El misterio de Liz en Segovia (Parte I de IV)

El misterio de Liz en Segovia (Parte I de IV)

Liz Yébenes llevaba ya años dedicada a resolver misterios por toda España. En Segovia, sin embargo, no tenía ningún cliente. Sin embargo, el caso que acababa de caer en sus manos la obligaba a enfrentarse con la propia historia de la ciudad. La habían contratado para investigar la desaparición de unos antiguos planos de la Catedral de Segovia y otras edificaciones medievales, desaparecidos desde la oficina del famoso arquitecto Samuel Herrera, un hombre reservado y meticuloso que ahora parecía atrapado en el terror.

Herrera le explicó a Liz que aquellos planos contenían información confidencial sobre pasadizos secretos y criptas ocultas en los monumentos más importantes de la ciudad. Además de la catedral, los planos incluían zonas del Alcázar de Segovia, una fortaleza del siglo XII que guardaba un sinfín de leyendas y relatos de fantasmas. Liz no sabía si creer todo lo que Herrera decía, pero su expresión era la de un hombre que había visto algo imposible de describir.

—Hace años —explicó Herrera con voz baja, como si temiera que alguien lo oyera—, restauramos una parte de la catedral que había estado sellada durante siglos. Dentro, encontramos símbolos y señales de rituales extraños… marcas de una sociedad secreta que aún protege algo en el subsuelo de Segovia. Se hacían llamar los Espectros de Segovia. Pero pensé que solo eran leyendas hasta que estos planos desaparecieron.

—¿Y qué cree que buscaban? —preguntó Liz, intrigada.

—En el mejor de los casos, solo querían la historia de la ciudad. Pero en el peor… —Herrera se interrumpió, lanzando una mirada rápida hacia la ventana—. Si estos pasadizos realmente conducen a lo que creo, podríamos estar en peligro.

Liz se guardó sus dudas y aceptó el desafío. Era una noche brumosa, y el silencio de las calles de Segovia, bajo el resplandor de los faroles antiguos, le daba un toque misterioso. Decidió comenzar por la catedral, un edificio monumental de piedra oscura y pináculos que parecían cortar el cielo. Las sombras que proyectaban las gárgolas se extendían como largos brazos sobre el atrio. Pero su objetivo no estaba en la parte visible del templo, sino en un recóndito lugar que había descubierto en los documentos de Herrera.

La detective se internó en los oscuros pasillos de la catedral, buscando un grabado que mencionaba un acceso secreto. Después de inspeccionar varios muros, encontró una piedra suelta junto a una capilla. Con esfuerzo, empujó la losa, que se movió apenas unos centímetros, revelando una pequeña entrada. Liz encendió su linterna y descendió con cautela, dejando que sus pasos la condujeran hacia una cripta olvidada.

El pasadizo era estrecho, húmedo y claustrofóbico. Al final, encontró una gran sala circular, y en su centro, una mesa de piedra cubierta de polvo y telarañas. Pero su atención fue atraída hacia las paredes, donde inscripciones y símbolos desconocidos parecían contar una historia perdida en el tiempo. Mientras Liz observaba, una extraña sensación de estar siendo observada la invadió.

Imagen de dominio público de la Catedral de Segovia. Fuente: Pixabay.

Un sonido detrás de ella la hizo girar rápidamente. Una figura encapuchada se encontraba a unos metros, casi mimetizada con la oscuridad.

—¿Hola? —medio preguntó Liz con la voz tensa.

La figura no respondió; solo se giró hacia la pared y, con una lámpara que llevaba en la mano, iluminó un conjunto de símbolos arcanos. Liz sintió un escalofrío al reconocer uno de ellos: el símbolo de la Sociedad de los Espectros de Segovia. La figura encapuchada se desvaneció en la oscuridad antes de que Liz pudiera acercarse, y aunque la detective intentó seguirla, sus pasos la llevaron de regreso al altar principal de la catedral. El camino que había recorrido se había transformado, como si los mismos muros de piedra fueran parte de un rompecabezas macabro.

Confusa pero decidida, Liz decidió buscar respuestas fuera de la catedral y se dirigió al Alcázar, el imponente castillo que dominaba la ciudad desde un promontorio rocoso. La fortaleza, famosa por sus torres puntiagudas y sus mazmorras oscuras, siempre había sido un lugar envuelto en misterio. Había rumores de pasadizos subterráneos que conectaban el castillo con otros puntos de Segovia, pasadizos que podrían ser la clave para entender qué buscaba la Sociedad de los Espectros.

