La casa de los Montes era un monumento al buen gusto y la discreción. Un jardín impecable rodeaba la fachada blanca, y los ventanales ofrecían una vista envidiable de la ciudad de Córdoba. A simple vista, María y Ricardo parecían la pareja perfecta. Él, un empresario de renombre; ella, una restauradora de arte con unSigue leyendo «El sabor de la culpa – Capítulo 1: Sin apariencias»