Luján repasaba las últimas pruebas mientras se mantenía en constante comunicación con el equipo forense. Habían desentrañado gran parte de la red criminal, pero una pregunta permanecía sin respuesta: ¿qué unía a Luz y María García más allá de su participación envenenadora?
El inspector había solicitado una revisión exhaustiva de los antecedentes de ambas mujeres. La información básica ya estaba clara: Luz, bajo su alias, tenía un historial de actividades ilegales vinculadas al contrabando, mientras que María, bajo su nombre de casada, parecía llevar una vida discreta hasta su ingreso hospitalario. Sin embargo, algo en sus vidas pasadas debía conectarlas, y Luján estaba decidido a descubrirlo.
Una revisión del pasado
El análisis de los registros civiles y educativos reveló un detalle crucial: ambas mujeres habían vivido en el mismo barrio durante su infancia. En una pequeña localidad de Extremadura, compartieron escuela y vecindario, aunque María, al casarse con Ricardo Montes, se mudó y dejó atrás su antigua vida. Luz, en cambio, desapareció de los registros oficiales durante años, probablemente ocultándose bajo identidades falsas.
Luján convocó a su equipo para discutir los hallazgos.
—Esto no puede ser coincidencia. Luz y María no solo eran conocidas, eran vecinas. Quiero profundizar en su infancia, sus familias y cualquier evento que pueda haber marcado sus vidas —ordenó.
Carmen Ruiz, de la UCO, se encargó de entrevistar a antiguos residentes del barrio. Lo que descubrió añadió un matiz inquietante al caso.
—Inspector, ambas mujeres crecieron en una familia disfuncional. Su madre, Teresa García, era conocida por sus problemas con la justicia. Al parecer, estuvo implicada en casos de envenenamiento en su juventud, aunque nunca se le pudo probar nada.
Luján frunció el ceño al escuchar esto.
—¿Estamos diciendo que esto podría ser algo que viene de generación en generación?
—Es posible. Algunos vecinos recuerdan que Teresa les enseñaba a las niñas sobre plantas tóxicas y su preparación, aunque lo veían como algo inofensivo, casi folclórico. Pero con el tiempo, Luz comenzó a mostrar un interés obsesivo por esos conocimientos.
Un descubrimiento revelador
Mientras tanto, el laboratorio forense analizaba un nuevo lote de documentos incautados en la finca de Julián Rosales. Entre los archivos digitales había una fotografía antigua de dos niñas, abrazadas y sonrientes, con un subtítulo: Luz y María, para siempre. Era una confirmación visual de lo que Luján sospechaba: eran hermanas.
Luján llevó esta información a la sala de interrogatorios donde Luz esperaba, esposada y desafiante.
—Luz, ya no puedes seguir negándolo. Sabemos que María es tu hermana. Sabemos que aprendieron juntas el arte de envenenar desde pequeñas. ¿Cuánto más vas a ocultar?
Por primera vez, Luz pareció perder el control. Su expresión dura se transformó en una mezcla de furia y desesperación.
—¿Y qué? —dijo, casi gritando—. ¿Eso cambia algo? Todo lo que hicimos fue necesario. Nadie entiende lo que nosotras vivimos.
Luján se inclinó hacia ella, buscando mantener la ventaja psicológica.
—Explícamelo, entonces. ¿Qué fue tan terrible que las llevó a esto? ¿Fue idea tuya o de María? ¿Qué tiene que ver Rosales en todo esto?
Pero Luz se cerró nuevamente, cruzando los brazos y desviando la mirada. A pesar de la presión, no estaba dispuesta a revelar más.
El informe final de César
Mientras tanto, los forenses presentaron el informe definitivo sobre la muerte de César. La causa había sido una combinación letal de abrina y ricina, ambas administradas en pequeñas dosis progresivas, lo que indicaba que su muerte no fue un acto impulsivo. Este tipo de envenenamiento lento requería acceso constante a la víctima y un conocimiento detallado de su rutina.
Luján conectó esta información con las visitas regulares de Luz a César, según registros de vigilancia. Era evidente que Luz había ejecutado personalmente el envenenamiento para silenciarlo antes de que pudiera traicionarlos.
—Esto confirma que Luz no solo era una pieza de la red, sino también una ejecutora clave —dijo Luján durante una reunión con su equipo—. Y si fue capaz de eliminar a César, ¿qué más esconde?
La conexión con AgroChem
El análisis financiero de Julián Rosales continuaba revelando nuevos datos. Entre las transferencias destacaba un patrón de pagos a través de empresas pantalla vinculadas a AgroChem Solutions. Una de estas transacciones coincidía con el periodo en el que Luz y María comenzaron a operar en los barrios periféricos.
Luján decidió centrarse en estas transferencias. Con ayuda de la UDEF (Unidad de Delitos Económicos y Financieros), rastrearon los movimientos de dinero hasta un consorcio internacional con sede en Europa del Este. La conexión sugería que la red no solo era un problema local, sino una operación global con ramificaciones en múltiples países.
—Esto explica cómo tenían acceso a químicos tan avanzados —dijo Carmen Ruiz durante una reunión—. Si AgroChem está detrás, estamos lidiando con algo mucho más grande de lo que pensamos.
Un giro inesperado
Una semana después, Luján recibió una llamada urgente desde el hospital donde María estaba ingresada. La mujer había recuperado la conciencia y pedía hablar con él. Al llegar, encontró a María más débil pero con una expresión de resignación.
—Inspector, no sé cuánto tiempo más voy a durar, pero hay algo que necesita saber.
Luján se sentó junto a ella, preparado para escuchar lo que podría ser una confesión clave.
—Luz y yo… Nunca tuvimos elección. Nuestra madre nos crió para esto. Desde pequeñas, aprendimos que el veneno era poder, una forma de protegernos en un mundo que nunca nos dio nada. Pero Luz… Ella lo llevó demasiado lejos.
Luján escuchó atentamente mientras María relataba cómo Luz había transformado lo que empezó como una «herencia familiar» en una red internacional de envenenamientos. Aunque María había intentado alejarse al casarse con Ricardo, Luz la había arrastrado de vuelta, amenazándola con exponer su pasado si no cooperaba.
—¿Y Rosales? —preguntó Luján.
—Él es solo un engranaje. Luz siempre ha sido la verdadera mente maestra. Ella encontró en él a alguien que podía proporcionarle los recursos que necesitaba, pero las ideas siempre fueron suyas.
Luján salió del hospital con una mezcla de alivio y frustración. Había conseguido la confesión de María, pero aún quedaba mucho por hacer para desmontar la red completamente. Además, sabía que Luz no se rendiría fácilmente. Era hora de preparar el siguiente movimiento.
El sabor de la culpa
Capítulo 15: Un vínculo en la oscuridad
por Carmen Nikol
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Capítulo posterior: Nuevas conexiones
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