.

Las antiguas prácticas de cultivo (cultivos de escorrentía, aterrazado, bancales) tendentes a incorporar humedad al suelo y retenerla en mayor medida, aumentando el nivel de agua verde (agua disponible para las raíces) se han invertido actualmente con la tendencia de la puesta en riego a partir de aguas subterráneas que reducen el nivel freático y aumentan la percolación del suelo.

Esto reduce o elimina la disponibilidad de agua a nivel de las raíces obligándolas a profundizar más o causando su muerte por sequía. Al margen de los procesos de salinización en capas altas del sustrato que genera el riego en climas áridos o semiáridos (Pulido Bosch, 2000, Parra 2011).

Paisaje agrícola y montes deforestados entre Almería y Murcia

Las soluciones para cada caso, suelen existir. Ya se ha dicho que no hay desiertos puros en la Península Ibérica, si bien habrá situaciones difícilmente reversibles por la combinación de factores naturales e históricos que puedan acumular cada lugar concreto. La toma de decisiones a ese respecto, es lo que se conoce como elección de especie.


El caso de Sierra Espuña, Murcia

Con el traspaso de la euforia industrial del siglo XVIII al XIX, la marina empezó a demandar barcos en acero. Con ello, la madera perdía privilegios. Pasaba de ser un material noble de carácter estratégico, a prácticamente material de desecho con destino energético (Bauer, 1980; Gómez Mendoza, 1992).

Un país escaso en hulla minera como el hispano fijó sus ojos en el carbón vegetal cuyas existencias por entonces parecían inagotables. La razón de ser del monte alto, para producir largos y rectos fustes de buena calidad quedó mermada y el destino principal del recurso boscoso ardió en las calderas de altos hornos y la industria textil.

Fue la razón de ser por la que las primeras fábricas de metal en España se instalaran en las orillas del río Mundo (Riópar, antiguo San Juan de Alcaraz), río Verde (Marbella) o río Genal (Júzcar). Agua suficiente para producir vapor y madera en abundancia para sus fogones.

La vigilancia que atendieron los visitadores de montes a cargo del Ministerio de Marina, quedó fuera de juego provocando la degradación de muchos de los montes antes productores de madera.

Aunque cooperante en la destrucción de los montes en casi total transcurso del siglo XIX, y avaro de sus recursos y flojo en su actuación para restaurarlos, es innegable que el Estado Español, durante lo que va del siglo XX, ha pertenecido constantemente la iniciativa y la mayor participación pecuniaria en empresas forestales serias y eficaces (Mackay, 1949).

Sin embargo, otra innovación tecnológica vino a suplir las demandas que antes ejercía la Marina. Y en esta ocasión con similar valor estratégico e interés público y privado. Ni más ni menos que el ferrocarril. 1848 inaugura la primera línea de ferrocarril de España con el trayecto Barcelona-Mataró.

La rapidez y capacidad de carga frente al entonces transporte de arriería y carretas se atisba desde el primer momento. La madera viva se torna de nuevo estratégica y con ello se vuelve la mirada nacional a los montes.

Puede que no sea casualidad que ese mismo año, 2 de enero de 1848 empezara a funcionar la primera Escuela especial de Ingenieros de Montes (Villaviciosa de Odón), resultado del interés general del Estado por la producción forestal.

Las atribuciones forestales que tenía el Ministerio de la Marina, pasarán ahora a otro organismo llamado R.E.N.F.E. (Red Nacional de Ferrocarriles Españoles). Las traviesas (llamadas así por ir al través del raíl y no por ser inquietas) se convierten junto con las apeas de mina en la alternativa de aprovechamiento frente a cuadernas y mástiles de navíos.

El organismo Explotaciones Forestales de la Renfe se hace cargo de los antiguos montes de Marina a mediados del s. XX hasta que un nuevo cambio tecnológico, a finales de los 70, con la incorporación del hormigón y el acero en las traviesas provoca el cese forestal y el decaimiento de los montes. A partir de entonces, se apuesta por el turismo y se impulsa la política de espacios naturales protegidos.

En conclusión, la capacidad del Estado para resolver los grandes problemas de la persistencia y aprovechamiento de la producción forestal, en el área que le es privativa, varía con el momento histórico, por cuanto depende de sus estabilidad política y de sus situación financiera. Las alternativas de estos factores, combinadas con la eficacia, variable también y vacilante, de la Administración pública, dan en España, como resultante actual, un saldo deudor muy grande en el balance entre destrucción y restauración (Mackay, 1949).

