Espejo roto – Capítulo 18: El tablero internacional

La mesa de reuniones en la casa de la playa era amplia, iluminada apenas por la luz tenue que se colaba a través de las ventanas. Janus los había convocado a todos, y la atmósfera era tan intensa que, irónicamente, casi podía atravesarse con un cuchillo. A un lado estaba Lena, cruzando los brazos con gesto firme, aunque los ojos le brillaban con una mezcla de emoción e inquietud. Luna, sentada frente a ella, mantenía una expresión seria; aquella era una reunión que afectaba directamente a su vida y su libertad, lo sabía bien. A su lado, Mateo intentaba mantener el semblante tranquilo, pero el peso de la responsabilidad le tensaba los músculos.

Sandra entró, segura de sí misma, con un cuaderno de notas y algunos documentos que colocó en la mesa. A pesar de su presencia relajada, había algo en ella que imponía, una experiencia y un dominio de la situación que llamaban la atención de todos los presentes. Finalmente, Janus tomó asiento en el extremo opuesto de la mesa y los miró a cada uno con una sonrisa fría y calculada.

—Tenemos mucho que discutir, y el tiempo apremia. Como sabéis, la expansión de nuestros negocios en el extranjero es crucial no solo para nuestros beneficios, sino también para asegurar la estabilidad y el anonimato de todos. Especialmente de Luna —añadió, dirigiéndole una mirada intensa—. Si seguimos estos planes, lograrás una posición económica y legal que te permita vivir en paz, sin mirar hacia atrás.

Luna asintió en silencio, agradecida pero cautelosa. Era plenamente consciente de lo que aquello implicaba, y le confería confianza hacia Janus y, asimismo, a Sandra, también sabía que cada paso debía darse con precisión.

—Sandra —prosiguió Janus, volviéndose hacia ella—, tú serás nuestro enlace en los Emiratos Árabes. Hablaremos de todo lo que necesitas para contactar con los mandatarios clave y otros jugadores importantes en la región. Tu tarea será coordinar la apertura de las nuevas cuentas y asegurar que las transacciones se realicen sin dejar huellas. Cuento con tu habitual buen hacer.

Sandra asintió con tranquilidad, anotando algunos puntos en su cuaderno.

—Perfecto —respondió ella, en un tono sosegado—. Como discutimos, me reuniré primero con el ministro de comercio en Abu Dhabi. Ya he hablado con él, y he encontrado una excelente oportunidad en un fondo de inversión discreto que nos facilitará el flujo de dinero entre las cuentas sin levantar sospechas.

Janus asintió, satisfecho. Lena observó la interacción con atención; notaba el respeto que Janus le tenía a Sandra y la facilidad con la que ambos se entendían. No podía evitar sentir una pequeña punzada de incomodidad.

—Muy bien —dijo Janus, volviendo su mirada hacia Lena y Mateo—. Ahora, Lena, Mateo, vosotros tenéis una tarea importante en España. Hemos conseguido contactar con varios inversores interesados en formar parte de nuestros proyectos. Sin embargo, algunos de ellos necesitan un trato más… personal. Y es aquí donde entra Javier Lorca, el director de un consorcio financiero con intereses en paraísos fiscales. Él será uno de nuestros enlaces, y he acordado que tanto tú como Mateo lo conoceréis durante la próxima semana en Barcelona.

Lena asintió, aunque su mente comenzó a vagar con pensamientos y conjeturas sobre este nuevo contacto. Javier Lorca era un nombre que resonaba en los círculos financieros y legales, pero también en el rumor de la calle y los medios. Sabía que trataba con hombres de negocios de gran influencia y que, además, era alguien muy carismático. Por lo que había escuchado, también era atractivo, y su encanto personal le abría muchas puertas.

—Javier es un hombre extremadamente ambicioso —prosiguió Janus, mirando a Lena—. Su interés en nuestro negocio no solo es por los beneficios económicos, sino también por las conexiones que podemos brindarle. Tú, Lena, tienes el perfil perfecto para acercarte a él. Sé que no será un problema para ti captar su atención.

Lena tragó saliva, notando el peso de aquella insinuación. Era evidente que Janus tenía un plan en mente, pero al mirarle, sus ojos no delataban más que calma y seguridad.

—Entendido —dijo Lena, intentando mantener un tono neutral—. Me reuniré con él y le presentaré el proyecto. ¿Algo en particular que deba enfatizar?

Janus esbozó una sonrisa, como si estuviera complacido con su disposición.

—Habla de la estabilidad del plan, de cómo aseguraremos sus inversiones sin riesgos innecesarios. Y, sobre todo, hazle ver que somos una red de contactos que pueden protegerlo tanto a él como a sus fondos. Mateo te apoyará en esto, así que aprovecha su presencia para transmitir seriedad y profesionalidad. Javier necesita lo que le ofrecemos y suele fiarse más de los equipos que de las personas. Le gusta tratar con hombres y suele perder un poco el norte, como es bien conocido, cuando se trata de mujeres atractivas, aunque no las descarta en los negocios más lucrativos.

