Cambio climático, dinosaurios, glaciares y osos polares

Sea por las razones que sean, quizás porque forma parte intrínseca de nuestra manera de ser desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha tenido y sigue teniendo una especial querencia por las catástrofes. A finales del siglo XVIII, como explica Anthony Hallam en su libro Grandes controversias geológicas, los naturalistas no podían explicar la formación de las grandes cordilleras montañosas y de los profundos valles, mediante la observación de lo que veían que estaba ocurriendo a su alrededor. Por eso, tuvieron que recurrir a fuerzas inmensamente poderosas que debieron haber existido en algún momento del pasado.

Así, los científicos antiguos intentaron explicar la historia de la Tierra mediante una sucesión de cataclismos, incluyendo al Diluvio Universal. En principio, esta idea parecía razonable, pero el descubrimiento de la enormidad del tiempo geológico cambió las cosas. Aunque, a los considerados como principales fundadores de la geología moderna a finales del siglo XVIII y principios del XIX, James Hutton y Charles Lyell (sin olvidar al menos conocido y precursor suyo Mijaíl Lomonósov), les costó ímprobos esfuerzos que sus teorías fuesen aceptadas. Estas ideas constituyen lo que se conoce como el Principio del Actualismo Geológico, estableciendo que el presente es la clave del pasado y que las leyes y mecanismos que han regido el comportamiento de la naturaleza han permanecido invariables a lo largo del tiempo. Es decir, que desde que apareció la primera corteza de la Tierra, hace 4.500 millones de años, la formación de las montañas, la apertura y cierre de los océanos, la erosión y excavación de los relieves, el transporte de los sedimentos y su depósito en los valles, los lagos y los mares han ocurrido a la misma velocidad inapreciable que estamos observando ahora mismo. Y así ha quedado registrado en las rocas, los sedimentos, los fósiles y el hielo.

La extrema lentitud con que se desarrollan la mayor parte de los procesos geológicos (las excepciones, por su inmediatez serían las erupciones volcánicas, los terremotos, los maremotos o tsunamis y los deslizamientos de tierra) hace que su evolución sea inapreciable dentro del ciclo vital de una persona, o incluso de varias generaciones. Por eso, la mente humana tiende a asimilar mejor aquellas interpretaciones que permiten explicar algunos procesos naturales mediante cambios bruscos y rápidos. O también, si no se dispone de la información y los conocimientos necesarios, simplificarlos para reducirlos a parámetros comprensibles.

La desaparición de los dinosaurios, un proceso que no fue ni rápido ni simple

Quizás el ejemplo más ilustrativo de esta tendencia sea la extinción de los dinosaurios, esos animales que, desde el descubrimiento de sus primeros restos fósiles, siempre han fascinado a los seres humanos. Y, muy especialmente, la historia de su extinción, vinculada con el impacto de un enorme meteorito sobre la superficie terrestre. Es precisamente esta parte de la historia del planeta, sobre la que mucha gente tiene una visión imprecisa y distorsionada.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que, desde el principio de la vida, la cadena evolutiva se ha basado, como propuso Charles Darwin en el siglo XIX,  en la extinción de unas especies que han sido sustituidas por otras, más eficientes o mejor adaptadas a las circunstancias reinantes en cada momento de la historia planetaria, mediante un proceso de selección natural. Desde ese punto de vista, la extinción de una o varias especies, que son sustituidas por otras nuevas, no representa ninguna anomalía, sino la normalidad establecida desde el principio de los tiempos.

Debe considerarse que la velocidad a la que se ha producido la evolución no ha sido uniforme

En segundo lugar, debe considerarse que la velocidad a la que se ha producido la evolución no ha sido uniforme. Como establecieron los paleontólogos Stephen Gould y Niles Eldredge durante el último tercio del siglo XX, mientras diferentes organismos experimentan una evolución muy lenta, con cambios mínimos durante periodos muy largos de tiempo, en otros momentos la evolución sufre una aceleración, apareciendo numerosa especies nuevas en un breve intervalo. A estos periodos de eclosión de nuevas formas de vida se les denomina épocas de radiación.