Parece claro, pues, que la conservación de los montes pasa por su utilización y aprovechamiento por parte de las poblaciones rurales que tiene asociadas. La dejadez, falta de uso o el conflicto con la Administración gestora acaba siempre en fuego (de la Cruz Aguilar, 1994).

Muchacha recogiendo matorral para fuego doméstico. Alto Atlas marroquí

El interés por el impulso forestal a mediados del s. XIX cristaliza en un renacer de los montes y la selvicultura. El desastre deforestador que supuso el carboneo industrial sirve como revulsivo para fijar la atención no solo en el carácter productor de los montes sino también en sus beneficios inmateriales para el conjunto de la sociedad.

Hay una opinión que se ocupa con predilección de sus beneficios inmediatos (leñas, maderas). Hay, en efecto, que conocer estas ventajas inapreciables enlazadas con la economía doméstica. Pero no es ese el lado más grave y trascendental de la cuestión: aquellas son las utilidades que llamamos particulares, económicas y presentes; hay otras que son universales, higiénicas y futuras, que no miran a unas clases determinadas de la sociedad sino a la universalidad de los habitantes de un país; que no redundan sólo en beneficio económico de éste, sino que trascienden a las condiciones de su existencia; y que no sólo mejoran y embellecen esa propia existencia actual, sino que extienden su influjo más allá de las generaciones presentes, preparando a nuestros últimos nietos un infalible porvenir de paz, de salubridad y de bienandanza (Pascual, 1853).

Los procesos desamortizadores por parte del Ministerio de Hacienda llevaron a la privatización de muchos de los montes, lo que promovió la movilización de las Sociedades de Amigos del País así como la creación del Catálogo de Montes Públicos exceptuados de la desamortización de 1862. Para conservar el monte alto, el Estado debe poseerlo y administrarlo (Gómez Mendoza, 1992).

Esta movilización social, encabezada ya por el entonces reciente cuerpo de Ingenieros de Montes, genera una nueva mentalidad que lleva a rectificar el criterio de exención pasando del de especie arbórea al de exención por zonas, áreas en que la vegetación es precisa para determinados fines. Esta nueva mentalidad lleva a la aprobación de un plan sistemático para la repoblación de las cabeceras de las cuencas hidrográficas (R.D. 3 de febrero de 1888) (Gómez Mendoza, 1999).

Uno de estos territorios objetivo fue la cuenca del Segura, con especial concreción en la Sierra de Espuña de la provincia de Murcia. Los episodios torrenciales característicos de esta zona del Mediterráneo y su acción sobre suelos históricamente desnudos en laderas de pendiente muy pronunciada, llevaron a poner a prueba las habilidades del reciente Cuerpo de Ingenieros de Montes.

Para conservar el monte alto, el Estado debe poseerlo y administrarlo

Gómez Mendoza, 1992

Ricardo Codorníu y Stárico fue uno de los artífices de la acción hidrológico-forestal iniciada en 1888. Para él era necesario relacionar el estudio de los ríos con el de las montañas donde nacen y la vegetación que las cubre, y actuar en la montaña porque por experiencia se puede afirmar que no hay poder contra la corriente de un río más allá del primer tercio de su curso (Gómez Mendoza, 1999).

Con su popularidad, bondad y ricas dotes de literato y poeta constituye la imagen ideal de un forestal. Quería a la humanidad y la gente le apreciaba; amaba a los niños, para quienes escribió sus narraciones. Su nombre está para siempre unido con la repoblación de la sierra de Espuña y la fundación de la Sociedad de Amigos del Árbol (Bauer, 1980). El pasado 26 de septiembre se cumplió el primer centenario de su fallecimiento.

La reforestación de la Sierra de Espuña es uno de los ejemplos modelo de todo el territorio nacional que siempre se ha puesto tanto por la dificultad de la operación, la utilidad de la masa creada, el exitoso resultado obtenido y la singularidad de su director.

Con sus 17.000 ha de superficie, el conjunto forestal creado en el entorno de Totana y Alhama de Murcia es uno de los grandes logros forestales hispanos de todos los tiempos. Aunque se deba tener en cuenta el empeño gubernamental puesto en la tarea, hay que señalar también las limitaciones propias de la época donde todo esfuerzo residía en labor de brazo humano y lomo de caballería.

Pese a encontrarse, como ya se ha dicho, en una de las zonas del sureste semiárido peninsular, a consecuencia de la sombra pluviométrica que generan las montañas de la Cordillera Bética frente a las borrascosas masas húmedas de poniente, la ingeniería forestal supo resolver la provisión de condiciones nemorales a un amplio territorio cuya frondosidad destaca hoy día en su vista aérea.

