Alejandro en Lilipath

Érase una vez que se era y que, probablemente, siga siendo, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde la magia aún fluía en cada rincón de cada casa y en cada recóndita esquina de cada calle, que Alejandro, nuestro protagonista, se disponía a meterse en la cama. Ale, como le llamaban sus amigos, siempre había soñado con aventuras extraordinarias y lugares lejanos. Soñaba despierto y soñaba durmiendo, pero sobre todo empezó en sus sueños gracias al cuidado de sus padres, pues nunca se iba a la cama sin un cuento.

Alejandro en Lilipath | Por Carmen Nikol
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Un día, mientras regresaba del cole, a través del bosque cercano, Alejandro encontró un antiguo libro con tapas de cuero desgastado. Allí, tirado en el suelo, desangelado pero en perfecto estado. Intrigado por su contenido, decidió abrirlo. Se giró y miró alrededor para ver si se lo había dejado alguien, si alguien andaba por allí, buscándolo. Pero no vio a nadie. Así que lo tomó en sus brazos y se lo llevo a casa. Esa noche tenía pensado dedicarle un buen rato. Al tumbarse en la cama, lo abrió y descubrió que era un libro de cuentos mágicos. Sus páginas, engalanadas con flores y ribetes dorados, estaban llenas de historias de criaturas fantásticas, castillos encantados y tesoros escondidos.

Alejandro en Lilipath | Por Carmen Nikol
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Emocionado por esta sorpresa, Alejandro decidió leer uno de los cuentos. El relato hablaba de un valiente caballero llamado Hugo que se embarcó en una peligrosa misión para rescatar a la princesa de un malvado hechicero.

Ale cerró el libro, e inspirado por Hugo, decidió que él también se convertiría en un valiente caballero. Buscó en los cajones de su memoria y consiguió armarse con una espada de madera y un escudo improvisado y, sin pensarlo más, partió en busca de su propia aventura.

El joven, ya caballero, recorrió colinas y valles, explorando cuevas e interrogando a los ancianos de cada pueblo en busca de pistas sobre su próxima misión. Después de varios días de búsqueda, escuchó un rumor sobre un dragón que se hallaba en una aldea de altos edificios llamada Lilipath, un mágico lugar sobre un paraje lleno de cuevas. El dragón estaba aterrorizando a sus habitantes y se había llevado con él a todos los niños y niñas de tan preciosa y singular aldea.

Sin dudarlo, Alejandro se dirigió hacia la cueva donde se decía que el dragón tenía su guarida. Llegó a un valle desolado y encontró tres, tres cuevas: una tenía una entrada luminosa, otra tenía una entrada por la que le caían gotas sin parar y la última, la más oscura, era donde se escondía el dragón, el cual, al notar su presencia, sacó un enorme ojo para ver quién estaba merodeando su aterradora morada. No conseguía ver nada porque Alejandro era un chico muy espabilado, muy listo.

Alejandro en Lilipath | Por Carmen Nikol
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Cuando se estaba haciendo de noche, el dragón decidió salir para capturar más niños y niñas de otras aldeas y pueblos. Ale esperó a que se fuera y, sigilosamente, entró hasta una recámara. Ésta estaba colmada de tesoros y de ella emanaba mucho brillo. Justo allí era donde se encontraban los niños de Lilipath. Les habló bajito, para que no se asustasen, y les dijo cómo iba a sacarlos de allí. Hicieron una fila y salieron lentamente de la cueva, sin hacer ruido, con las manos sobre el hombro del de delante, sin separarse ni un centímetro.

Desde lejos veían al dragón lanzar llamas mientras volaba y se alejaba, provocando el terror por donde iba pasando.

Alejandro en Lilipath | Por Carmen Nikol
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Al día siguiente, se escuchó un estrepitoso ruido, un chillido grave y desgarrador. Era el dragón. Ale, esta vez con una espada muy afilada que le prestó el herrero de Lilipath, estaba esperando al dragón al lado de la salida de la cueva. En cuanto el dragón sacó su enorme ojo, le asestó una puñalada en él con hábil diligencia, muy rápidamente. Tanto, que Ale conseguía apartarse antes de la siguiente bocanada de fuego del dragón. En cuanto éste volvió a sacar la cabeza que había escondido atemorizado, Alejandro lo mató con un golpe certero en su punto débil: un pequeño agujerito que tenía debajo del labio y que todos decían que era el punto más mortal de los dragones de la zona.

Los habitantes de Lilipath, agradecidos y aliviados, celebraron la valentía y el coraje de Alejandro. Lo aclamaron como su héroe y le agradecieron, con cánticos y vítores, su liberación de aquel terrible dragón.

Ale fue invitado a comer en el castillo de los reyes (porque, sí: Lilipath también tenía el antiguo uso de tener reyes). Era un castillo que, con el dragón, aparecía como un lugar terrible, lleno de tinieblas, afilado y sin vida pero que, de pronto, recuperaba todo su esplendor y luminosidad.

Allí, la reina de entregó una capa real y le invitó a quedarse para siempre. Quería que se casase, cuando fuese mayor, con una de sus hijas o con uno de sus hijos, siempre que todas las partes quisieran, que fuera de mutuo acuerdo (lo que se estilaba también allí: el consenso). Pero Alejandro echaba ya de menos a su mamá y a su papá. Les agradeció su propuesta, tan amable como ellos eran, y les indicó su intención de regresar a su hogar. Eso sí: sintiéndose como un héroe.


Al cabo de nada, se despertó y fue corriendo a darles un beso a sus amados padres, los cuales le acogieron entre juegos y risas en su cama, dándole tantos besos como él iba pidiendo.

Pero la sed de aventuras del jovencito Alejandro no se apagó y, en cada sueño, despierto o durmiendo, siguió explorando el mundo, enfrentándose a nuevos desafíos y ayudando a quiénes lo necesitaban, demostrando que, aunque los cuentos pueden ser mágicos, también podemos encontrar la magia dentro de nosotros. Basta con usar nuestra imaginación: disfrutad cada minuto, sed buenos compañeros y compañeras y compartid vuestros juegos y vuestras propuestas mágicas con vuestra familia y con vuestros amigos. Sed buenos y seréis recompensados con magia y sueños compartidos. Los héroes y heroínas parten de ahí.


Alejandro en Lilipath
por Carmen Nikol


Publicado por Entrevisttas.com

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