La desmemoria meteorológica y los récords falsarios sobre el calentamiento

Siempre tendemos a considerar que el tiempo (el meteorológico, no el de la Teoría de la Relatividad de Einstein) tiene un comportamiento caótico y poco previsible. Por ello, el lenguaje coloquial ha acuñado una expresión, muy frecuente en español, pero que tiene también su equivalente en muchos idiomas: el tiempo está loco. Hay dos razones fundamentales que han dado lugar (y lo siguen haciendo en la actualidad) a esta convicción.

La primera de ellas es una percepción errónea de la realidad. Tenemos la tendencia a pensar que el calendario y la meteorología deben de ir de la mano, de forma puntualmente sincronizada, que la variación de las temperaturas debe seguir rígidamente los pasos que marcan el ritmo de las estaciones. Creemos que, obligatoriamente, al llegar el equinoccio de primavera deben empezar a templarse las temperaturas. Y que exactamente lo contrario debe ocurrir al llegar el equinoccio de otoño, lo que en realidad no ocurre casi nunca porque así lo deciden los complejos parámetros que controlan los fenómenos meteorológicos.

Es cierto que las cuatro estaciones en las que está dividido nuestro año, marcan tendencias ascendentes o descendentes de la temperatura, pero éstas jamás son ni puntuales (suelen atrasarse o retrasarse), ni tampoco lineales. La evolución de la temperatura siempre va jalonada por oscilaciones, y casi siempre hacen acto de presencia temperaturas anómalamente frías o cálidas en fechas que, teniendo en cuenta el calendario, nos parecen impropias. Cuando las temperaturas no se ajustan a las expectativas climatológicas señaladas por el calendario, cuando se presentan días frescos en periodos que debían ser supuestamente cálidos, o jornadas muy templadas durante el invierno, fuera del plan ideal trazado con puntualidad por una naturaleza teórica y perfecta, es cuando solemos decir que el tiempo está loco.

Aunque en realidad, esas variaciones, aparentemente anómalas, forman parte de la auténtica naturaleza del tiempo, de la meteorología y del clima. Porque las relaciones entre meteorología y calendario nunca han sido rígidas ni precisas, como ha quedado perfectamente registrado desde tiempos inmemoriales en el abundante número de refranes dedicados a las anomalías meteorológicas: hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo; cuando marzo mayea, mayo marcea; septiembre, o seca las fuentes, o se lleva los puentes… y un largo etcétera.

La segunda causa para esta percepción sobre la locura del tiempo es la falta de memoria. O quizás, sería más acertado decir la existencia subconsciente de una selectiva falta de memoria para el registro de los ciclos meteorológicos en nuestros cerebros. A pesar de las divergencias mencionadas entre el calendario y las cuatro estaciones, en nuestra cabeza tienden a almacenarse los recuerdos como si en años anteriores los ciclos meteorológicos hubiesen transcurrido con precisión y puntualidad, por lo que cualquier desviación del esquema teórico se convierte automáticamente en anómala. 

El mejor ejemplo que conozco de esta desmemoria es el que me ofrecen muchos de los amigos que tengo por la cornisa cantábrica, zona que se caracteriza por las abundantes lluvias y la escasez de días de sol en todas las estaciones.  A pesar de la cotidianeidad de la situación climática, en la memoria parecen quedar fijados tan sólo los días de sol y playa, porque al llegar el verano siguiente, cuando hacen acto de presencia los nublados y las habituales lluvias, se escucha siempre de forma impenitente aquello de:

¡El tiempo está loco, está haciendo un verano rarísimo…!

También, es frecuentísimo escuchar frases como ya no llueve tanto como antes, o los inviernos no son tan crudos como antes. Y estas afirmaciones pueden ser ciertas o no, en función del periodo de tiempo transcurrido desde ese antes. Si nos referimos a lo que ocurría hace unos miles de años, es totalmente correcto. Pero si la comparación se establece respecto de lo ocurrido hace varias décadas, o incluso hace varios siglos, los datos registrados indican que ya no es tan cierto.

La desmemoria y
el cambio climático

La flojera memorística sobre el tiempo y las temperaturas, que probablemente ha existido siempre, especialmente en la antigüedad, cuando no existían registros meteorológicos para desmentirla, parece haberse acentuado durante los últimos años. El gran impacto que en la opinión pública tiene cualquier noticia relacionada con el calentamiento global, ha dado lugar a que insignificantes (y por otra parte habituales) anomalías meteorológicas, sean magnificadas y amplificadas.

Fuente: RTVE

Puntualmente,  cada verano (y el presente estío del 2022 no ha sido una excepción), al llegar los primeros calores, aparecen noticias de primera plana sobre los récords de temperatura que se están alcanzando, como prueba irrefutable del imparable calentamiento que está sufriendo el planeta. Sin embargo, fuera de titulares y en la letra pequeña de la noticia, se suele decir a continuación, que dicho récord no se alcanzaba desde hacía veinte o cuarenta años. Si atendemos al significado de la palabra récord (es decir, el resultado máximo registrado en un determinado proceso o actividad), es contradictorio e inadecuado presentar como tal un valor de temperatura que ya fue alcanzado hace años. Puede ser presentado como un valor elevado, o inusualmente alto, pero nunca como un récord. Y sin embargo, es un recurso sensacionalista al que se recurre constantemente.

