Liz Yébenes, sin duda, era una detective diferente. Asumía riesgos que, a veces, resultaban tan difíciles como apasionantes. Pero lo que jamás aceptaba eran los clientes que pidiesen fotos de los amantes de sus parejas o de sus hijos. No deseaba formar parte de posibles rupturas ni de posibles posteriores crímenes pasionales, divorcios y demásSigue leyendo «El crimen del galerista granadino (Parte I)»