PARTE II
Realmente, ¿se están agotando los combustibles fósiles?
¿Habrá reservas para cubrir las necesidades de la Humanidad en el siglo XXI?
Unos de los argumentos utilizados con más frecuencia para apoyar el abandono de los combustibles fósiles y minerales, es que se trata de recursos no renovables por lo que, al ser inminente su agotamiento, es imprescindible su sustitución por otras fuentes alternativas de energía. Pero, ¿es eso realmente cierto? Para entender ciertamente la situación y el futuro de esas sustancias, es indispensable evitar la confusión entre un par de conceptos que, con frecuencia, aparecen como si fuesen idénticos en las noticias difundidas por la prensa. Se trata de las diferencias, notables e importantes, que existen entre los recursos geológicos y las reservas de un mineral.
Se denominan recursos geológicos de una substancia mineral como gas, petróleo, carbón, uranio, litio, etc., al volumen o al peso (según se trate de un fluido o de un sólido) que se estima que existe en el conjunto de la Tierra, en función de los yacimientos e indicios conocidos. Se trata, por decirlo así, de cantidades o volúmenes estimados mediante criterios aproximativos de tipo geométrico, basados en el cálculo de los volúmenes de roca que pueden contener un determinado recurso.
En cambio, se denominan reservas a los volúmenes o cantidades que han sido estudiados geológicamente con detalle y de los cuales se conocen los costes de extracción que conllevaría su explotación, y esta es la diferencia esencial, ya que sólo se pueden considerar como reservas a los yacimientos o las porciones de un yacimiento que son extraíbles con beneficio económico para el explotador. Es decir, cuando la suma de los costes de extracción, tratamiento y transporte de la sustancia es inferior a su precio de venta. Además, en función del nivel de conocimiento que se tenga sobre el recurso en un determinado yacimiento, las reservas suelen dividirse en reservas probadas (cuya existencia y rentabilidad está verificada mediante los sondeos o análisis requeridos) y reservas probables o posibles.
Teniendo en cuenta esta diferencia, es fácil comprender que el nivel de conocimiento existente sobre los recursos geológicos es siempre muy bajo, y que para convertir unos recursos estimados en reservas se requiere un gran esfuerzo técnico y económico, invirtiendo enormes cantidades de dinero en investigación geológica y minera muy detallada, inversiones que con frecuencia son de alto riesgo. Baste mencionar, por ejemplo, que, para los minerales metálicos, y como promedio a escala mundial, sólo el 1% de los yacimientos explorados por sus recursos potenciales, llega a convertirse en explotación rentable con reservas probadas. Por eso, el matiz que diferencia entre recursos y reservas es tan importante. Esta distinción también permite comprender por qué, cuando los precios de una substancia mineral suben, las reservas mundiales aumentan inmediatamente, pues se conocen muchos yacimientos, ya estudiados desde el punto de vista geológico y minero, que con el incremento de valor de sus contenidos, cruzan el umbral de recursos conocidos y pasan a reservas explotables, al permitir costes de explotación con margen económico.
Por ello, cuando se habla de reservas, es necesario precisar en qué momento y con qué nivel de precios han sido calculadas. En nuestro caso, las reservas de las que hablaremos en próximos apartados, lo son a los precios actuales. Es decir, unos 80 o 100 dólares USA por barril para el petróleo. Si el precio subiera a 140 dólares (como ocurrió en los años 90 con la primera guerra del golfo), las reservas mundiales probablemente se duplicarían, porque se conocen en el mundo muchos campos de petróleo cuyo coste de extracción hace que no sean rentables y hoy estén inactivos, pero cuya actividad podría reiniciarse si los precios superan su umbral de rentabilidad. Ese mismo criterio se puede aplicar a determinadas zonas paralizadas dentro de campos de explotación en actividad, que podrían entrar de nuevo en producción con nuevas condiciones en el precio del barril.
