Espejo roto – Capítulo 11: La red de Janus

La noche era densa y oscura cuando Janus cerró la puerta tras ellos, sumiendo la casa en una intimidad tensa y envolvente. Como siempre, y a pesar de la confianza, Janus les indicó que tomaran asiento alrededor de la mesa de madera en el salón, como si de un patriarca antiguo se tratase. Sus miradas eran altamente expectantes. Aún le veían como a un tutor que podía sorprenderles. Lena observaba con cautela, Mateo con una curiosidad contenida y Luna con una mezcla de admiración y nerviosismo que apenas podía ocultar. Había madurado, como Lena y Mateo, pero seguía teniendo un nerviosismo despuntado desde que se convirtió en fugitiva de la justicia.

Esta vez, Janus estaba preparado para mostrarles quién era realmente.

—Es hora de que entendáis cómo vamos a hacer esto —dijo Janus. Sus palabras rompieron el silencio con una claridad que les erizó la piel.

Desde el bolsillo interior de su chaqueta, sacó un teléfono y una tablet. Con un par de toques, proyectó sobre una pared una serie de gráficos, cifras y nombres de empresas cuyo origen estaba en lugares tan variados como Suiza, Panamá y las Islas Caimán. Los números brillaban en la oscuridad, y Janus se giró para observar la reacción de cada uno.

—Lo primero que debéis saber es que nada de esto está registrado bajo mi nombre. Este capital, este imperio, como lo llamarían algunos, es invisible. —Su mirada era penetrante y no quedaba rastro de la cortesía o la galantería que a veces esbozaba; había un aire directo, casi peligroso, en su voz—. Así es como vamos a proteger a Luna y a ti, Lena, y de paso, a nosotros mismos. Porque, a partir de ahora, debemos andarnos con pies de pluma (me gusta más que pies de plomo porque yo vuelo y vosotros debéis comenzar a entender qué implica).

Mateo frunció el ceño, tratando de descifrar las conexiones entre las empresas de la pantalla. —¿Entonces tú no apareces en ninguno de esos registros?

—No, y esa es la primera lección —respondió Janus, dirigiéndose a él con la confianza de un mentor—. El capital real nunca tiene dueño directo. En cambio, se mueve a través de sociedades que cruzan fronteras, cada una cubriendo a la siguiente. Ahora, aquí es donde entráis vosotros.

Lena y Luna se sentían algo inseguras. Este hombre había aparecido en sus vidas como el guardián de las puertas, con un acto mágico, con un espejismo que, a su vez, atrajo a Mateo sin saber ni cómo. Y, aunque no lo habían vuelto a pensar durante esos meses porque todo tenía un aire de normalidad y de protección, además de embelesamiento, Janus era un personaje extraño. Cada tanto, ellas compartían una complicidad sutil, imperceptible por sus compañeros. El espejo roto que las vio crecer parecía estar juntando sus piezas para unirlas más que nunca.

Janus decidió comenzar con Lena. —Lena, tú vas a encargarte de la fachada inicial. Necesitamos una empresa pequeña y creíble que opere en España. Algo que llame poco la atención pero que pueda justificar el flujo de dinero. Vas a registrar una firma de consultoría financiera; tengo un contacto en Gibraltar que puede ayudarte con los trámites iniciales sin hacer preguntas y de un modo muy discreto a nivel institucional.

Lena asintió, procesando la información. La idea de verse a sí misma como el rostro visible de una empresa falsa le causaba un extraño cosquilleo de anticipación. Había cuidado de Mateo, había sido la responsable, la protectora; pero ahora, Janus le ofrecía la oportunidad de sumergirse en un mundo de riesgos y secretos.

—¿Y yo? —preguntó Mateo, con una seriedad calculada, aunque en el fondo lo fascinaba la idea de ser parte de este plan.

