El inspector Luján se veía, de nuevo, caminando por el pasillo de un mercadillo. El lugar, abarrotado de vendedores, bullía de actividad: puestos de frutas, ropa de segunda mano, utensilios de cocina usados… Todo se amontonaba en desorden. Su equipo, compuesto por agentes de uniforme, se dispersó para realizar preguntas. Con todo ese alboroto visual,Sigue leyendo «El sabor de la culpa – Capítulo 7: Una investigación enredada»