Se conocen en el mundo muchos campos de petróleo cuyo coste de extracción hace que no sean rentables y hoy estén inactivos, pero cuya actividad podría reiniciarse si los precios superan su umbral de rentabilidad
Estos mismos criterios son aplicables, obviamente, a los yacimientos de gas natural, para los que el precio actual se sitúa alrededor de los 200 dólares por 1.000 m3 de gas. En cuanto al carbón, el precio para las hullas bituminosas y sub-bituminosas con calidad térmica oscila actualmente entre 100 y 200 dólares por tonelada, aunque este año se han registrado precios puntuales de 460 dólares por tonelada. Por poner un ejemplo que nos afecta directamente, la Cuenca Carbonífera Central de Asturias, explotada por la empresa pública HUNOSA, entró en un período de cierre a principios del siglo XXI, cuando los precios del carbón estaban alrededor de los 50 $ por tonelada y los costes de extracción de la empresa rondaban los 200 $ por tonelada. Con los precios actuales, hoy, buena parte del yacimiento subterráneo asturiano podría volver a la explotación.
Evolución reciente de las reservas de hidrocarburos
Teniendo en cuenta los criterios mencionados en los párrafos anteriores, se abordará a continuación el análisis de la evolución de las reservas reconocidas para el petróleo, gas natural y carbón, a lo largo de las últimas dos décadas.
Por lo que se refiere al petróleo, como puede observarse en la Figura 1, las reservas probadas no sólo no han disminuido con la explotación intensiva de estos últimos años, sino que han aumentado en 500.000 millones de barriles, alcanzando hoy los 1,7 billones de barriles. Esta cantidad, al ritmo de explotación actual, significa la disponibilidad de reservas para 47 años.

Fuente: BP Statistical Review of World Energy 2020.
Nota: CIS son las siglas de la Commonwealth of Independent States, creada a principios de los años 90 con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). Se integran aquí las reservas de todos los países surgidos de esta disolución (Federación Rusa, Ucrania, Kazajistán, Uzbekistán, etc.).
Este incremento de reservas probadas se debe principalmente a mejoras en las técnicas de perforación dirigida y de fracturación hidráulica, para el desarrollo de los campos de petróleo y gas que se explotan en todo el mundo. Estas técnicas, que se venían aplicando desde los años 50 del siglo pasado en los campos y almacenes tradicionales, han sufrido una fuerte evolución que ha permitido la puesta en explotación en rocas de baja permeabilidad que anteriormente no eran consideradas explotables. La extracción mediante esas técnicas presenta costes superiores a los métodos convencionales, pero los precios actuales se sitúan por encima de los 65 o 70 $/barril y permiten su aplicación. Dado que los petróleos así extraídos van a ir sustituyendo a las explotaciones tradicionales, parece difícil que, en el futuro, se produzca un descenso significativo de los precios del barril, desde este precio límite de rentabilidad.
Dado que los petróleos así extraídos van a ir sustituyendo a las explotaciones tradicionales, parece difícil que, en el futuro, se produzca un descenso significativo de los precios del barril, desde este precio límite de rentabilidad.
Por otro lado y complementariamente, la investigación geológica para el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y gas, ha sufrido también cambios esenciales de paradigma como consecuencia de la aplicación de las técnicas mencionadas. En efecto, hasta hoy y durante 150 años, se ha estado buscando petróleo y gas en rocas almacén (calizas, arenas, etc.) de alta porosidad y permeabilidad, situadas en la serie estratigráfica por encima de las rocas madres (pizarras negras o black shales), que son los sedimentos ricos en materia orgánica generadores de los hidrocarburos. Sin embargo, hoy en día, se están empezando a explorar y explotar directamente esas rocas madres, considerándolas también como rocas almacén. Era conocido desde antiguo que estas rocas, de muy baja permeabilidad, almacenaban entre el 50 y el 75% de todo el hidrocarburo que habían generado, y que sólo una parte de estos productos era capaz de migrar verticalmente, desplazándose y acumulándose en los estratos almacén situados en niveles superiores. Sin duda alguna, en el futuro, la investigación geológica de todas las rocas madre que existen en el conjunto de la Tierra dará lugar a un significativo aumento de las reservas probadas de petróleo y gas. Este previsible incremento, además, tendrá importantes derivaciones geopolíticas, ya que la distribución por el mundo de esas rocas madre, es muy diferente de la localización geográfica de los campos petrolíferos y gasísticos actuales, modificando significativamente las condiciones geoestratégicas globales. Por así decirlo, las rocas madres tienen una distribución mundial más democrática. Como puede apreciarse en la Figura 1 las actuales reservas de petróleo se concentran en Oriente Medio, Sudamérica, Estados Unidos, Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética.
