Espejo roto – Capítulo 17: Lena y Sandra

Lena observaba, como hacía a menudo, desde el umbral de la puerta. En la penumbra del salón, apenas iluminado por una lámpara de mesa, Sandra y Janus estaban sentados, susurrando algo en voz baja. Estaban muy cerca, demasiado para el gusto de Lena, y en un momento que le pareció eterno, vio cómo las manos de Janus y Sandra se rozaban brevemente, aunque lo suficientemente perceptible como para que le obligara a contener la respiración. La escena era confusa; quizá solo se trataba de una cuestión de perspectiva, o quizá de una cercanía natural entre viejos amigos. Sin embargo, había algo en esa conexión que se le antojaba íntima, cargada de un magnetismo que jamás había visto entre Janus y… nadie. Pensaba que Sandra estaba ahí por Mateo.

Justo en ese instante, Sandra giró la cabeza hacia la puerta, como si pudiera sentir la presencia de Lena. La sonrisa amistosa y despreocupada de Sandra la hizo estremecerse, a pesar de que intentó disimular su incomodidad. Pero en el fondo, aquella mirada había sido suficiente para despertar una sensación punzante en Lena, una mezcla de celos e inseguridad que no había sentido hasta ahora. Sabía que la relación de Janus y Sandra tenía algo de historia, pero desconocía la profundidad de ese pasado en común y, mucho menos, las implicaciones que esto podía tener en el presente.

Pasaron unos minutos en los que Lena fingió revisar algunos documentos en el estudio, tratando de apaciguar su mente. Finalmente, cuando notó que Sandra se había retirado, se armó de valor y fue a buscar a Janus. Tenía preguntas, y no estaba dispuesta a ignorar las respuestas que tanto le urgían.

Lo encontró en la terraza, con la mirada fija en el mar oscuro que se extendía ante ellos. Se acercó lentamente, pero su presencia pareció no sorprenderle.

—Janus —dijo con voz firme, procurando no mostrar inseguridad en sus palabras—. Quiero hablar contigo sobre Sandra.

Él mantuvo la vista en el horizonte, como si esperara que ella continuara. Lena, sin embargo, percibió un leve movimiento de sus labios, una sonrisa apenas perceptible, que le hizo sentir que él ya sabía de qué se trataba esta conversación.

—Vi… lo que sucedió hace un rato entre vosotros —continuó, tratando de no sonar como si le estuviera reclamando algo, aunque en el fondo, eso era exactamente lo que quería hacer—. ¿Te has olvidado de mencionarme que tenéis un… pasado?

Janus dejó escapar un leve suspiro, y finalmente la miró.

—Sandra y yo fuimos pareja, sí, hace mucho tiempo. Nuestra relación fue compleja, como todo lo que tiene que ver con ella. Pero ahora somos amigos, Lena, y grandes socios. Ella es importante para nuestro equipo, y no solo por su habilidad en los negocios, sino también porque puedo confiar en ella como en pocos. Sabe lo que está en juego y entiende lo que queremos lograr.

Lena sintió que una sombra de duda se disipaba, aunque aún le incomodaba la familiaridad que había visto entre ellos.

—¿Y por qué ella? —preguntó, sin poder reprimir la curiosidad. Su tono era suave, pero Janus percibió la incomodidad subyacente.

—Porque Sandra tiene habilidades que pocos poseen, y contactos que son invaluables para nosotros. Habla árabe con fluidez y tiene una red de contactos en los Emiratos Árabes que hemos estado intentando explotar durante años. Su acceso a ciertos mandatarios y empresarios en la región puede abrirnos puertas que de otro modo serían imposibles de alcanzar. Ella conoce a los líderes adecuados para impulsar nuestra trama y, por lo tanto, Sandra es quien les llevará la propuesta directamente a ellos. Es nuestra mejor carta para expandirnos, y eso, Lena, beneficiará a todos en este equipo.

Lena escuchó sus palabras, comprendiendo la lógica que había detrás. Pero, por encima de todo, algo dentro de ella seguía inquietándola. Las razones prácticas eran válidas, y confiaba en que Janus tomaba decisiones calculadas y racionales. Sin embargo, saber que una parte de la vida de Janus estaba ligada a Sandra de esa manera le resultaba incómodo.

—¿Y cuál es exactamente el papel de Mateo en todo esto? —preguntó, tratando de encauzar la conversación hacia una cuestión menos personal. Quería entender mejor cómo encajaban todas las piezas de este plan.