A pesar de la hora, logró persuadir al guardia nocturno para que la dejara entrar, alegando una investigación especial relacionada con los planos robados. La fortaleza estaba fría y oscura, y sus pasos resonaban en las paredes de piedra como un eco de tiempos antiguos. Liz había recibido pistas sobre una biblioteca oculta dentro del Alcázar, donde algunos documentos históricos podrían dar cuenta de la existencia de los Espectros.

La biblioteca estaba oculta detrás de un gran tapiz, y el lugar era tan polvoriento que parecía no haber sido abierto en décadas. Liz recorrió los estantes, iluminando con su linterna los lomos de libros cubiertos de moho. Finalmente, encontró un libro encuadernado en cuero con inscripciones doradas: «Crónicas de la Sociedad de los Espectros».

Imagen de dominio público del Alcázar de Segovia.
Fuente: publicdomainpictures.net

El libro era un compendio de historias y eventos en Segovia, relatos de rituales y ceremonias secretas realizadas en los monumentos más importantes de la ciudad. Al pasar las páginas, Liz encontró algo inquietante: un esquema de las criptas bajo la catedral, junto a otro plano que mencionaba un pasadizo oculto en el Alcázar, un camino que, según el manuscrito, se había sellado siglos atrás para evitar que algo saliera de allí.

Una vez más, Liz sintió que no estaba sola. A sus espaldas, un crujido. Al girarse, vio una figura con una capucha oscura que la observaba desde la penumbra de la biblioteca. La figura permaneció inmóvil durante un momento, antes de hacer un leve gesto hacia una pared de piedra. Luego desapareció, como si se hubiera disuelto en las sombras.

Liz se acercó a la pared indicada y encontró una inscripción en latín que apenas logró descifrar: «Protege el secreto o paga el precio». Era una advertencia. Movida por una mezcla de curiosidad y temor, Liz presionó una de las piedras en el muro, y la pared comenzó a girar, revelando un oscuro pasadizo que descendía hacia las entrañas del castillo.

La detective se internó en el pasadizo, que la condujo a una sala subterránea. Allí, en el centro, había un altar cubierto de símbolos antiguos. Y sobre el altar, una caja de hierro oxidado con un escudo tallado que reconoció de los documentos de Herrera: el emblema de la Sociedad de los Espectros.

Pero antes de que pudiera tocar la caja, una voz resonó en la penumbra:

—No deberías estar aquí, Liz.

Se giró rápidamente, solo para ver a Samuel Herrera de pie frente a ella, con una expresión sombría.

—¿Qué significa todo esto, Herrera?

—La Sociedad de los Espectros no es solo una leyenda, Liz. Protege algo que no puede ser revelado… Ahora, como yo deseaba (para que nos ayudaras), tú también formas parte de este secreto. Los planos que desaparecieron, los pasadizos… todo esto conduce a un objeto que debe permanecer oculto para siempre.

—¿Qué objeto? ¿Qué están protegiendo?

—Lo llamamos «El Corazón de Segovia». Es una reliquia que guarda la esencia misma de la ciudad, su historia, sus secretos… y su poder. Durante siglos, los Espectros han asegurado que nadie llegue hasta él. Pero ahora alguien más lo busca. Y si ese objeto cae en las manos equivocadas, todo lo que conocemos podría cambiar para siempre.

Antes de que Liz pudiera procesar lo que Herrera le decía, un temblor sacudió la sala, y un eco resonante se expandió a través de los muros de piedra. La caja de hierro en el altar comenzó a emitir una luz rojiza, y ambos se dieron cuenta de que alguien, en algún lugar, había activado algo que no debían.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Herrera con urgencia.

Pero Liz estaba decidida a descubrir la verdad. Dio un paso hacia la caja, notando que la luz aumentaba en intensidad. Sentía que aquel objeto la llamaba, como si una fuerza invisible la empujara hacia él. Herrera intentó detenerla, pero Liz se liberó de su agarre.

—No puedes entender lo que estás haciendo —insistió Herrera, con un tono de desesperación.

—Lo que busco es entender… —respondió Liz, con determinación.

A medida que la caja se iluminaba más y más, Liz sintió que la sala comenzaba a cambiar, como si estuviera siendo transportada a otro tiempo, a otro espacio. Su visión se tornó borrosa, y una sensación de vértigo la invadió. En el último segundo, escuchó la voz de Herrera gritando, pero las palabras se desvanecieron en un eco.

De pronto, todo se volvió oscuro.

Cuando Liz recobró la conciencia, estaba de nuevo en la biblioteca del Alcázar, pero algo había cambiado. Las paredes se sentían distintas, y el aire era más denso.

(Continuará)


El misterio de Liz en Segovia (Parte I de IV)
(Los misterios de Liz)
por Carmen Nikol


Publicado por Entrevisttas.com

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