Sin duda alguna, en el futuro, la investigación geológica de todas las rocas madre que existen en el conjunto de la Tierra dará lugar a un significativo aumento de las reservas probadas de petróleo y gas.
Estas previsiones contradicen absolutamente la teoría del peak oil o pico máximo de producción de petróleo y gas, que estuvo en boga durante el último tercio del siglo XX, y que hoy puede considerarse totalmente superada. Sin embargo, esa hipótesis (también conocida como pico del inicio del agotamiento del petróleo o pico de Hubbert, en referencia al nombre de su autor, M. King Hubbert, geólogo de Shell Oil, que lanzó estas ideas en 1956), ha sido muy influyente en las previsiones sobre la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo y del gas natural, vaticinando que la producción mundial llegaría a su cenit en un momento dado del futuro próximo y después declinaría tan rápidamente como había crecido. La teoría estaba basada en un principio que el tiempo se ha encargado de demostrar como incorrecto, suponiendo que el factor limitante para la extracción de petróleo sería la energía requerida, y no su coste económico.
A pesar de que se trató desde sus inicios de una hipótesis muy controvertida y de que sus previsiones no se han cumplido (los picos que fueron sucesivamente anunciados a finales de los 90 y principios de los 2000 nunca aparecieron), esta teoría estaba ampliamente aceptada entre la comunidad científica y la industria petrolera. En realidad, el debate no se centraba en si existiría o no un pico del petróleo sino en cuándo ocurriría, ya que es evidente que el petróleo es un recurso finito, no renovable en escalas cortas de tiempo y en un momento u otro debería llegarse al límite de extracción. Aunque obviamente, el momento en que se alcanzase ese límite dependería de los posibles descubrimientos de nuevas reservas, del aumento de eficiencia en la explotación de los yacimientos, de las posibilidades de extracciones más profundas, y de la explotación de nuevas formas de petróleo y gas no convencionales.
En realidad, el año exacto del pico de petróleo nunca ha podido ser vaticinado con precisión a partir de las ideas de Hubbert. Como se puede observar en la Figura 2 inicialmente se predijo que el pico llegaría a finales de la década de los 70, aunque en aquel momento Hubbert solo consideró la producción de petróleo y no la de gas natural. Más tarde, en noviembre de 2010, la Agencia Internacional de la Energía hizo público que la producción de petróleo crudo había llegado a su pico máximo en 2006. Posteriormente y basándose en los datos actuales de producción, se consideró que el pico del petróleo habría ocurrido en 2010, mientras que el pico del gas natural ocurriría algunos años más tarde. Sin embargo, actualmente, hay estimaciones que indican la existencia de reservas de petróleo y gas suficientes para 100 años más.

Fuente: datos de http://peakoilbarrel.com/what-is-peak-oil/ y elaboración propia.
En cuanto al gas natural, en la Figura 3 se recoge la evolución de las reservas en las últimas dos décadas. Hay que reseñar, para comprender adecuadamente las cifras mencionadas, que en la figura se expresa en trillones de metros cúbicos en la acepción americana, es decir, equivalentes a los billones de metros cúbicos europeos (1×1012). En cualquier caso, como ocurre con el petróleo, al que el gas natural va muy ligado, las reservas han aumentado en 66.000 billones europeos de metros cúbicos, lo que representa un incremento del 50% desde principios de siglo.

Fuente: BP Statistical Review of World Energy 2020.
Sobre el gas puede afirmarse algo similar a lo dicho sobre el petróleo. A pesar de la intensiva explotación actual, las reservas totales de gas son de 198.800 Bcm (miles de millones o millardos de metros cúbicos, es decir 1 x 109 m3). Dado que se producen y consumen anualmente unos 4.000 Bcm, habría reservas suficientes para unos 50 años. Las consideraciones acerca de las nuevas tecnologías de perforación y explotación sobre rocas madres son válidas también para el gas natural, por lo que las reservas aumentarán de forma muy importante en el futuro, tan pronto como se evalúen, con los nuevos paradigmas geológicos y petrofísicos, las cuencas productoras de hidrocarburos a nivel global. Y este aumento tendrá consecuencias geoestratégicas similares a las anteriormente mencionadas, ya que las principales reservas actuales de gas natural están también muy localizadas en Oriente Medio, Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética.