También, a veces, ocurre lo contrario, y en un breve periodo tiene lugar la extinción de un gran número de organismos (extinciones masivas), como consecuencia de cambios en el clima, en los océanos o en las condiciones de vida sobre la superficie terrestre. Para comprender adecuadamente estos cambios, es imprescindible tener en cuenta que, el breve periodo de tiempo anteriormente mencionado, está referido a una escala de tiempo geológico, muy diferente de la perspectiva que tenemos desde nuestro ciclo vital humano. Es decir, que la extinción masiva de los dinosaurios, al contrario de lo que sugiere la extensa imaginería y las abundantísimas ilustraciones que existen sobre el tema, no se produjo de forma instantánea. Muy al contrario de la idea simplista y catastrófica asimilada por gran parte de la población, es decir, que al caer el meteorito, los dinosaurios fueron fulminantemente aniquilados. Sin embargo, el proceso debió dilatarse a lo largo de decenas de miles de años.

La extinción masiva de los dinosaurios, al contrario de lo que sugiere la extensa imaginería y las abundantísimas ilustraciones que existen sobre el tema, no se produjo de forma instantánea

En tercer lugar, no debe olvidarse que la relación entre la extinción de los dinosaurios y la caída de un meteorito, no deja de ser una hipótesis, muy asentada en la comunidad científica y que goza de numerosos partidarios, pero que no puede considerarse como un hecho incuestionable, es sólo eso, una hipótesis. No hay ninguna duda de que un enorme meteorito impactó con nuestro planeta en la península de Yucatán al final del periodo Cretácico, hace 66 millones de años, creando un inmenso cráter (hoy enterrado) y dejando depósitos con trazas de iridio (un elemento que es más abundante en los meteoritos que en la corteza terrestre) que pueden detectarse por todo el mundo en los sedimentos de aquella época.

Sin embargo, no todos los investigadores creen que las consecuencias climáticas derivadas de aquel impacto fueran las principales responsables de la extinción. Se sabe que 50.000 años antes de la caída del meteorito, se iniciaron intensas erupciones volcánicas en la llanura del Decán, en la India, y numerosos científicos creen que las emisiones volcánicas indujeron cambios en la atmósfera terrestre que dieron lugar al inicio de la extinción. Debe tenerse en cuenta que, desde el punto de vista de la escala de tiempo geológico, 50.000 años es un periodo muy breve y ambos fenómenos, meteorito y vulcanismo, pueden considerarse como prácticamente simultáneos. Las erupciones masivas se mantuvieron activas durante miles de años, generando extensísimas coladas de lava, numerosos aerosoles y emisiones de grandes volúmenes de gases a la atmósfera, que dificultaron la llegada de la luz solar durante milenios. Como consecuencia, de acuerdo con esta teoría alternativa, se produjo un enfriamiento con efectos mucho más severos que los posteriormente derivados del impacto meteorítico. También, otros paleontólogos creen que el declive de los dinosaurios ya se había iniciado mucho antes, en el límite entre el Cretácico Inferior y el Cretácico Superior, hace unos 100 millones de años, cuando tuvieron lugar cambios importantes en la vegetación, que pudieron repercutir negativamente en la cadena alimentaria de estos animales.

En cualquier caso, debe aclararse que la extinción no afectó a todos los dinosaurios, sino tan sólo a los de mayor tamaño, sobreviviendo los de pequeña talla. Y además, como ha ocurrido siempre, la extinción de unas especies abrió la oportunidad para el desarrollo de otras, mejor adaptadas a las nuevas circunstancias del planeta, que pasaron a ocupar los nichos ecológicos vacantes. Así pues, la extinción de unas especies supuso la eclosión de nuevas formas de vida, entre ellas las aves y los mamíferos, y muy especialmente los primates. Así pues, muy posiblemente, sin aquella extinción de los dinosaurios, hoy no estaríamos nosotros aquí.

Estos matices y puntualizaciones raramente trascienden a la opinión pública, ya que las informaciones y noticias que aparecen al respecto en los medios de comunicación suelen pivotar invariablemente sobre tres palabras: dinosaurios, meteorito y extinción, sugiriendo una versión simplista, falsamente catastrófica, que se puede resumir en un mensaje tan breve como poco adaptado a la realidad: cayó el meteorito y todos los dinosaurios desaparecieron de la faz de la Tierra.

Durante las últimas décadas, esa tendencia informativa a la simplificación y distorsión de la realidad, se ha acentuado. Así, con frecuencia se presentan fenómenos habituales y rutinarios de la evolución natural, como si fuesen hechos extraordinarios y atípicos, asignándoles gratuitamente etiquetas dramáticas y catastrofistas, como veremos en los ejemplos siguientes.

