Luna sintió el peso de la pregunta de Lena como una losa. La sinceridad de su hermana la había dejado descolocada, y aunque sabía que había dado el primer paso al hablarle de frente, la respuesta de Lena le dejaba un extraño sabor en la boca. ¿Acaso realmente podía convivir con la idea de compartir a Janus sin que ello resquebrajara la estabilidad que intentaban recuperar? ¿Y qué papel estaba dispuesta a aceptar en este complejo equilibrio de lealtades y ambiciones?
Con los pensamientos enredados, abrió la boca para responder, pero un ruido en el pasillo la detuvo en seco. Al girarse, sus ojos se encontraron con la figura de Janus, quien, apoyado contra el marco de la puerta, las miraba con una expresión que mezclaba diversión y algo más insondable, como si fuera un juego que él había planeado desde el inicio. Mateo estaba junto a él, en silencio, con una expresión seria y observadora, como si estuviera juzgando hasta qué punto el encuentro entre las hermanas podría afectar al delicado plan que habían trazado.
—Vaya, vaya, ¿así que finalmente habéis decidido hablar sin filtros? —dijo Janus, cruzando los brazos mientras las miraba, sin hacer el menor intento por disimular que había estado escuchando—. Esto es un avance, debo decir. No puedo pedir nada mejor que vuestra franqueza. Nuestro plan depende de ello.
Luna sintió cómo una corriente de incomodidad recorría su cuerpo. Le pedía algo que él no había ofrecido. La presencia de Janus en ese momento crucial la hizo sentir expuesta, como si él estuviera siempre un paso por delante, anticipando cada una de sus reacciones, cada uno de sus intentos por entender la situación. Lena, en cambio, parecía serena, como si hubiera esperado esta intervención y la aceptara como parte de la dinámica que él imponía entre todos ellos.
—¿Cuánto tiempo llevas escuchando? —preguntó Luna, con un intento de firmeza que traicionaba la confusión que sentía.
Janus sonrió con calma y dio un par de pasos hacia ellas.
—El tiempo suficiente, Luna —respondió, inclinándose ligeramente hacia ella—. Y me complace ver que ambas estáis dispuestas a trabajar juntas y dejar de lado los celos. Esto forma parte de mi plan: todos estamos aquí para protegerte y como consecuencia de lo que provocaron tus celos. Si quieres seguir, debes demostrarnos que evolucionas hacia otro plano. Porque, si realmente queréis que esto funcione, tanto en el ámbito personal como en el de negocios, necesitaréis esa unidad por encima de todo, sobre todo de lo que os separó. Cada una de vosotras tiene un papel que desempeñar, y solo trabajando juntas podremos alcanzar lo que estamos buscando. ¿Estáis de acuerdo?
Luna dudó y miró a Mateo. Él mantenía una expresión serena, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de comprensión y lealtad hacia Janus. Él también formaba parte de este círculo, alguien que había dejado de ser simplemente un amigo de Lena para volverse una pieza fundamental en el engranaje que Janus había construido.
Lena fue la primera en hablar, con voz firme.
—Estoy de acuerdo, Janus. Ya lo sabes. Luna y yo tenemos claro que lo más importante es no dejar que ningún conflicto interno nos distraiga del plan, así lo hemos hablado recientemente. Sé lo que implica, y estoy preparada para asumirlo. Hemos llegado hasta aquí, y ahora mismo, nuestra relación es más sólida de lo que ha sido en mucho tiempo.
Luna, aunque aún vacilante, no podía negar que había llegado a una conclusión similar. Quizá no estaba lista para aceptar con naturalidad la situación, pero tampoco estaba dispuesta a renunciar al trabajo y a la cercanía que había recuperado con su hermana, todo por la tensión que Janus inevitablemente generaba entre ellas. Con un leve asentimiento, tomó aire y miró a Janus con seriedad.
—No puedo decir que esto sea fácil para mí —dijo Luna finalmente—. Pero sí, estoy dispuesta a seguir adelante. Si Lena y yo tenemos claridad y podemos trabajar sin que surjan malentendidos, creo que podremos manejar esta situación. Pero sí os pido algo: no quiero veros en situaciones de intimidad: ni besos, ni complicidad, ni caricias… Yo no puedo salir de esta casa. Es una jaula de oro, pero no tengo la libertad que tiene Lena. ¡Ojalá que la puedas soltar y que a ella le apetezca abrirse a una nueva relación!
Janus le dedicó una sonrisa que no alcanzó a ser del todo tranquilizadora.
Janus miró a Lena para ver su reacción. No le parecía mal la propuesta. Él no era celoso y tampoco temía perder a Lena. Quizá esto podría ampliar las opciones en su plan.
Mateo se adelantó un paso, interviniendo por primera vez. Su voz era pausada, como si evaluara cada palabra antes de pronunciarla.
—Me alegra escuchar eso —dijo, dirigiéndose a Luna y Lena—. A veces, los conflictos personales pueden ser la mayor amenaza para cualquier estrategia, bien lo sabemos todos. Pero recordad por dónde he pasado yo y, con todo, aquí estoy: fiel a nuestro compromiso. No dudo que la lealtad entre vosotras nos mantendrá firmes. Y os la pido. Sobre todo a ti, Luna. Me lo debes.
Luna abrazó a Mateo, con un llanto repentino de emoción comprimida, en tan breve momento, y decidida a compensar a Mateo desde ese mismo instante.
—Entonces, que así sea —dijo Luna mirando a Janus y a Lena—.
Espejo roto – Capítulo 14
Lealtades en la penumbra
por Carmen Nikol
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