Al día siguiente, María seguía ingresada en el hospital, conectada a monitores que vigilaban sus constantes vitales. La tensión entre ella y Ricardo no había disminuido. Él llegó temprano esa mañana, portando un ramo de flores que dejó en la mesa junto a la cama. María apenas levantó la vista. —¿Qué es esto? ¿Un intentoSigue leyendo «El sabor de la culpa – Capítulo 4: Sospechas»