Por lo que respecta al carbón, según la Agencia Internacional de la Energía, su producción y consumo en el mundo no ha hecho más que aumentar desde que se inició el siglo XXI. En el año 2000 se produjeron y consumieron unos 3.600 millones de toneladas (Mton) mientras que en 2020 fueron unos 6.800 Mton. El consumo de carbón prácticamente ha duplicado sus cifras en 20 años y sus reservas actuales globales probadas son 1,07 billones de toneladas. Estas reservas, a pesar de la explotación, han permanecido estables en los últimos 20 años, tanto como consecuencia del mejor conocimiento geológico de las diferentes cuencas carboníferas, como por el incremento de los precios internacionales del carbón ya mencionado anteriormente, que permitirían reabrir numerosas cuencas carboníferas europeas en Alemania, Francia, Polonia, Reino Unido o incluso España.
Los productores de carbón más importantes son China (3.200 Mton/año), Indonesia (610 Mton/año), Estados Unidos (580 Mton/año), Australia (530 Mton/año), India (520 Mton/año), Rusia (375 Mton/año) y Sudáfrica (250 Mton/año). Es muy llamativo, entre los productores, el caso de China que, en los últimos 20 años, ha triplicado su producción desde 1.000 Mton de 2001 hasta los 3.200 Mton de carbón actuales. Por lo que se refiere al consumo, China utiliza 3.500 Mton/año seguida de India con 800 Mton/año. Dos de los mayores productores, aún necesitan importar carbón para cubrir sus necesidades. Además, USA (490 Mton/año), Japón (210 Mton/año) y Rusia (150 Mton/año) siguen como los mayores consumidores. El conjunto de los países europeos, en 2020, consumieron 490 Mton. A pesar de la creencia generalizada parece que nosotros, los europeos, no somos tan verdes como pensamos.
Como las gráficas anteriores, la Figura 4 recoge la evolución de las reservas de carbón durante las dos últimas décadas, que como se ha mencionado, han permanecido estables a lo largo de los años a pesar de un incremento explosivo de la extracción, propiciado especialmente por China y la India desde principios del siglo XXI. La avidez energética de estos países es insaciable debido a su aumento de población y a su fuerte desarrollo económico en términos de P.I.B.

Fuente: BP Statistical Review of World Energy 2020.
En la Figura 5 se recogen la producción y consumo de carbón, por áreas geográficas, desde principios del siglo XXI. Se observa como China e India han incrementado, casi duplicado, sus números y han llevado a ambas variables desde los 3.800 millones de toneladas que se produjeron en 1999 hasta los 6.500 millones de toneladas de 2019. Se prevé que, en 2022, la producción y consumo mundiales de carbón alcanzará la asombrosa cifra de 8.000 millones de toneladas. El carbón, pese a lo que se publica en la prensa y por nuestros gobiernos, sólo es una energía en retroceso en la Unión Europea, donde existen también importantes reservas, hoy inexplotadas, esencialmente por motivos ideológicos, no técnicos.

Fuente: BP Statistical Review of World Energy 2020.
¿Cómo evolucionarán las emisiones de CO2?
Todos los datos e informaciones aportados en los párrafos anteriores apuntan hacia una misma respuesta para esta pregunta: las emisiones de CO2 procedentes de la actividad humana continuarán permanentemente al alza durante todo el siglo XXI, esencialmente como consecuencia del incremento de la población mundial en un 30% de aquí a 2050 y la duplicación del P.I.B. mundial en ese mismo horizonte temporal.

A la Izquierda relación entre el incremento de población en el mundo y las emisiones de CO2.
Fuente: Isaac Álvarez Fernández (2022). Jornadas sobre Minería y Energía. Colegio de Ingenieros de Minas Centro (COIMCE). Madrid, Junio 2022.