Janus sonrió de lado, reconociendo la chispa en sus ojos. —Tú, Mateo, vas a ser nuestro inversor internacional. Tienes algo que la mayoría de la gente no posee: la habilidad de hacerte pasar por alguien más sin levantar sospechas. He visto cómo te desenvuelves, cómo mantienes la calma incluso bajo presión. Te encargarás de manejar las cuentas en los paraísos fiscales, pero todo desde el extranjero. Tendrás acceso a una cuenta en las Islas Caimán, pero necesitarás mover el dinero en pequeñas transacciones que puedan justificarse como inversiones internacionales. De tu fachada estética hablaremos en otro momento.

Mateo asintió, aceptando su rol, aunque un nudo de excitación se formaba en su estómago. Las posibilidades que Janus le estaba abriendo eran tan peligrosas como seductoras. En ningún momento quiso pensar que el crimen de Luna podría ser beneficioso pero comenzaba a estar medio agradecido de poderle devolver a las gemelas todo lo que habían hecho por él.

Finalmente, Janus se volvió hacia Luna, quien lo observaba con una mezcla de respeto y vulnerabilidad. —Y tú, Luna. Tú serás nuestra líder operativa en las sombras. Hay muchas maneras de ocultar fondos y desviar la atención de la justicia. Te voy a enseñar cómo monitorear todos los movimientos, cómo asegurarte de que ninguna de las transacciones parezca sospechosa. Pero, sobre todo, necesitas saber algo esencial: las conexiones. Contigo existe, eso sí, un problema: deberás estar encerrada en esta casa o partir hacia un país sin extradición. Creo que el más interesante es Bahamas, pero lo veríamos más adelante, en caso de decidir esta opción.

Luna lo miró con atención, y él continuó, acercándose un paso más hasta estar casi en frente de ella. —Tengo contactos en toda Europa, gente que se especializa en limpiar el rastro de las transferencias. Ellos confían en mí, y eso significa que tú también tendrás su respaldo. Vamos a trazar un camino para que, si la situación se complica, puedas desaparecer sin dejar huella. Sin embargo, tú eres quien debe mantenerlos controlados. Nada de esto puede desmoronarse, y sé que eres la indicada para manejarlo. Tu capacidad artística te ayudará a esbozar y dibujar los pasos a seguir. Por supuesto, te iré mostrando cómo, no te preocupes.

Luna asintió, y en sus ojos se vislumbraba un brillo entusiasta y agradecido. Por primera vez en años, sentía que podía recuperar el control, que tenía una segunda oportunidad de demostrar su fuerza y lealtad a aquellos que la habían perdonado.

Janus apagó la pantalla y guardó su teléfono. Luego, se volvió hacia ellos con una sonrisa enigmática.

—¿Alguna pregunta?

Lena fue la primera en hablar, con una mezcla de duda y confianza. —¿Y qué hay de ti, Janus? ¿Cuál es tu papel en todo esto?

Janus le sostuvo la mirada, y en un instante, la dureza en sus ojos se suavizó apenas. —Mi papel es asegurarme de que esto salga bien. De proteger las operaciones, vuestras identidades y a mí mismo, claro. Voy a supervisar cada movimiento. Y, si algo sale mal… —Su voz se tornó grave, como un aviso implícito—, voy a ser quien se asegure de que no haya consecuencias.

Sus palabras cayeron en el aire y cada uno de ellos captó la promesa y el peligro detrás de ellas. Se habían comprometido, atados por un pacto que ahora trascendía los sentimientos y se adentraba en una red de lealtad y desafío.

Lena lo miró fijamente, y, por un instante, su resistencia vaciló, dejándose llevar por el magnetismo de Janus. La cercanía entre ellos se hizo casi palpable, una tensión que ninguno de los dos parecía querer romper. Luna observaba con sus deseos y secretos reflejados en la escena, mientras Mateo comprendía que este vínculo de negocios estaba entrelazado con una atracción tan intensa como peligrosa.

—Entonces, ¿estamos listos? —preguntó Janus, con una sonrisa cargada de complicidad.

Cada uno asintió. Habían sellado el pacto, y en ese momento supieron que ya no había vuelta atrás.


Espejo roto – Capítulo 11
La red de Janus
por Carmen Nikol


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Publicado por Entrevisttas.com

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