María seguía despierta, observando con desconfianza cada movimiento de Ricardo. Él se sentó en la silla junto a la cama, jugando con sus dedos sobre la madera del reposabrazos. —¿Has traído la comida para que la analicen? —preguntó María, rompiendo el silencio.—Sí, está en el laboratorio. Dijeron que tomaría tiempo —respondió Ricardo sin mirarla directamente.Sigue leyendo «El sabor de la culpa – Capítulo 2: ¿Has traído la cena?»