En la Figura 6, a la izquierda, se observa la correlación entre el incremento de la población mundial y las emisiones de CO2, tan evidente y ajustada que no necesita ningún comentario explicativo. Así mismo, se observa cómo las emisiones vienen incrementándose de forma prácticamente lineal desde 1950 en adelante, a un ritmo de unos 500 millones de toneladas más cada año. En el momento actual se están emitiendo 36 Gigatoneladas (Gton) por año y se espera alcanzar la cifra de 50 Gton en 2030 y 60 Gton en 2050. La Figura 6 es también muy ilustrativa sobre la evolución de los principales emisores de CO2 a la atmósfera: mientras China, India y los Estados Unidos no reducen sus emisiones, solamente la Unión Europea ha conseguido reducir (con grandes esfuerzos técnicos y económicos dignos de mejor causa), sólo ligeramente sus emisiones en los últimos años. Por eso, conviene recordar aquí lo que se mencionó en un artículo anterior (El calentamiento global, ¿cuestión económica, política o medioambiental?):
«La Unión Europea y sus 27 estados miembros, que son responsables tan sólo de un 9% de las emisiones globales de G.E.I., se postulan como los primeros de la clase en la reducción de emisiones, mientras que otros países como China (35% de emisiones G.E.I.) y Estados Unidos (25% de emisiones G.E.I.) juegan al despiste y a defender sus propios intereses económicos y nacionales, sin que les preocupe mucho la supuesta emergencia climática. Los países que no suscriben los compromisos de lucha contra el calentamiento global, al mismo tiempo que alientan las tendencias ecologistas más radicales fuera de sus fronteras, sonríen satisfechos al ver diferencialmente fortalecidas sus economías y su competitividad».
El calentamiento global, ¿cuestión económica, política o medioambiental?
A estas informaciones debe añadirse otra evidencia técnica que los medios de comunicación suelen silenciar: no existen los vehículos sin emisiones de CO2. En realidad, los vehículos eléctricos, lo que hacen es exportar sus emisiones a otras etapas de industria de la automoción, pero no reducirlas. Por ejemplo, para fabricar una batería de algo menos de media tonelada, capaz de sostener la energía equivalente a un barril de petróleo, se necesita extraer y procesar 225 toneladas de diversos materiales, precisando el aporte energético equivalente a entre 100 y 300 barriles de petróleo. Por ello, el proceso de fabricación de cada batería conlleva la emisión a la atmósfera de entre 10 y 40 toneladas de CO2. En otras palabras, la electrificación de los vehículos, en términos prácticos, no supondrá una reducción significativa de las emisiones de dióxido de carbono. Un razonamiento similar y con idénticas consecuencias puede aplicarse a los equipos generadores de energías renovables, tanto eólicos como solares.
El proceso de fabricación de cada batería conlleva la emisión a la atmósfera de entre 10 y 40 toneladas de CO2. En otras palabras, la electrificación de los vehículos, en términos prácticos, no supondrá una reducción significativa de las emisiones de dióxido de carbono
Algunas reflexiones finales
En primer lugar, es evidente la fuerte correlación entre el incremento de la población, el incremento de la esperanza de vida de los Seres Humanos, el desarrollo económico de las naciones y el consumo de energía. Estos factores son, hoy por hoy, incontrolables y conducen, en ausencia de guerras o catástrofes importantes económicas o sociales, a un incremento drástico de la producción y consumo de energía primaria por la Humanidad, así como al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y no existe ni se vislumbra un modelo alternativo al actual, pues la utilización de energía es tan intensa, que cualquier tipo de energía que pudiera desarrollarse sería inmediatamente consumido. No se trata de elegir entre energías limpias y sucias, renovables o no renovables, pues todos los tipos de energía tienen cabida en el conjunto mundial dada la intensidad de la demanda.
Los distintos creadores de opinión hacen esfuerzos para poner el acento en los supuestos peligros del cambio climático, pero ese no es el problemas más acuciante: lo que debe buscarse es cómo descontaminar nuestro planeta, cómo obtener energía lo más segura y económica posible que permita el desarrollo económico y social de toda la población y evite la pobreza, el hambre y el desamparo en el tercer mundo. Este es un punto fundamental a tener muy en cuenta, pues eliminar, por supuestos ideológicos, energías esenciales como los combustibles fósiles, significa aumentar la pobreza, retardar el desarrollo económico mundial y fragilizar las sociedades humanas. Un ejemplo práctico y cercano lo constituye la guerra de Ucrania, que ha derivado en un conflicto energético mundial y que podría ocasionar la paralización de la industria de los países de Europa Occidental y a mantener a la población, durante el invierno, en condiciones precarias de calefacción, alimentación, etc. por la escasez de gas. No debe olvidarse que el centro de gravedad de la demanda de energía se mueve hacia los países del tercer mundo y en vías de desarrollo que están expandiendo sus economías y sus clases medias, con rápidos aumentos de su P.I.B., como está ocurriendo en China y en India.
