María seguía despierta, observando con desconfianza cada movimiento de Ricardo. Él se sentó en la silla junto a la cama, jugando con sus dedos sobre la madera del reposabrazos.
—¿Has traído la comida para que la analicen? —preguntó María, rompiendo el silencio.
—Sí, está en el laboratorio. Dijeron que tomaría tiempo —respondió Ricardo sin mirarla directamente.
María ladeó la cabeza, estudiándolo. Algo en su tono parecía tenso, casi artificial. Pero la comida la había hecho ella misma y estuvo en todo momento frente a ella hasta que la sirvió.
—Es curioso, ¿no? Comimos lo mismo y solo yo terminé aquí.
Ricardo la miró fijamente y dijo: ¿Qué quieres decir?
—Nada —respondió ella, con una sonrisa amarga—. Solo que es curioso. La he hecho yo misma. Por eso es curioso.
El intercambio quedó suspendido en el aire. Ambos sabían que las tensiones acumuladas durante años de discusiones y reproches estaban empezando a romper la superficie. Ricardo se levantó abruptamente, mirando hacia la ventana.
—Voy a hacer una llamada —dijo sin esperar respuesta. Salió al pasillo, dejando a María con sus pensamientos.
Ella cerró los ojos y respiró hondo. El recuerdo de la cena volvía en fragmentos: el sabor metálico del primer bocado, el calor en su garganta, y luego el mareo. Pero más allá de esos detalles, había algo en su memoria que no lograba ubicar, una pieza clave que seguía fuera de su alcance y tenía que ver con ella misma.
Mientras tanto, en el pasillo, Ricardo hablaba en voz baja por su teléfono móvil.
—Sí, todavía está bajo observación… No, no sé cuánto tiempo más. Pero algo raro está pasando.
Colgó rápidamente al notar que una enfermera pasaba cerca. Volvió a la habitación, tratando de parecer tranquilo, aunque el sudor frío en su frente decía todo lo contrario…
El sabor de la culpa
Capítulo 2: ¿Has traído la cena?
por Carmen Nikol
Capítulo anterior: Sin apariencias
Capítulo posterior: La primera grieta
LICENCIA: © 2025 | CC BY-NC-ND 4
¡Muy interesante! Ya mismo voy a leer los otros capítulos 🙌🏼
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