Espejo roto – Capítulo 15: Un encuentro entrañable

La casa de la playa se llenó de un aire fresco cuando los padres de Lena y Luna llegaron. Los ojos de su madre parecían buscar cada rincón, como si intentara retenerlo todo en su memoria, mientras que su padre, de rostro endurecido, se esforzaba en mantener la compostura. Para ellos, el tiempo con Luna iba a ser el mejor regalo e iba a suponer un gran riesgo. Sabían que la policía vigilaba sus movimientos, quizá esperando ese momento en que se reuniesen con ella y, así, poderla detener. Pero, por mucho que les aterrara, no podían evitar estar ahí.

Luna recibió a sus padres en el salón, un espacio amplio y fresco, decorado de manera sobria, donde podían hablar sin temer que nadie oyera nada. Lena, nerviosa pero serena, mantenía una distancia prudente, observando desde el umbral de la cocina antes de acercarse, por tal de darles un momento de intimidad.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó su madre con un nudo en la voz, tomando a Luna entre sus manos como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí, viva, ante sus ojos.

—Sí, mamá. Tranquila, aquí estoy bien. Estoy… mejor de lo que podría estar en casa. Janus y Lena han sido de gran ayuda —dijo Luna con una sonrisa, tratando de infundirles calma. Pero lo que más paz me da es que Mateo me ha perdonado de corazón.

Su madre asintió, pero en sus ojos se reflejaba la incredulidad. Aun así, intentó sonreír y añadió en voz baja:

—Tu padre y yo hemos vivido tanto tiempo con este miedo, mi niña… No poder saber si estabas bien, si seguirías en peligro. ¿Por qué nunca llamaste? Ya, ya sé. Pero… quizá podíamos haber buscado la manera de contactar a través de Lena.

Luna no respondió de inmediato. Los años de silencio y ocultamiento eran difíciles de justificar. Su vida había estado tan enredada en sus propios errores y las consecuencias de aquella decisión que tomó hacía años que cada palabra parecía un acto de traición.

—Fue la única manera de protegeros, mamá. Creí que si mantenía las distancias, si desaparecía, nunca llegarían a trazar vuestras rutas hacia esta casa. Debía pasar el suficiente tiempo para sentirme tranquila. Lena ha tomado muchas precauciones por la misma razón. Por otra parte, yo ya no soy la misma de antes y no quiero que mi presencia os ponga en peligro. Ahora, y desde hace todo este tiempo, Janus me ha dado una nueva oportunidad para hacer las cosas bien.

El padre de las gemelas, de rostro severo, la miró con dureza.

—¿Y este hombre? —preguntó él, señalando en dirección al fondo de la casa, donde Janus observaba la escena en silencio desde la puerta del despacho, respetando la privacidad del reencuentro.

Janus se adelantó un paso, captando la indirecta de su suegro, y saludó con firmeza. Su figura era la de un hombre seguro de sí mismo, con un aire tranquilo que contrastaba con la ansiedad contenida en el ambiente. Su mirada era directa, imperturbable.

—Don Anthony, Mrs. Dubois, me alegra conocerles finalmente —dijo Janus con su tono cortés habitual—. Entiendo que este momento es difícil, y también lo es para Luna. Solo puedo decirles que, desde hace un tiempo, he intentado proporcionarle un ambiente seguro, tanto a ella como a Lena.

Los padres de las gemelas intercambiaron una mirada. Para ellos, el regreso de sus hijas a sus vidas era una mezcla de alivio y amenaza, de nostalgia y resentimiento. A pesar de la presencia de Janus, sentían una inquietud tangible que parecía flotar en el ambiente.

—Solo queremos que estén a salvo, Janus —dijo doña Mary, con voz temblorosa—. Han sido años difíciles. No creímos que fuera posible volver a verlas juntas, y menos… así. Gracias.

Lena, que hasta ese momento había observado en silencio, intervino:

—Mamá, papá… No os preocupéis. Hemos aprendido a cuidarnos mutuamente, bien sabéis ya que nunca habíamos conseguido este nivel de atenciones anteriormente. Tendíamos más a rivalizar que a saber mirar la una por la otra. Lo que pasó en el pasado… todo eso, ya no es lo mismo. Ahora estamos juntas, y podemos protegernos.

Su madre asintió, aunque su rostro reflejaba el conflicto interno que sentía. Se lo quería creer, por supuesto, pero aún le costaba, tras tanto malentendido y tanta desgracia. Estaba claro que entendía poco del rol de Janus en todo esto. Sentía que debía confiar en su hacer por su papel en este retorno, pero había algo en la situación que le parecía más grande de lo que podía captar en ese momento. Intuición de madre.