El amenazante retroceso de los hielos glaciares

Como es bien conocido, el planeta está experimentando un proceso de calentamiento que se inició hace unos 20.000 años, al final de la última glaciación. El aumento de temperatura no ha sido continuo y uniforme, sino que como ha ocurrido siempre, se han alternado periodos cálidos y fríos, tal y como se ha descrito en varios artículos ya publicados en Entrevisttas.com, como por ejemplo El cambio climático y la mecánica celeste o Mirando al cielo para entender el cambio climático. Durante los periodos cálidos, la cantidad de hielo acumulado en la superficie terrestre disminuye y por ello, en la actualidad, las lenguas de los glaciares están acusando esa tendencia regresiva, aunque sometida a las mismas oscilaciones y cambios que ha experimentado la temperatura. Del mismo modo, durante esos mismos 20.000 años, el mar ha ido aumentando su nivel, (también con las consiguientes oscilaciones) como consecuencia de la fusión de los hielos y de la dilatación del agua marina asociada al aumento de temperatura.

Esta elevación del nivel del mar suele presentarse en las noticias como una amenaza excepcional, una catástrofe inminente directamente causada por las emisiones antrópicas de CO2 a la atmósfera. Pero, en realidad, las oscilaciones del nivel marino forman parte de la más absoluta normalidad, ya que éste nunca ha sido estable, sino que ha variado continuamente, siguiendo fielmente a la evolución térmica del planeta, a lo largo de millones de años. También se suele afirmar que la elevación de las aguas que hoy se detecta, está siendo inusualmente rápida y que además, se está acelerando. Pero la realidad es (como se ha detallado en el artículo ¿Cómo detener el ascenso del nivel del mar?, también publicado en Entrevisttas.com), que la velocidad de elevación actual (aproximadamente 4 milímetros por año, según las medidas registradas por los mareógrafos en los puertos españoles) es inferior al promedio experimentado durante los últimos 20.000 años (6 milímetros por año). Es decir, que no estamos siendo víctimas de ningún fenómeno atípico ni anómalo, sino que estamos presenciando una evolución absolutamente normal.

No estamos siendo víctimas de ningún fenómeno atípico ni anómalo, sino que estamos presenciando una evolución absolutamente normal

Uno de los argumentos que con frecuencia se utiliza en los medios de comunicación (profusamente acompañado de imágenes), para apoyar el peligro que conlleva el calentamiento del planeta, es la formación de icebergs, asociando su aparición al aumento de temperatura ocasionado por las actividades humanas.

Sin embargo, una vez más, debe aclararse que la formación de icebergs es un proceso totalmente normal en la dinámica glaciar y su presencia en el océano no está relacionada con el calentamiento global. Si se forman icebergs, no es porque el hielo se esté fundiendo, sino porque tiene un comportamiento plástico y fluye lentamente, pendiente abajo, desde las cimas y laderas continentales, hacia el mar. Las imágenes espectaculares que suelen brindarnos noticieros y reportajes, donde se ven enormes masas de hielo cayendo al mar, se deben a esta dinámica. Los enormes bloques de hielo que de cuando en cuando se desprenden en la Antártida, no deben observarse como algo preocupante, ya que forman parte de la más absoluta normalidad.

De forma aparentemente contradictoria, de acuerdo con las investigaciones de Ryan Fogt, publicadas en Nature Climate en 2022, la extensión de hielo antártico tiene una tendencia positiva y está aumentando desde que en 1979 se iniciaron las mediciones por satélite. Y, lógicamente, cuanto más hielo se acumula encima del continente antártico, con más fuerza empujan las lenguas el hielo hacia el mar abierto, y más icebergs se forman. Sin embargo, a pesar de estas evidencias, es frecuente leer en los medios informativos alarmantes noticias y presagios. Quizás el ejemplo más conocido es la plataforma de hielo antártico denominada Glaciar del Juicio Final, de la cual se afirma, con gran alarma, que su fusión elevará el nivel del mar en más de un metro, lanzando una amenazadora pregunta: ¿de cuánto tiempo dispone la raza humana para detener una crisis que podría acabar con gran parte de la población en el mundo? Como ejemplo ilustrativo, la imagen adjunta reproduce la cabecera de un artículo publicado en Semana el pasado 7 de Febrero.