Mateo asintió, sintiéndose aliviado de poder cumplir con un rol más diplomático en la situación. Sin embargo, no pasó desapercibido para él la mención de que Javier Lorca podría interesarse más en Lena que en los números de sus proyectos.

—¿Y yo? —preguntó Luna finalmente, alzando la voz con una mezcla de ansiedad y determinación—. ¿Qué debo hacer?

—Tú tendrás que permanecer en un perfil más bajo, Luna —respondió Janus con suavidad, aunque su tono era inapelable—. Eres el eslabón que todos queremos proteger, y hasta que Sandra y Lena finalicen sus primeras fases, tu papel será gestionar los fondos a nivel local, en la sombra. Sandra se asegurará de que te lleguen las cantidades que necesitas para poder iniciar la fase final del plan: tus cuentas en el Caribe estarán activas en menos de medio mes, y de ahí en adelante, solo será cuestión de mantener todo en orden.

Luna asintió, aceptando la responsabilidad que Janus le encomendaba. Era un papel menos visible, pero vital para su seguridad y estabilidad. Sabía que su implicación en los negocios internacionales era delicada, y cuanto menos apareciera en documentos o registros, mejor sería para todos. Janus ya hacía mucho que le había conseguido una nueva identidad falsa que había elaborado ciertas trazabilidades que brindaban confianza en ella. Antes de ello, había pagado una rinoplastia con un cirujano de confianza. Ya no era una gota calcada de Lena. Y siempre llevaba lentillas de color negro cuando se disponía a salir. Su pelo era corto, en un estilo pixie elegante que le quedaba muy bien. Había hecho, con todo esto, que, además, se sintiera diferente a Lena y más segura con su nuevo look.

—Finalmente, Mateo —dijo Janus, con una mirada calculadora—, hay una última fase que necesitamos desarrollar en Londres. Un fondo de inversión de bienes raíces podría ser nuestra cobertura perfecta para mantener activos en Europa sin levantar sospechas. La próxima vez que viajes a Londres, te reunirás con nuestro contacto, Adrien Dubois, quien es el director del fondo y, como sabéis, el tío de las gemelas. Él ya conoce la situación y está dispuesto a ayudarnos siempre que mantengamos su nombre fuera de los documentos.

Mateo asintió, sintiendo el peso de la misión. Londres sería un reto, pero era también la oportunidad de demostrar su capacidad y de fortalecerse en el mundo financiero, en el que hasta ahora había sido más bien un aprendiz.

La reunión continuó con Janus detallando los cronogramas y los puntos de encuentro que debían respetar, además de puntualizar la hora en que harían un Teams diario para la actualización de eventualidades externas e internas. Cada contacto, cada reunión, estaba calculada al milímetro para asegurar que ninguno de ellos levantara sospechas.

Unos días después, Lena y Mateo partieron hacia Barcelona. La ciudad brillaba bajo el sol de verano, y aunque el viaje era de negocios, Lena no pudo evitar sentir una mezcla de anticipación y nerviosismo. El encuentro con Javier Lorca estaba programado para esa misma noche, en ABaC, un lujoso restaurante donde los empresarios más influyentes de la ciudad solían hacer sus tratos.

Cuando Javier apareció, Lena entendió por qué Janus le había hablado tanto de él. Era un hombre de presencia imponente (mucho más en persona que en la prensa) con una sonrisa magnética y una seguridad que irradiaba en cada palabra. Durante la cena, Javier se mostró encantador, atento, y en varias ocasiones, Lena se sintió casi hipnotizada por la manera en la que la miraba, como si cada palabra suya fuera de una importancia vital. Aunque intentó centrarse en los aspectos financieros, la intensidad de Javier la hizo dudar de su propia serenidad, de su control.

Mientras Lena y Javier hablaban, Mateo se limitaba a observar en silencio y participar en punto clave que, sí o sí, debían tratarse en ese momento, intuyendo la estrategia de Janus al colocar a Lena en la ecuación. La atracción era evidente, y aunque eso le causaba cierto recelo, entendía que el poder de seducción de Lena podía ser una herramienta útil en el esquema que estaban trazando.

Después de la cena, Javier se ofreció a llevarla al hotel, y Lena, aunque vacilante, aceptó. En el trayecto, Javier continuó hablando de sus ambiciones y de cómo veía en ella una aliada capaz, una mujer con visión y determinación. Cada palabra iba penetrando en la defensa de Lena, quien se sentía extrañamente cautivada. Quería contar con ella para otros negocios personales.

A lo lejos, Janus observaba. No era casualidad que Lena sintiera lo que sentía; él había calculado que el acercamiento de Javier serviría para poner a prueba su lealtad, para alejarla un poco de él y ver si era capaz de resistir el encanto de alguien tan persuasivo. Porque, al final, el mayor riesgo en este juego no eran los contactos ni los mandatos; el mayor riesgo era que Lena se diera cuenta de que, en el fondo, podía querer algo más.


Espejo roto – Capítulo 18
El tablero internacional

por Carmen Nikol


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Publicado por Entrevisttas.com

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