—Mateo es un recurso útil. Necesitamos que gane seguridad y se vuelva cada vez más independiente. Sandra tiene la habilidad para ayudarle a lograrlo, para empujarlo a ser más audaz y autónomo. He notado que su relación contigo le impide desenvolverse como realmente podría. Es demasiado cuidadoso, demasiado dependiente de tu apoyo, de tu presencia. Y eso, Lena, es una debilidad para el proyecto.

Lena comprendió el mensaje subyacente. Janus estaba sugiriendo que Sandra separaría a Mateo de ella, al menos lo suficiente como para que él pudiera trabajar con mayor soltura. Esa idea la incomodaba profundamente. Durante mucho tiempo, había sido el ancla de Mateo, la figura en la que él confiaba incondicionalmente. Verlo distanciarse de ella para acercarse a Sandra despertaba en Lena otra incomodidad que no lograba definir del todo.

—Pero… ¿realmente es necesario alejarlo de mí? —preguntó, mirando a Janus a los ojos. Había algo en su mirada que buscaba alguna especie de consuelo, una señal de que su vínculo con Mateo no sería completamente destrozado.

Janus la miró con una mezcla de compasión y firmeza.

—Es necesario, Lena. Sandra lo ayudará a fortalecerse, a desarrollar las habilidades y la independencia que necesitamos en él. Es un sacrificio, lo sé, pero te prometo que todos nos beneficiaremos con esto. Y, al final, Luna también saldrá beneficiada. Sandra podrá proporcionarle la seguridad económica que necesita para escapar de la ley de una vez por todas. Podrá vivir en paz, sin miedo a ser encontrada, donde ella quiera.

El nombre de su hermana fue suficiente para que Lena se detuviera un momento. Janus sabía cómo tocar la fibra sensible de cada persona, cómo manipular sus motivaciones más profundas para llevarlos a hacer lo que él deseaba. Al mencionar a Luna y su tranquilidad, Lena sintió cómo su resolución se afianzaba. Si aceptar la presencia de Sandra en el equipo garantizaba que su hermana viviría sin temor, entonces quizás era un sacrificio que estaba dispuesta a hacer.

—Y Sandra… —prosiguió Janus, bajando un poco la voz, como si le estuviera confiando un secreto—, es más de lo que aparenta. No solo es una socia comercial; es una aliada en la que puedo confiar ciegamente, alguien que ha estado en situaciones difíciles y ha salido adelante con fuerza y determinación. Ella entiende la naturaleza de nuestros negocios y sabe cómo lidiar con los desafíos más complejos. Por eso la quiero aquí, Lena. Porque si hay alguien en quien podemos confiar, es en Sandra.

Lena asintió lentamente, asimilando sus palabras. Sabía que Janus rara vez hablaba de alguien con tanto respeto, y ese hecho era suficiente para que comprendiera la importancia de Sandra en el equipo. Pero el pequeño roce que había visto entre ellos, la cercanía implícita en sus gestos, seguían atormentándola.

Janus pareció leer sus pensamientos, y acercándose un poco más, le susurró:

—Lena, no tienes de qué preocuparte. Sandra es mi amiga, mi socia… y, sí, compartimos un pasado. Pero eso es todo. Ahora, tú eres parte de esto, y nadie va a ocupar tu lugar.

Lena sintió que una parte de su duda se disipaba, aunque el temor persistía. Janus la miró con una expresión de convicción que, aunque un tanto fría, transmitía una especie de promesa. Sabía que debía confiar en él, que su lealtad hacia Janus era, en última instancia, lo que la mantenía en este proyecto. Si él creía que Sandra era necesaria, entonces Lena debía aceptarlo.

Finalmente, se apartó, sintiendo que había obtenido las respuestas que necesitaba. Sabía que la presencia de Sandra sería un desafío para ella, tanto a nivel personal como en el contexto de su relación con Mateo. Pero también comprendía que, en el complejo juego que Janus había diseñado, cada pieza tenía su función, y la suya era, por el momento, aceptar su rol y confiar en que todo se desenvolvería según lo planeado.

Esa noche, mientras estaba sola en su habitación, Lena reflexionó sobre todo lo que Janus le había dicho. Sabía que Sandra tenía un poder innegable en el equipo, una influencia que podría cambiar el curso de todo. Aun así, se prometió a sí misma no dejarse amedrentar, no permitir que su inseguridad la desviara de su objetivo. Sandra era una figura imponente, pero Lena tenía claro que ella también era una pieza clave.

Al apagar la luz, sintió una especie de calma, una paz momentánea que sabía que no duraría mucho. Porque en este mundo, en el universo que Janus había construido, cada día traía un nuevo desafío, una nueva prueba. Y ahora, con Sandra en el equipo, Lena sabía que el verdadero juego apenas comenzaba.


Espejo roto – Capítulo 17
Lena y Sandra

por Carmen Nikol


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