Estas informaciones tremendistas, sistemáticamente ocultan o ignoran que el proceso de fusión del glaciar actualmente observable forma parte de la más absoluta normalidad, ya que está teniendo lugar a la misma velocidad con que lo viene haciendo desde hace miles de años. Lo mismo puede decirse de la elevación de un metro en el nivel del mar para el futuro próximo, totalmente previsible y esperable, ya que durante el ciclo de 20.000 años ya mencionado, se ha elevado 120 metros (ver de nuevo ¿Cómo detener el ascenso del nivel del mar?, en ENTREVISTTAS).

Si la información disponible sobre las plataformas glaciares marinas y la elevación del nivel del mar nos permite verificar que no está ocurriendo nada excepcional ni anormal, los glaciares terrestres también nos aportan datos muy ilustrativos sobre lo injustificado de las alarmas que cotidianamente nos llegan desde los medios de comunicación. Como ya se ha mencionado, al disminuir la cantidad de hielo acumulado sobre nuestras montañas, las lenguas de los glaciares están retrocediendo, dejando al descubierto zonas que durante los últimos siglos o milenios habían estado cubiertas por el hielo. Y curiosamente, durante este retroceso, están apareciendo vestigios de actividades humanas que se desarrollaron en zonas que posteriormente fueron invadidas por el hielo. Este es el caso por ejemplo de la zona de Hohe Tauern, en Austria, donde están apareciendo los vestigios de yacimientos auríferos que fueron explotados por los celtas y por los romanos, que tuvieron que ser abandonados entre los siglos IV y VI d.C., al sobrevenir un periodo muy frío, conocido como Pésimo Climático de la Invasión Migratoria, y ser la zona cubierta por el avance del hielo. El mismo tipo de información puede deducirse por la presencia de árboles que fueron atrapados por el hielo glaciar, y ahora van quedando al descubierto a medida que el hielo va retrocediendo.

Como menciona Stefan Uhlig en su libro El Cambio Climático Natural, durante los últimos siglos antes de Jesucristo, durante el periodo conocido como el Óptimo climático de la Época Romana, el retroceso de los hielos permitió construir una red de calzadas que cruzaban los Alpes, a través de puertos por encima de los 2.400 m de altura, vías de comunicación que, en siglos posteriores, tuvieron que ser abandonadas por el avance del hielo. Fue durante el inicio de ese periodo cálido, en el año 218 a.C., cuando el general cartaginés Aníbal, sus tropas y sus elefantes, pudieron cruzar los Alpes para invadir la actual Italia. En el siglo IV d.C., los romanos se retiraron de los territorios transalpinos, coincidiendo con el inicio de un periodo frío, el Pésimo Climático ya mencionado, y facilitando la invasión de los pueblos germánicos hacia el oeste y suroeste europeo. Fue en el año de 406 d.C. cuando los suevos, los vándalos, los alanos y otras tribus germánicas cruzaron el Rin, completamente helado, e iniciaron su migración hacia la Galia e Hispania.

Con posterioridad a ese periodo frío, se han sucedido hasta cuatro periodos de avance y retroceso de los hielos, bien documentados por datos históricos y la disposición de los sedimentos glaciares (morrenas), poniendo claramente de manifiesto que el clima nunca ha sido estable. Además, las evidencias arqueológicas de las épocas célticas y romanas, y también otros indicadores proxy (palabra inglesa que significa representante, y que se refiere a indicadores indirectos pero muy fiables), ponen de manifiesto que en aquella época se pudieron desarrollar actividades humanas en áreas libres de hielo. Muy posteriormente, en la actualidad, la retirada de los glaciares, ha permitido que vuelvan a aparecer sus restos. Entonces, si el actual retroceso de los glaciares ya se produjo repetidamente en épocas históricas pasadas, sin la contribución de emisiones antrópicas ya que se produjeron mucho antes del inicio de la época industrial, ¿por qué muchos se empeñan en atribuir el calentamiento actual a responsabilidades humanas, afirmando arbitrariamente que nos enfrentamos a una crisis climática?

La supuesta agonía de los osos polares

Algunas de las imágenes más icónicas a las que se recurre para ilustrar gráficamente el drama de la supuesta crisis climática que nos embarga, corresponden a los osos polares, esos animales que tienen su hábitat en la zona polar ártica. Aparte del manejo tendencioso de algunas fotografías que dieron la vuelta al mundo, como las realizadas por los fotógrafos de la ONG Sea Legacy (véase en Entrevisttas.com el artículo titulado Imágenes fraudulentas del Cambio Climático), se informa con frecuencia que el futuro de esa especie está en peligro y que su población está disminuyendo de forma alarmante como consecuencia de la disminución de los hielos.