Lena, sintiendo la incomodidad de sus padres, se acercó un poco más a ellos y les dijo:

—Sé que esto es complicado y que no tenéis por qué confiar en alguien que acabáis de conocer. Pero todo lo que hace es para nuestro bienestar. Os prometo que los riesgos están controlados, al menos tanto como es posible. Quería daros un momento para ver que estamos bien, para que no tengáis que preocuparos más. Pero no podemos prolongar esto. La policía aún busca algo que os conduzca hasta Luna.

—Eso lo sabemos bien —murmuró su padre, mirando a su hija con pesar—. Pero a veces es difícil vivir con el hecho de que nuestra propia hija tiene que vivir en la sombra. Y aquí. Que ya está con un hombre que no conocemos, sin conocer su relación. Sois mayores de edad y eso, como a todos los padres, nos afecta. Pero, así, más.

Las palabras resonaron en el ambiente, cargadas de un dolor latente. Era evidente que esa situación no tenía una salida sencilla para ellos, y sabían que las despedidas serían siempre un ejercicio de autocontrol.

—Entiendo, papá —dijo Luna con voz queda, tomando la mano de su madre—. Pero este es el camino que me ha tocado, el que él me brindó y me salvó. Y, aunque suene duro, lo volvería a elegir si eso significara seguir viva y haber recuperado a Mateo en mi vida, así como a Lena y el amor que merecemos. No quiero que sentáis que os abandoné. Lo hice por todos nosotros.

La madre asintió, conteniendo las lágrimas. Pero la expresión en sus ojos denotaba un amor incondicional, una comprensión que solo una madre podría ofrecer.

Tras un intercambio de miradas cargadas de significados, los padres de las gemelas entendieron que era el momento de despedirse. No tenían muchas palabras, pero sí abrazos silenciosos y miradas que transmitían una mezcla de orgullo y desesperación contenida. Al despedirse, prometieron regresar, pero entendían que sus visitas serían breves y esporádicas, siempre bajo la amenaza constante de ser vigilados.

Ya en el umbral de la puerta, el padre se volvió hacia Janus con una expresión seria.

—Espero que seas tan digno de su confianza como aseguras ser —dijo, con un tono firme—. Ellas han sacrificado demasiado como para ser traicionadas de nuevo.

Janus mantuvo su compostura y asintió con respeto.

—Lo soy, señor. Todo lo que hago es por ellas.

Con esto, finalmente se marcharon, conscientes de que su presencia en la vida de Luna sería como una sombra que reaparecería cada cierto tiempo, pero siempre desde la distancia. Cuando se fueron, la casa quedó en silencio, un vacío que rápidamente se llenó de una mezcla de emociones entre Lena y Luna, que sabían que no podían ser del todo sinceras ni consigo mismas ni con los suyos.

Al cerrar la puerta, Lena se quedó en silencio junto a su hermana. Janus se les unió en el salón, seguido por Mateo, quien hasta ahora se había mantenido discreto. Ambos hombres eran como dos figuras vigilantes, observando en silencio, compartiendo una presencia sólida en la vida de las hermanas.

—¿Cómo os sentís? —preguntó Janus, mirándolas a ambas.

Luna, aún conmovida, suspiró. —Extraña. Feliz y triste a la vez. Ellos saben que no hay marcha atrás, y yo también lo sé. Pero aun así, la culpa y el miedo siguen ahí.

Lena asintió, tocando ligeramente el brazo de su hermana como muestra de apoyo. Janus observaba esa cercanía y la falta de palabras; era consciente de que aquella despedida había despertado en ellas recuerdos y sentimientos antiguos, contradicciones que cada una cargaría a su manera, sobre todo a la hora de consolidar los negocios que iban tomando forma entre los cuatro. No eran negocios especialmente transparentes y, por supuesto, no podrían mencionar ni una palabra sobre ellos con nadie, incluidos sus padres.

—Lo importante es que saben que estás bien —dijo Janus con suavidad—. Y que ahora estáis aquí juntas. Eso les da una paz que antes no tenían.

Mateo, observando el momento, finalmente intervino:

—Este tipo de encuentros son… difíciles, y lo seguirán siendo. Pero, Luna, es parte de lo que tienes que sobrellevar, como todos. También yo he de mentir a mi madre. Y aquí, en esta casa, Luna, tienes todo lo que necesitas para seguir adelante.

Luna asintió, comprendiendo que las palabras de Mateo eran más un recordatorio que un consuelo. Las dos hermanas intercambiaron una mirada, sabiendo que los vínculos que las unían eran más fuertes que nunca, pero también más complejos, más enzarzados en una red de decisiones y sacrificios que las marcarían para siempre.


Espejo roto – Capítulo 15
Un encuentro entrañable
por Carmen Nikol


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Publicado por Entrevisttas.com

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