¿Qué versión te gusta más? Caso: llegada a la luna.

PRIMERA OPCIÓN:
«El silencio de Tranquility»

La Luna no era un destino. Era una idea, un mito recobrado. Y, ahora, allí estaba él, con la bota suspendida, vibrando levemente en un temblor que no era del cuerpo, sino del alma. Neil no podía escuchar sus propios latidos, pero los sentía. Era la paradoja última: en el vacío sin aire del satélite, lo que se escuchaba era su historia, la de todos.

Mientras descendía, tuvo la certeza de que cada paso suyo era una huella en la memoria de la especie, un surco invisible que quedaría marcado más allá de los registros electrónicos o las transmisiones radiales. Recordó a Karen, su hija muerta, con un dolor tan antiguo que parecía también parte del universo.

Desde Houston le hablaban, lo guiaban, pero él ya no estaba con ellos. Había cruzado otra frontera. Pensó en Kennedy, en los soviéticos, en los científicos anónimos del laboratorio que no verían jamás este paisaje que parecía pintado por un niño ciego: polvo sin sombra, luz sin calor.

Cuando dijo la frase —esa frase—, no lo hizo para ser recordado. Lo dijo como quien deja caer una piedra en un pozo insondable. El eco, tal vez, vendría después.

«Es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad».

Y mientras la voz se disipaba, allá, a casi cuatrocientos mil kilómetros, millones de seres humanos, cada uno con su miseria, su fe o su incredulidad, alzaban los ojos. Y nadie sabía del todo si debían celebrar, rezar o llorar.


SEGUNDA OPCIÓN
«Un tipo llamado Armstrong»

Ese hijo de perra estaba a punto de pisar la puta Luna. Y lo sabía. Lo sabía por el zumbido de la radio, por el sudor frío que le empapaba la espalda dentro del traje como una camisa de entierro, y por el silencio cabrón que hacía ahí fuera, tan absoluto que daba miedo. No había viento, ni grillos, ni nada. Solo polvo, piedra y vacío.

Neil Armstrong, ingeniero, piloto, veterano. Un tipo tranquilo, de los que no se despeinan ni aunque les explote un motor a tres mil por hora. Cuando bajó la escalerilla, pensaba en el protocolo, en no cagarla delante de media humanidad pegada al televisor. Pero también pensaba en su chica, y en lo jodidamente raro que era estar a un paso de ser leyenda.

La bota tocó la superficie. Un leve crujido. El primer paso. Nada heroico, nada épico. Más bien algo sucio, como pisar ceniza. Si alguien esperaba una explosión de música de fondo o trompetas celestiales, se jodía: eso era la Luna, y era tan fría como un cadáver.

Entonces soltó la frase. La tenía ensayada, claro. Pero la soltó como quien escupe algo que lleva en la garganta:

«Un pequeño paso para un hombre… un gran salto para la humanidad».

Y ya. No hubo fuegos artificiales, ni aplausos. Solo polvo gris y silencio. El resto —las banderitas, los discursos, la historia— vendría después. En ese momento, Armstrong solo pensaba en no perder pie y caer de culo en directo. Porque eso, colega, eso sí que habría sido memorable.


¿Qué versión te gusta más?
Casó: llegada a la luna.
por Carmen Nikol


Publicado por Entrevisttas.com

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2 comentarios sobre “¿Qué versión te gusta más? Caso: llegada a la luna.

  1. Muy frívolo y un lenguaje procaz para desdramatizar una hazaña científica y humana. Valdría para comentar la primera visita a un burdel de un neófito, pero inadecuado para un momento tan solemne

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