Sin embargo, la realidad es muy diferente. Según la Administración canadiense, en ese país y su área de influencia ártica, la colonia actual de osos polares es de 28.500 ejemplares, frente a los 22.500 censados hace más de una década. Más recientemente,  esta tendencia ha sido confirmada por la organización Global Warming Policy Foundation (GWPF), que ha elevado el rango de población hasta los 32.000 ejemplares. Es evidente que este aumento sería imposible si fuese cierto que el cambio climático les está cambiando su hábitat e impidiendo su alimentación. Además, debe tenerse en cuenta que la población es aún mucho mayor, ya que las cifras anteriores no incluyen a los osos que habitan en la zona polar bajo control de Rusia, mucho más extensa que la canadiense.

Este aumento de población, a pesar del aparentemente adverso cambio de las condiciones climáticas para el estilo de vida de los osos polares, tampoco debe sorprendernos. Como explica Stefan Uhlig en la obra ya citada, los huesos de oso polar más antiguos que se han encontrado, datan de hace 130.000 años, lo que quiere decir que esta especie ya existía al comienzo de la última época glacial (Würm). Desde entonces, ha sobrevivido a todos los periodos cálidos que han ocurrido, como el que acaeció hace unos 8.000 – 4.000 años (cuando las temperaturas fueron más elevadas a las actuales) u otros ciclos cálidos posteriores como el ya mencionado Óptimo climático de la Época Romana o el Óptimo climático Medieval, durante los siglos XI a XIII.

Donde no hay publicidad resplandece la verdad

Entonces, ¿por qué se presta tanta atención mediática a una especie que realmente no está en peligro? No cabe ninguna duda de que las actividades antrópicas están generando graves perjuicios a la naturaleza, y muchas especies están en riesgo grave de extinción por desaparición de su hábitat natural, por los vertidos tóxicos que contaminan el medio ambiente, por el uso indiscriminado de pesticidas y por el abuso de fertilizantes. Pero esos problemas, que afectan seriamente a la biodiversidad, no tienen nada que ver con el calentamiento global ni con el cambio climático.

No cabe ninguna duda de que las actividades antrópicas están generando graves perjuicios a la naturaleza, y muchas especies están en riesgo grave de extinción por desaparición de su hábitat natural, por los vertidos tóxicos que contaminan el medio ambiente, por el uso indiscriminado de pesticidas y por el abuso de fertilizantes. Pero esos problemas, que afectan seriamente a la biodiversidad, no tienen nada que ver con el calentamiento global ni con el cambio climático

Existen suficientes evidencias para afirmar que la evolución actual de la temperatura no tiene un origen exclusivamente antrópico y que sus causas son mayoritariamente naturales. También, existen pruebas geológicas y arqueológicas de que el planeta ha experimentado periodos cálidos similares o incluso más cálidos que los actuales, sin que esas temperaturas hayan representado ninguna crisis catastrófica. Y sin embargo, el foco mediático, sincronizado con decisiones políticas que requieren enormes inversiones y grandes sacrificios para la población (sin ir más lejos, la Unión Europea acaba de decidir la supresión de los motores de explosión para el año 2035), deja de lado graves problemas medioambientales y se centra en inútiles esfuerzos para detener una evolución climática cuya reversión no está al alcance de nuestras fuerzas.  

Ante esta divergencia entre los problemas existentes y las soluciones propuestas, cabe preguntarse cuáles son los intereses que están induciendo un bombardeo mediático centrado, de forma tan insistente como preferente, en el calentamiento global, difundiendo falsas alarmas que aprovechan la querencia catastrofista mencionada al inicio de este artículo. Como ejemplo, se adjunta el titular de un artículo aparecido en el periódico La Razón el pasado 27 de agosto de 2022, donde se vaticina el fin del mundo para finales de siglo, de acuerdo con un estudio publicado en Nature.

