Eudald trabajó con meticulosidad durante varios días. Pasaba horas en el baño, asegurándose de que Lolita no entrara para interrumpirlo en su nueva tarea. Era algo impensable, inimaginable para su esposa: una esposa dulce por obligación, fogosa por intimidación, cocinera por coacción; una esposa ficticia, creada por y para servir a su marido que, sinSigue leyendo «Inimpugnable – Capítulo XVI: El cristal y el altavoz»