Liz Yébenes llevaba días sin descanso, atando cabos sueltos en un caso que, a cada paso, la llevaba a la misma conclusión inquietante: todos tenían algo que ganar con la muerte de Joaquín Robles, y todos, en mayor o menor medida, habían participado en el proceso que llevó a su asesinato. Pero aún había piezasSigue leyendo «El crimen del galerista granadino (parte III y última)»