La revolución de los hidrocarburos no convencionales con el cambio de metodología, tecnología y modelos en la exploración, buscando nuevas reservas en contextos geológicos diferentes, acompañadas por las mejoras de las técnicas de perforación, han alejado muchos años, hacia un futuro lejano, el temido peak oil, permitiendo el desarrollo del mundo con gas y petróleo durante el presente siglo, aunque eso sí, a costa de mantener los precios a los niveles actuales y produciendo un cambio de la distribución geoestratégica de los recursos, como consecuencia de una diferente distribución geográfica de los yacimientos.
Otra faceta importante a tener en cuenta es la rápida expansión del gas natural como combustible, que se intensificará en el futuro. En realidad, utilizar el petróleo estrictamente como combustible puede considerarse un derroche, ya que se trata de la fuente de numerosos productos petroquímicos de gran interés para la Humanidad, desde los plásticos hasta los tejidos, desde los aceites minerales que usamos en nuestros engranajes y motores hasta la obtención de moléculas orgánicas útiles para la fabricación de productos sanitarios, cosméticos, alimenticios, industriales, de telecomunicaciones, y un larguísimo etcétera.
Por lo que se refiere al carbón, dada la extrema necesidad de incrementar la producción de electricidad, será imposible prescindir de él y continuará jugando un papel esencial durante las próximas décadas, siendo previsible que pronto se alcancen producciones superiores a los 10.000 millones de toneladas por año. Las noticias que se pueden leer en la prensa especializada informan sobre la reapertura de centrales térmicas actualmente cerradas y sobre la construcción de muchas nuevas en países en vías de desarrollo. La particularidad española de cerrar las centrales térmicas de carbón y demolerlas, como se está haciendo (la Robla, Velilla del río Carrión, Andorra, etc.), es una rareza a nivel mundial, además de una aberración estratégica, que sólo se puede explicar por razones estrictamente ideológicas y no técnicas.
La particularidad española de cerrar las centrales térmicas de carbón y demolerlas, como se está haciendo (la Robla, Velilla del río Carrión, Andorra, etc.), es una rareza a nivel mundial, además de una aberración estratégica, que sólo se puede explicar por razones estrictamente ideológicas y no técnicas.
De todo ello se deduce que el cambio de modelo energético no va a ser fácil ni rápido. No va a ser posible sustituir a los hidrocarburos y al carbón si lo que se pretende es tener costes de producción bajos, portabilidad y alta densidad de energía, además de estabilidad y seguridad en el suministro. Además, por cuestiones estrictamente técnicas, los hidrocarburos y el carbón son insustituibles para la producción de hierro, acero y metalurgia en general, y para la fabricación de fertilizantes, plásticos, cementos, productos petroquímicos y aceites minerales. Las informaciones taxativas, afirmando que las energías renovables van a sustituir a las energías fósiles en el entorno de 2050, que la energía de fusión va a permitir disponer de una fuente de energía ilimitada o que el hidrogeno va a sustituir a los combustibles fósiles y el gas natural, son totalmente inalcanzables en los plazos publicados.
Es pertinente recordar aquí lo que ya se mencionó en la primera parte de este artículo. Los acontecimientos vividos en Europa durante los últimos meses confirman esa tendencia: la Unión Europea ha etiquetado el gas y la energía nuclear como verde. Alemania se plantea la reapertura de sus centrales térmicas quemando carbón. El Reino Unido autorizará la fracturación hidráulica (fracking) para la explotación de gas y Holanda reabre el campo de gas de Groningen a pesar de los posibles microsismos que su explotación pudiera provocar.
Para aquellos que sueñan con eliminar los combustibles fósiles y minerales del mix energético mundial, conviene recordarles de nuevo la advertencia que el poeta italiano Dante Alighieri puso la entrada del infierno:
¡Oh!, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza.
O también, como diría un castizo, que:
Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.
Las energías del siglo XXI (segunda parte)
por José Antonio Sáenz de Santa María Benedet
y Enrique Ortega Gironés
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