La idea de Janus se desplegó en el aire de la sala como un plan imposible y tentador. Mientras les hablaba de las conexiones y oportunidades en un país donde las leyes jugaban en favor de la discreción, algo en los ojos de cada uno de ellos fue cambiando. Al principio, la propuesta había parecido un juego, una excusa para salvar a Luna de la amenaza latente de la justicia. Pero, con cada palabra de Janus, iba cobrando una forma tangible, peligrosa y extrañamente irresistible.
—Un lugar sin extradición no es solo un refugio. Es una oportunidad para empezar de cero, para construir algo con nuestras propias reglas —explicaba Janus, recostado en el sofá, con su voz profunda y una mirada que parecía atraerlos hacia él. Su confianza, su experiencia con ese mundo oculto, los seducía a todos de maneras que ni siquiera alcanzaban a entender.
Mateo y Lena lo escuchaban en silencio, intercambiando miradas de curiosidad y desconfianza. Luna, en cambio, estaba absorta, embelesada por la visión que Janus proyectaba. Lo que él les ofrecía no era solo seguridad; era una aventura, una forma de escapar de las cadenas invisibles que habían cargado desde aquella noche trágica. Las palabras de Janus despertaban algo en cada uno, un deseo de arriesgarse, de poner a prueba su lealtad mutua.
Mateo rompió el silencio con una voz grave, que contenía un leve temblor. —Si esto va en serio, si realmente queremos dar este paso, entonces hay que dejar atrás cualquier duda. Tenemos que estar dispuestos a hacerlo juntos. No solo por Luna… sino por lo que hemos construido entre nosotros.
Lena asintió, sentándose junto a él. Había visto a Mateo recuperarse del daño físico, había presenciado su dolor transformarse en fortaleza, pero este era un lado de él que no reconocía, una faceta de liderazgo y determinación que resultaba tan fascinante como inesperada. Instintivamente, tomó su mano, entrelazando sus dedos en un gesto que decía más de lo que las palabras podrían expresar.
Luna los observaba con atención, percibiendo los cambios sutiles en las dinámicas entre ellos. Una sensación de anhelo profundo la invadió. A pesar de todo lo que había hecho, ahí estaban, dispuestos a arriesgarse por ella. Sin embargo, esa sensación de pertenencia también se entremezclaba con algo más, una chispa de deseo que ni siquiera ella podía explicar del todo.
La mirada de Janus se posó en Luna, notando la inquietud en su expresión. Se acercó y deslizó una mano por su mejilla, acariciándola suavemente, sin apartar sus ojos de ella. —Luna, este es tu momento de redención. Si quieres esto, yo me encargaré de que nadie te alcance. Pero tienes que ser completamente honesta con todos nosotros. Sin secretos, sin sombras.
Luna asintió, perdiéndose en el toque de Janus y en la intensidad de sus palabras. Su mirada se desvió un instante hacia Lena, y sin pensarlo demasiado, se acercó a su hermana. Lena sintió la cercanía, ese vínculo tan complejo, y de pronto ya no importaba la razón de su distanciamiento, ni las heridas del pasado.
La distancia entre ambas desapareció cuando Lena tomó la mano de su hermana. Fue un gesto breve, casi imperceptible, pero cargado de promesas. Janus y Mateo las miraron en silencio, comprendiendo que ese contacto entre las dos hermanas era el primer paso hacia un acuerdo tácito entre todos ellos.
—¿Estáis seguros? —preguntó Janus, con una sonrisa apenas contenida, como si disfrutara de la idea de llevarlos al límite.
Mateo tomó la palabra, asintiendo con firmeza. —Sí. Sabemos lo que implica, y estamos dispuestos a hacerlo. Pero necesitamos entender el alcance de tu plan.
Janus se recostó y les explicó los detalles. Habló de empresas de fachada, de inversiones con identidades falsas, de cómo mover el dinero de manera segura. Se refería a las oportunidades en el extranjero con la precisión de quien conoce a fondo cada riesgo y cada ventaja. Lena y Mateo lo seguían con atención, mientras que Luna asimilaba cada palabra con un destello de entusiasmo. Era como si la amenaza de la justicia hubiera quedado atrás, sustituida por un desafío mucho más seductor.
Cuando terminaron de trazar el plan inicial, la atmósfera se volvió aún más densa, cargada de esa mezcla de tensión y complicidad que parecía envolverlos. Janus, quien observaba los movimientos de cada uno, sonrió y se acercó a Lena, mirándola fijamente a los ojos. Sin mediar palabra, sus dedos recorrieron el contorno de su rostro, despertando en ella un escalofrío.
Mateo, quien no apartaba la vista de la escena, sintió cómo algo crecía en su interior, algo entre los celos y una atracción inesperada que lo hizo estremecerse. Luna, por su parte, observaba desde la distancia, percibiendo la tensión y dejándose llevar por el ritmo que la situación estaba tomando.
La noche continuó en un ritmo lento y sensual, cada uno de ellos entrelazado en una relación que no podían terminar de definir. Entre miradas intensas, susurros y caricias que rompían las barreras de la amistad y la lealtad, los cuatro sintieron que se adentraban en un territorio peligroso, tanto en los negocios como en sus emociones.
Espejo roto – Capítulo 10
Negocios peligrosos
por Carmen Nikol
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LICENCIA: © 2025 | CC BY-NC-ND 4
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