Porque la realidad es que las temperaturas no se han disparado de forma inusitada, lo único que ha crecido de forma dramática es nivel de alarmismo con que se informa sobre ellas. Basta una simple revisión de las hemerotecas y del registro histórico de máximos de térmicos alcanzados para comprobarlo. El pasado verano, el de 2021, como promedio, tuvo registros de temperatura normales, tirando a frescas, exceptuando los puntuales días de calima traídos por vientos africanos o de poniente. Fue en esos días, cuando la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) informó que en el municipio cordobés de Montoro, el sábado 14 de Agosto, se batió el récord de temperatura más alta dentro del territorio nacional, al registrar 47,2 grados, superando así el registro de 46’9 grados, registrados anteriormente en julio de 2017 en el aeropuerto de Córdoba.

Sin embargo, al dar esa noticia, se omitió que en el Banco Nacional de Datos Climatológicos, en el que se almacenan las series históricas de la red principal y secundaria (algunas con más de 150 años de antigüedad), alberga registros de hasta 49 grados, valor que se ha registrado once veces en España, en nueve localidades diferentes del Sur, Centro y Levante, entre 1957 y 1995. En la figura adjunta se reproduce la portada del semanario El Español, que con el característico toque de exageración periodística, eleva los registros del verano de 1957 hasta los 50 grados en algún lugar indeterminado de La Mancha.

Este sesgo informativo no es exclusivo de España y algo similar ocurre en el resto del mundo, como se puede comprobar fácilmente en la tabla de récords de temperaturas, país por país, disponible en Wikipedia, muy explícita al respecto. En ella se puede comprobar que los valores máximos en Canadá, Bolivia, Brasil, Cuba o la Antártida fueron alcanzados entre 1920 y 1921,  pero los récords de otros lugares son bastante más antiguos. Así por ejemplo, el valor máximo de Bosnia fue alcanzado en 1900, el de Estados Unidos en 1913, el de Groenlandia en 1915, el de Bulgaria en 1916. Por otro lado, el récord de Túnez fue en 1931,  el de Suecia en 1933, el de Corea del Sur y el de Israel en 1942, el de Uruguay y el de Letonia en 1943, el de Eslovenia en 1950, el de Rumanía en 1951 y el de la República Dominicana en 1954, por citar algunos de los más significativos.

¿Está siendo el calentamiento tan rápido como se nos quiere hacer creer?

Los datos de temperatura antes mencionados, registrados en muchos lugares del planeta, indican que el calentamiento que el planeta está experimentando no es tan rápido ni tan generalizado como se nos quiere hacer creer. Que la Tierra se está calentando es indudable, lleva haciéndolo unos 19.000 años, desde que terminó la última glaciación. Pero las variaciones de temperatura en nuestro planeta, tanto los aumentos como las disminuciones, nunca son continuados y uniformes, si no que están sujetos a significativas oscilaciones, como puede apreciarse en las dos gráficas adjuntas, ya publicadas anteriormente en la serie de artículos sobre el calentamiento global aparecidos en Entrevisttas.com.

En las figuras adjuntas se puede observar cómo, a partir de los datos obtenidos a partir de isótopos de oxígeno en los sondeos de hielo de Groenlandia, las temperaturas han llegado a oscilar más de 9ºC durante los últimos 800.000 años y, como durante el último milenio, también la oscilación térmica ha sido la norma y no la excepción.

En las publicaciones antes mencionadas, se ha insistido repetidamente en la imprescindible necesidad de evaluar registros meteorológicos correspondientes a periodos de tiempo muy dilatados para entender adecuadamente la evolución climática. Pero este tipo de análisis, incorporando la totalidad de la información disponible sobre el conjunto de la evolución térmica a lo largo de la historia de nuestro planeta, muy raramente se hace.

Además de esta significativa omisión, es claramente detectable en las informaciones que se vierten a la opinión pública un marcado interés por hacernos creer que el calentamiento del planeta se está realizando de una forma más rápida y acelerada de lo que indican realmente los datos disponibles. Y para ello, se recurre sistemáticamente a una serie de métodos, más burdos o más sutiles, siendo el primero y el más evidente de todos el manejo sesgado de las informaciones sobre los récords de temperatura mencionados anteriormente.  

En la misma línea, el tratamiento informativo que reciben las pequeñas desviaciones meteorológicas cuando salen a la palestra suele ser totalmente distinto en función de cuál sea su tendencia. Si una primavera se presenta anómalamente seca y calurosa, es inmediatamente noticiada como prueba irrefutable del calentamiento global, aunque los registros térmicos indiquen con rotundidad que se trata de uno de los récords falsarios ya mencionados anteriormente, asignándole de forma gratuita una excepcionalidad inmerecida. Por el contrario, si la primavera es excepcionalmente fría y húmeda, ésta no merece comentarios significativos, considerando que se trata de un hecho puntual irrelevante. Y como por casualidad, precisamente en esos momentos en que las temperaturas bajan respecto de la media, suelen publicarse artículos didácticos, aclarando las diferencias entre tiempo y clima, ilustrando que del mismo modo que una tormenta solitaria no cambia la aridez del desierto, un breve periodo de temperaturas bajas no cambia la tendencia general de calentamiento del planeta.

