Espejo roto – Capítulo 24: La red en Bahamas

El sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte cuando Luna fue escoltada por el mismo conductor hasta un pequeño aeropuerto en Sabadell. A su llegada, pudo ver un jet privado preparado para el despegue, con el emblema discreto de Janus en el ala. El conductor no le dirigió la palabra, pero ella sabía que cada paso que daba formaba parte de un plan calculado al detalle. Este escape no era solo una cuestión de supervivencia: se trataba de garantizar la seguridad de todo el equipo.

Al subir al jet, el piloto le indicó que se acomodara en el asiento trasero, y en cuestión de minutos, el avión despegaba. Desde la ventanilla, observó cómo la ciudad se hacía cada vez más pequeña bajo ella, y el sentimiento de alivio mezclado con inquietud comenzó a invadirla. Cuando salió un azafato a servirle una copa y algo de comer, le indicó que se dirigían a las Bahamas, un lugar que Janus siempre consideró como uno de sus refugios más seguros. La idea de reunirse allí con Lena, Javier y Mateo le brindaba cierta tranquilidad, aunque también planteaba más preguntas sobre el rumbo que tomarían sus vidas después de esto.

El vuelo transcurrió en silencio. Luna aprovechó las horas para cerrar los ojos y repasar mentalmente las instrucciones de Janus y Alessandro. La última semana había sido una vorágine de emociones y decisiones críticas, y ahora cada movimiento se sentía como una pieza final en una partida que no estaba segura de ganar.

Finalmente, la voz del piloto la despertó de sus pensamientos. Señorita De Castro, estamos descendiendo. Aterrizaremos en unos minutos. Por favor, póngase el cinturón. Luna asintió, preparando su mente para el siguiente paso. Este viaje formaba parte del plan de contingencias. Mientras el avión aterrizaba suavemente en una pista privada de la isla, sintió cómo el peso de su situación comenzaba a ceder ligeramente. Sabía que el verdadero refugio no estaba solo en el lugar, también lo estaba en las personas que la esperarían.

Al descender del avión, vio a Lena sonriendo en la pista. El parecido entre ambas era de nuevo innegable, y el tiempo transcurrido no había hecho más que fortalecer ese lazo inexpresable que compartían. Lena se había operado para parecerse a Luna. Ahora necesitaban volver a ser gemelas exactas, por si acaso les resultaba útil en su próximo destino. Y Lena, que tras aquella infancia de rivalidades, había demostrado cuánto quería a su hermana, había consentido en transformarse por ayudar a Luna y volver a sentir que eran gemelas. Solo datos ocultos a simple vista, como las huellas dactilares, iban a diferenciarlas. Ambas llevaban lentillas azules, el pelo con un corte pixie

La recibió con un abrazo firme, transmitiéndole una seguridad que hacía mucho no experimentaba.

—Lo logramos, Luna —dijo Lena en voz baja, con una sonrisa suave y cómplice, agarrándole las manos, cargada de alivio.

A unos metros, Javier y Mateo esperaban en silencio. Javier la miró con una mezcla de preocupación y cariño, mientras Mateo se lanzó sobre ella para abrazarla junto a Lena. Todo ese tiempo, todo ese trasiego, todo ese sufrimiento, todo ese aprendizaje, todas esa complicidad… Todo su destino les había llevado hasta ese nuevo destino, a los tres. Lejos de sus familiares, a los que por siempre añorarían y por siempre, necesariamente, dañarían.

—Me alegra verte a salvo, Luna —dijo Javier, mirándola con ojos serenos.

Ella asintió, sin necesidad de palabras. La situación hablaba por sí misma. Tenían que mantenerse juntos y fuertes si querían salir de esta. Le comunicaron que Sandra y Javier se habían quedado en Oriente Medio para que no pudiesen atrapar a varios de la trama en el mismo vuelo. Javier fue el primero en llegar a Bahamas, de hecho, y el que se ocupó de arreglarlo todo allí.

—Sandra nos alcanzarán pronto. Está ultimando los detalles de la venta de la casa en Barcelona. Aunque todos hemos convivido allí incluso antes de aparecer ella, la casa es suya y no podemos dejar ningún rastro —dijo en un tono decidido, como si estuviera recordando a todos la gravedad de la situación.

Luna asintió. La red de Janus había sido una estructura cuidadosamente tejida durante años, y dejar cualquier cabo suelto podría significar el fin de todo por lo que habían luchado. La venta de la casa en la playa era un sacrificio necesario para garantizar que sus pasos no fueran rastreados. Sandra era, sin ellos haberse podido dar cuenta, la que motivó al propio Janus a salvar a Luna. Cuando la llevó a su casa, a través de cámaras y comunicados privados con Janus, fue ella, Sandra, casada ya por entonces con Janus, la que le indicó que hiciera todo lo posible por salvarla. Sandra también había sabido librarse del peso de la ley desde su adolescencia y vivía la vida de un modo absolutamente liberal. Janus y ella eran tal para cual.

A la llegada de Luna a Bahamas, todos habían cambiado su identidad y todos contaban ya con fondos descomunales en sus cuentas.

La pequeña villa en la que se hospedarían en las Bahamas se encontraba oculta en una de las zonas más remotas de la isla, rodeada de una densa vegetación y con una vista privilegiada al océano. Al llegar, cada uno se instaló en sus habitaciones, y Lena, siempre atenta a los detalles, había preparado el lugar para que la comodidad, la tranquilidad y las vistas fuesen el regalo diarios que se habían ganado.

Esa noche, mientras cenaban Mateo, Lena, Javier y Luna juntos en una gran mesa de madera rústica en la terraza, Javier comenzó a discutir el próximo paso.

—Janus nos a pedido que mantengamos un perfil bajo hasta que él y Sandra lleguen. Mientras tanto, debemos seguir adelante con el protocolo sombra. Ninguna comunicación sin encriptación máxima y ninguna interacción con el exterior sin pasar por los filtros de seguridad —explicó, mirando a todos con seriedad.

Lena asintió, aunque sus ojos estaban fijos en su hermana. Lena sabía que Luna aún tenía preguntas, sobre todo de su nuevo look para ser idénticas, pero ambas entendían que no era el momento de desentrañar los detalles. Ni siquiera de hablar demasiado. La misión principal era mantenerse seguros y casi imperceptibles, por ocultos que estuviesen en su refugio.

La cena transcurrió en un silencio que hablaba de la tensión acumulada. Cuando todos se retiraron a sus habitaciones, Luna permaneció un momento en la terraza, observando las estrellas. Sabía que Janus y Sandra harían todo lo posible para llegar hasta ellos. Esta noche, por primera vez en mucho tiempo, se permitió un respiro, confiando en que cada pieza estaba exactamente donde debía estar. Se sintió a salvo, sencillamente a salvo. Sabía, desde hacía tiempo, que ése era su preciso destino para estar a salvo: Bahamas. Pero no sabía que estaría acompañada por los suyos, los que ahora eran su familia. Lamentaba el profundo dolor que sufrían sus padres desde el caso con Mateo, pero ellos ya habían expresado su deseo de que viviese con Lena lejos de España.

Solo faltaban Janus y Sandra para que todo terminase…


Espejo roto – Capítulo 24
La red en Bahamas
por Carmen Nikol


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