Este tipo de informaciones, sistemáticamente, ignoran los numerosos argumentos (que casi nunca se publican o a veces son directamente censurados antes de ser publicados), que contradicen el origen antrópico del aumento de temperatura, proporcionando una visión sesgada sobre la evolución climática del planeta. Desde todas direcciones recibimos mensajes, a veces inverosímiles, induciendo a cambiar nuestros hábitos para salvar al planeta, un planeta que realmente, como tal, no necesita ser salvado. Y, como consecuencia, sigue creciendo el temor en la población ante una crisis inexistente. Viene al caso recordar aquí el famoso eslogan que popularizó la revista satírica La Codorniz en los años 60: donde no hay publicidad, resplandece la verdad.

Desde todas direcciones recibimos mensajes, a veces inverosímiles, induciendo a cambiar nuestros hábitos para salvar al planeta, un planeta que realmente, como tal, no necesita ser salvado

La última ocurrencia de los adivinadores del clima, según ha informado la prestigiosa revista National Geographic el pasado 8 de febrero de 2023, ha sido preguntar a una Inteligencia Artificial sobre la futura evolución de la temperatura del planeta, utilizando algoritmos predictivos basados en redes neuronales. Como era de esperar, la respuesta obtenida ha vaticinado que en los próximos 10 años el mundo estará 1,5ºC más caliente que antes de la Revolución Industrial, proporcionando un nuevo argumento para apoyar las conclusiones del Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Pero, sorprendentemente y de forma totalmente imprevista, la inteligencia artificial también ha diagnosticado que el calentamiento global es inevitable, ya que se seguirá produciendo independientemente del aumento o la disminución de los gases de efecto invernadero. Eso, en leguaje llano, significa que carece de sentido hacer los ímprobos esfuerzos que se están promoviendo para reducir las emisiones de CO2, porque hagamos lo que hagamos, el planeta se seguirá calentando independientemente del CO2 que se emita a la atmósfera. Casualmente, la conclusión obtenida por la sabiduría cibernética es la misma que, utilizando tan sólo la limitada inteligencia que la naturaleza y la evolución ha puesto a nuestra disposición, hemos alcanzado muchos geólogos.


Cambio climático, dinosaurios, glaciares y osos polares
por Enrique Ortega Gironés
y José Antonio Sáenz de Santa María Benedet


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

6 comentarios sobre “Cambio climático, dinosaurios, glaciares y osos polares

  1. Siempre es un placer leerte. Como dato, yo he perforado 1500 metros de profundidad de volcánicos en Tacna (creo que eran Huaylillas) y no llegue al basamento que quería. En Chile creo que era la formación La Negra (3.000 m ) y eso durante centenares de Km2 cuadrados. Eso si explica extinciones masivas.

    Me gusta

  2. Muchas gracias Javier, me alegro de que te guste el artículo. Estoy de acuerdo contigo. Yo también creo que las consecuencias del impacto meteorítico están un poco sobrevaloradas y hubo otros fatores, complementarios y simultáneos que tuvieron mayor responsabilidad. Imagina las erupciones del Decán, cuyas coladas, con esos espesores, se extienden por miles de km2… En cualquier caso, el objetivo principal del articulo es hacer ver que nos quieren hacer ver que lo normal es catastrófico. Llevará mucho tiempo aclarar estas confusiones.

    Me gusta

    1. Enrique me ha encantado. Esto que nos trasladas no sería posible si no fueras un magnífico geólogo y un magnífico escritor/profesor, Así nacen tus Artículos tan
      didácticos,
      Mi felicitación y muchas gracias.

      Le gusta a 1 persona

  3. Enhorabuena sr. Gironés. Todos sus articulos siguen una línea científica muy coherente, no sólo en su conjunto, sino con la realidad de estos asuntos, a nivel de Geología, Meteorología o Ecología, hecho que se pasa por alto en la multitud de críticas que reciben este tipo de artículos que contradicen el argumentario oficial. En el caso concreto de éste, la gente pasa por alto el Principio del Actualismo, algo tan sencillo y básico, que además se enseñaba en el primer curso de Ciencias Naturales de 1º de B.U.P. (años 80), siendo común a todos los estudiantes antes de la diferenciación que se establecía a partir del tercer curso.

    Me gusta

    1. Muchas gracias, estamos de acuerdo. Todo parece indicar que los sucesivos planes de estudio, de escalón en escalón, han ido descendiendo el nivel cultural más bajo. Y desgraciadamente, eso es extensivo a nuestros dirigentes y profesionales de la información. Parece mentira que cuanto más medios y más tecnología tenemos a nuestra disposición, menos conocimientos tenga la población y sea más vulnerable a las manipulaciones. Pero es lo que hay

      Me gusta

Deja un comentario