Si la primavera es excepcionalmente fría y húmeda, ésta no merece comentarios significativos, considerando que se trata de un hecho puntual irrelevante

Al socaire de esta tendencia prácticamente generalizada en las informaciones sobre el calentamiento, ha tenido lugar una curiosa evolución en el lenguaje, que tienden a acentuar todavía más esos récords térmicos. Así, lo que era simplemente la canícula o el ferragosto de los romanos, se ha convertido en temibles olas de calor. Las noches de bochorno han sido rebautizadas como noches tropicales, una denominación claramente indicativa de que los trópicos, en sentido térmico, están avanzando hacia el norte. Todos los veranos se emiten comunicados para alertar a la población sobre los golpes de calor, un peligro del cual no se había oído hablar nunca hasta hace unas pocas décadas, y cuyo riesgo encaja perfectamente dentro del marco de la emergencia climática que estamos soportando. Lo que todos conocíamos como las estacionales gotas frías, típicas del otoño mediterráneo, se llaman ahora Depresión Atmosférica en Niveles Altos (DANA). Las borrascas, las galernas y los temporales han pasado a denominarse ciclogénesis explosivas (¿no podía encontrarse una denominación algo menos intimidatoria?), y hasta se les ha empezado a poner nombre como a los huracanes en el Caribe, por coherencia con la línea de tropicalización climática.

Estos cambios en el lenguaje no afectan sólo al léxico, también se han introducido en las informaciones gráficas. Los mapas meteorológicos, antaño de estilo casi bucólico, llenos de soles y nubes sobre un fondo verde, han pasado a representarse en diversas tonalidades del amarillo al rojo, de aspecto más incandescente cuanto más altas son las temperaturas.

La imagen adjunta permite comparar dos gráficas de distribución de temperaturas en la Península Escandinava, con casi cuatro décadas de diferencia, entre 1986 y 2022. Como se puede apreciar, los dígitos correspondientes a la temperatura son similares en ambos mapas, pero el tórrido tono rojizo del mapa correspondiente al 2022, envía un implacable mensaje subliminal sobre el calentamiento.  

Así pues, parece indudable, que por las razones que sean, existe mucho interés en hacernos creer que el indudable calentamiento que el planeta viene experimentando desde hace miles de años, se está desarrollando a una velocidad más rápida de lo que está ocurriendo en realidad. Y este mensaje ha calado tanto en la conciencia social, que estamos considerando lo habitual como si fuese algo extraordinario, llegando a tener miedo de situaciones totalmente normales.

Parece indudable, que por las razones que sean, existe mucho interés en hacernos creer que el indudable calentamiento que el planeta viene experimentando desde hace miles de años, se está desarrollando a una velocidad más rápida de lo que está ocurriendo en realidad.

Así, por poner un ejemplo cercano, hace algunos días, en determinadas localidades de la península, se han suspendido las clases escolares a partir de las 12 del mediodía, por los riesgos asociados a una temprana ola de calor, tan precoz y tan extrema que ha batido un nuevo récord, porque que no se alcanzaban temperaturas tan altas en fechas tan tempranas, desde hacía cuarenta años. ¿Está realmente loco el tiempo o quizás los locos seamos nosotros?


La desmemoria meteorológica y los récords falsarios sobre el calentamiento
Por Enrique Ortega Gironés


Publicado por Enrique Ortega Gironés

Soy, por ese orden, geólogo y escritor. O simplemente, un geólogo al que le gusta escribir. Primero, docente e investigador en el Departamento de Geotectónica de la Universidad de Oviedo. Luego, en las minas de Almadén (Ciudad Real), y durante los últimos 20 años, consultor independiente.

3 comentarios sobre “La desmemoria meteorológica y los récords falsarios sobre el calentamiento

  1. Siguiendo el hilo de este artículo, hoy han acuñado en A3 el término de «horno ibérico» haciendo referencia a las temperaturas que se registrarán la semana que viene en la Península . Una muestra del alarmismo climático en todo su esplendor.

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  2. Totalmente de acuerdo, el objetivo es meter miedo y hacernos creer que están ocurriendo cosas que no han pasado nunca. Nadie duda de que la tendencia actual del clima es el calentamiento, lleva 20.000 años así. Pero a una velocidad que no es tan rápida como quieren hacernos creer. En tiempos de Isabel II, en la segunda mitad del siglo XIX, hubo una sequía tan fuerte que malogró las cosechas de trigo y se multiplicó por 6 el precio del pan. Las temperaturas que se estamos teniendo en Abril, desde que hay registros, se alcanzaron varias veces en el siglo XIX y también en el siglo XX. Pero eso no es noticia.

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