La extensa mancha verde resalta notoriamente sobre el blanquecino contexto de las margas y calizas murcianas y es actualmente orgullo del patrimonio natural del territorio otrora gobernado por el rey Lobo (Ibn Hud).

Sus modélicos resultados sirvieron para animar la continuidad de la tarea en fechas posteriores y otros territorios de similar contextura semiárida como fueron la comarca de Los Monegros en Zaragoza, las sierras de Gádor, Cabrera y Alhamilla en Almería y la cuenca del Guadalmedina en Málaga.

Pinar de repoblación. Década 1950. Cuenca del Guadalmedina, Málaga

Desde los rústicos y resistentes pinos carrascos hasta los inesperados pinsapos tuvieron cabida y prosperaron bien en aquellas elevaciones merced a la concienzuda labor de estudio y selección de cada una de las estaciones en laderas y barrancos.

Por tanto, es obvio que el levante ibérico tiene más capacidad de recuperación natural, o asistida, de la que en principio podía esperarse. Sólo es cuestión, como ha quedado patente, de empeño y acción.

Por tanto, es obvio que el levante ibérico tiene más capacidad de recuperación natural, o asistida, de la que en principio podía esperarse. Sólo es cuestión, como ha quedado patente, de empeño y acción.

El desierto más temible
es el del alma humana

Puli

Desertización y reforestación en el Levante ibérico
Antonio Pulido Pastor


Agradezco al prof. Enrique Ortega Gironés, la supervisión y puntualizaciones sobre Geología y Litología en este artículo

Referencias:

Asimov, I. (1973).- Introducción a la ciencia. Editorial Plaza & Janés. Barcelona

Bauer Mandersheid, E. (1980).- Los montes de España en la Historia. Servicio de Publicaciones Agrarias. Ministerio de Agricultura. Madrid

Codorníu y Starico, R. (1900).- Apuntes relativos a la repoblación forestal de la Sierra de Espuña. Tipografía de las provincias de Levante. Murcia.

de la Cruz Aguilar, E. (1994).- La destrucción de los montes (Claves histórico-jurídicas). Servicio de publicaciones. Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Madrid.

García Abril, A.; Yoldi Enríquez, L.; Canga Cabañes J.L. (1989).- Transformación y reconstrucción del bosque hasta el siglo XX. pp. 109-136 in El libro rojo de los bosques españoles, Carmen Ortega Hernández-Agero coord.. ADENA-WWF ESPAÑA. Madrid

González Vázquez, E. (1947).-Selvicultura. Editorial Dossat. Madrid

Gómez Mendoza, J. (1992).- Ciencia y Política de los Montes Españoles (1848-1936). Serie Clásicos. ICONA. Madrid

Mackay, E. (1949).- Fundamentos y Métodos de la Ordenación de Montes (Segunda Parte). Publicaciones de la Escuela de Ingenieros de Montes. Madrid

Parra, José M. (2011).- La historia empieza en Egipto. Editorial Crítica. Barcelona

Pascual, A. (1853).- La ciencia de los montes. Escuelas de Montes. Pp. 21 in Ciencia y Política de los montes españoles (1848-1936) Gómez Mendoza, J (1999). Serie Clásicos. ICONA. Madrid.

Pulido Bosch, A. (2000).- La explotación de las aguas subterráneas y su implicación en la desertización. Boletín Geológico y Minero. Vol. 111-5, 3-18.

Sevilla Martínez, F. (2008).- Una teoría ecológica para los montes ibéricos. Instituto de Restauración y Medio Ambiente, S.L. León

Publicado por PULI

Pastoreo estrellas, cultivo mariposas, construyo bosques

3 comentarios sobre “Desertización y reforestación en el Levante ibérico

    1. Muchas gracias maestro. Con estelas como la tuya es fácil aprender y afanarse en seguirlas. Me resulta muy admirable la tarea didáctica que habéis emprendido tu y tu equipo pese al coste que pueda suponer ir en contra del dogmatismo impuesto en el discurso oficial y general. Me alegra además enormemente que el tiempo corra a favor con la satisfacción que produce comprobar que la razón está de nuestro lado y aflora la verdad esencial de los temas que se defienden.

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      1. Sigo estando de acuerdo. Pero hará falta mucha constancia, el tiempo corre a favor pero muy despacio. Soy optimista respecto al desenlace final, la realidad es muy tozuda, pero no sobre el plazo en el que se producirá. Llevará mucho tiempo, la inercia social es más poderosa que la regida por las leyes de la física.

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